Un equipo internacional de especialistas, que combinan arqueología, proteómica, análisis de isótopos estables y datación por radiocarbono, ofrecen una visión inédita de la interacción entre seres humanos y grandes cetáceos al final de la última glaciación que hasta el momento se desconocía: hace entre 20 000 y 14 000 años, los cazadores-recolectores que habitaban el entorno del golfo de Vizcaya aprovecharon los cadáveres de, al menos, cinco especies de ballenas, no solo para extraer grasa y sus barbas, sino también para confeccionar herramientas de hueso con sus huesos.
Alexandre Lefebvre, Ana B. Marín-Arroyo y Leire Torres-Iglesias, miembros del grupo de investigación EvoAdapta de la Universidad de Cantabria (UC), forman parte del equipo multidisciplinar e internacional que ha llevado a cabo esta investigación, y que publica Nature Communications, mañana 27 de mayo (con embargo hasta las 16:00 horas – Hora Londres), bajo el título “Late Paleolithic whale bone tools reveal human and whale ecology in the Bay of Biscay”.
Esta enorme transformación geográfica ha limitado el conocimiento sobre la ecología litoral, sobre las prácticas marinas de aquellos primeros habitantes europeos y sobre las relaciones entre los humanos y los productos del mar que habíamos limitado a la explotación de los moluscos marinos
Según explica Lefebvre, a finales de la última glaciación, hace unos 20 000 años, el nivel del mar alcanzó su mínimo histórico y, en el deshielo posterior, el mar ascendió más de 100 metros, sumergiendo las costas que, hasta ese momento, habían conocido los grupos paleolíticos. “Esta enorme transformación geográfica ha limitado el conocimiento sobre la ecología litoral, sobre las prácticas marinas de aquellos primeros habitantes europeos y sobre las relaciones entre los humanos y los productos del mar que habíamos limitado a la explotación de los moluscos marinos”, señala.
De hecho, tradicionalmente, los grupos humanos del Magdaleniense del suroeste europeo han sido retratados como grandes cazadores de herbívoros terrestres, como el ciervo o la cabra montés en España. Sin embargo, desde hace dos décadas, hallazgos en el interior peninsular —incluidos restos de peces, aves marinas y moluscos— apuntan a una explotación regular de recursos marinos.
Herramientas de hueso de ballena
El nuevo estudio amplía este panorama al descubrir 70 herramientas de hueso de ballena procedentes de yacimientos del suroeste de Francia y el norte de España, entre ellos la cueva del Juyo y Rascaño, en Cantabria, así como en 60 más hallados en yacimientos del País Vasco.
Mediante identificación proteómica del colágeno, mediciones isotópicas y análisis radiocarbónicos, el equipo ha reconocido restos de ballena azul, ballena gris, rorcual común, cachalote y ballena franca o boreal. Estas especies, cuyas dietas eran similares a las observadas en la actualidad, sugieren una biodiversidad de cetáceos en el golfo de Vizcaya comparable a los ecosistemas árticos actuales, lo que también infieren las temperaturas del mar en esos momentos.
Los resultados confirman que los ejemplares explotados correspondían a varamientos naturales en las playas, aprovechados entre hace 20 000 y 14 000 años. Además de recurrir a los huesos para fabricar herramientas —propias de las actividades de talla y grabado—, los grupos paleolíticos extrajeron grasa y barbas, integrando estos recursos en su economía material y alimentaria.
Este proyecto, liderado por el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) CNRS y el Museo Nacional de Historia Natural de Francia, ha contado con la colaboración de las universidades de Cantabria, Barcelona, Columbia Británica, Montpellier, Toulouse y Viena. Ha contado además con el apoyo de la Agencia Nacional de la Investigación francesa (ANR-18-CE27-0018) y de programas de la Unión Europea (PCI2021-122053-2B; HORIZON-MSCA-2021-PF-01-101059605) basados en la Universidad de Cantabria bajo la dirección de Alexandre Lefebvre.

