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Jose Ángel Montañés presenta 'Entre espadas y crucifijos', un pequeño pueblo con una gran historia

El autor ha reunido la biografía de un conquistador del Perú, con un limosnero mayor de Felipe II, un fraile protagonista de una novela de Lope de Vega y un soldado que estuvo con el emperador Carlos V en las campañas de Viena y Túnez con una cosa en común: el pueblo de Villapalacios situado al suroeste de Albacete

Redacción

Albacete | 07.08.2022 06:04

Jose Ángel Montañés presenta 'Entre espadas y crucifijos', un pequeño pueblo con una gran historia
Jose Ángel Montañés presenta 'Entre espadas y crucifijos', un pequeño pueblo con una gran historia | José Ángel Montañés Bermúdez

Esta semana se publicará Entre espadas y crucifijos, libro del periodista e historiador Jose Ángel Montañés; sobre la historia de la localidad albacetense de Villapalacios en el siglo XVI en el que coinciden cuatro personajes, protagonistas de muchos de los grandes acontecimientos históricos vividos en la España de ese siglo.

El capitán Jerónimo de Aliaga y el militar Rodrigo Manrique y los religiosos Luis Manrique de Lara y Francisco Pascual, conocido como Francisco del Niño Jesús, nacieron, vivieron, murieron o están enterrados en esta pequeña localidad situada a 18 kilómetros de Alcaraz, en el límite con la provincia de Albacete y Jaén. El autor ha reunido la biografía de estos cuatro personajes en un libro en el que repasa sus momentos más destacados.

Algunos de los hechos protagonizados por estos destacados personajes relacionados con la localidad albacetense:

  • Jerónimo de Aliaga participó junto con Francisco Pizarro, en 1535 en la fundación de Ciudad de los Reyes, Lima y consiguió en 1551 una cédula real del emperador Carlos V para fundar la primera universidad de América: la de San Marcos de Lima. Tras regresar a España, se instaló a vivir en esta localidad tras contraer matrimonio en 1552 con Juana Manrique, hija del III Conde de Paredes. Allí falleció y fue enterrado en la capilla mayor de la iglesia de San Sebastián de la localidad en 1569; desencadenando una pelea por su herencia entre los hijos que tuvo con su anterior mujer y su viuda que se dirimió en Villapalacios.
  • Por su parte, antes de escalar a las más altas jerarquías eclesiásticas Luis Manrique de Lara fue cura en Riópar y Villapalacios durante bastantes años, desarrollando una importante labor educadora y promoviendo la construcción, en el caso de Villapalacios, de obras de ampliación de la iglesia. Además, recibió el encargo de Felipe II de trasladar los restos de su familia, dispersos por media España, para enterrarlos juntos en El Escorial. Este hombre de confianza del rey, que le escribió varios documentos en los que le decía cómo debía de gobernar para ganarse a su pueblo, intercedió también a favor de Santa Teresa de Jesús, fue un buen amigo del Duque de Alba y de importantes personajes culturales del momento.
  • Rodrigo Manrique estuvo desde joven en la corte de Carlos V y participó con el emperador en sus campañas militares por toda Europa. Falleció, de una herida, en Villapalacios en 1541 y se conserva su lápida.
  • El cuarto protagonista del libro, Francisco Pascual, conocido como Hermano Francisco del Niño Jesús, tras huir del pueblo por matar a un hombre, encontró refugio en la iglesia y acabó fundando conventos de Alcalá de Henares y Valencia para prostitutas arrepentidas. Su fama de hombre milagroso fue tanta que los reyes lo querían tener cerca y apenas podía salir a la calle porque todo el mundo quería tener un trozo de su manto, como si fuera una reliquia. Tras su muerte en 1604, Lope de Vega escribió una novela, El rústico del cielo, protagonizada por este villapalacense en el que se glosa su vida.

“Villapalacios es hoy un pequeño pueblo de apenas unos 600 habitantes, fruto de la despoblación que afecta a cientos de pueblos de toda España, pero en el pasado, en concreto en el siglo XVI, vivió su momento de esplendor, después de que los Condes de Paredes, de la importante familia castellana de los Manrique de Lara, decidieran instalar allí la capital de su Señorío de las Cinco Villas”, explica el autor de este libro, que defiende “la importancia de la documentación, su conservación y estudio, para poder llegar a conocer el rico pasado de nuestros pueblos”.

Precisamente en el primero de los capítulos del libro, Montañés intenta reconstruir cómo era el Villapalacios de ese momento: Cómo vivían y qué les preocupada; en qué creían y qué temían los vecinos de Villapalacios de entonces; qué productos compraban, vendían y comían; cómo eran sus casas, pero también cómo fue creciendo y enriqueciéndose su iglesia con obras como el alfarje con pinturas mudéjares o la tribuna plateresca con 12 cabezas talladas con “monstruos”. O cómo era la fortaleza-castillo que allí se construyó, con cuatro torreones y una plaza interior con capacidad para poder correr los toros, pero que hoy ha desaparecido por completo. Lo mismo que el hospital dedicado a Santa Úrsula; una joven alemana que fue martirizada junto a un grupo de mujeres muy veneradas en toda Europa desde la Edad Media. Uno de los restos de estas jóvenes, en conceto un cráneo, se conservó desde el siglo XVI hasta la Guerra Civil, en la iglesia de Villapalacios tras llegar desde Flandes.

En el libro también se explica como la vida diaria de estas personas estaba regulada por unas ordenanzas en las que se establecían las normas de convivencia y las actividades económicas de obligado cumplimiento: Cómo había que regar los campos o dónde se podía pastar con el ganado, según las épocas; las obligaciones de los representantes del concejo; los precios de lo que se compraba y vendía o toda una serie de medidas de higiene público, que sorprenden por su precisión

Tanto, como saber que, en Villapalacios, por entonces había esclavos, vinculados con algunos de los miembros de los condes de Paredes que formaban parte de su casa junto con las personas de confianza y un amplio número de criados. Unas personas de las que conocemos sus nombres y apellidos porque afloran en los testamentos de estos personajes ilustres cuando les conceden algún legado y, sobre todo, la ansiada libertad.