

Esta iniciativa comenzó en 1995 para celebrar la recuperación del caudal del río tras un largo periodo de sequía y reclamar la importancia de proteger este entorno natural. Aquel primer chapuzón fue un gesto simbólico que, con el paso del tiempo, se ha transformado en una cita festiva y reivindicativa.


En algunas ocasiones solo unos pocos valientes se han atrevido a entrar en el agua, mientras que en otras la convocatoria ha reunido a decenas de personas y numerosos curiosos en la orilla.
El frío es otro de los protagonistas inevitables de esta jornada. Las bajas temperaturas convierten el chapuzón en un reto que los participantes afrontan con buen humor.


Tras salir del agua, es tradición compartir un rato de convivencia con comida y bebidas calientes para entrar en calor.

El Robledo vuelve a despedir el año de una forma única, recordando cada 31 de diciembre la importancia del río Bullaque y del agua como elemento esencial para la vida del municipio.
