Llegaba y besaba el santo. Así era el aterrizaje de Ager Aketxe en el Real Zaragoza, ya que en los primeros minutos, prácticamente en sus primeros compases oficiales como jugador blanquillo, recibía dentro del área y batía al guardameta del Cádiz para sentenciar la goleada en el Nuevo Mirandilla. Esa misma semana, días más tarde, se rompía muscularmente. Pero su regreso ya se atisba en el horizonte más cercano.
Ayer lunes ya se dejaba ver con el grupo, en la sesión de recuperación que Víctor Fernández planeaba tras el regreso de Burgos, derrota incluida por la mínima en El Plantío. Es vox populi, de hecho se encarga de ello cada vez que puede, que el míster tiene depositadas las mayores de las esperanzas.
En ruedas de prensa previas, analizando la plantilla tras el cierre del mercado veraniego, Víctor Fernández explicaba que quizás se habían quedado cortos de magia. Eso sí, esa sentencia libraba al ex del Eibar, a quien sí ponía como ejemplo de ello. Capaz de decidir partidos con su zurda, disparo de larga distancia, balón parado ya sea buscando compañero o puerta. Todos esos ingredientes hacen del bilbaíno un jugador especial. Y tremendamente necesario.
La baja de Aketxe, sumada a la ausencia de Keidi Bare, dejaba a Víctor Fernández quizás sin sus dos futbolistas con mayor empaque, fútbol y veteranía de la plantilla. Y llegó la primera derrota, aunque no fuera justa. Ahora el vasco vuelve, con la paciencia por bandera, y quedará aguardar al momento en que se junte con el albanés.