Imposible que Mayorga pudiera decepcionar, su discurso, ha sido magnífico, a la altura de su obra, esa que le ha hecho acreedor del Premio Princesa de Asturias de las letras.
Con una oda a las letras comenzó su intervención, de memoria, metiéndonos en el calor de su hogar para llevarnos hasta al escenario del teatro. Desde la magia del papel en blanco hasta esas tablas en las que cabe el mundo, en esa dicotomía entre literatura dramática y la puesta en escena de una obra.
La dicotomía entre el lector y el espectador, un género que lo abarca todo y al que en su conjunto dedicó el premio.
Hizo que su premio fuese colectivo, como lo es el teatro, el compartir con otros desde una escritura que surge de la voluntad de reunión.
La obra de Mayorga se distingue por los personajes y él fue hoy el protagonista de la suya, como un sueño, que sin ser Calderón de la Barca, despertará mañana para encontrar las letras de una hoja en blanco.