Una jornada más al Málaga le han pintado la cara. Los partidos no se pueden ganar sin bajarse del autobús y este equipo no sólo se queda en sus asientos con el cinturón de seguridad puesto sino que además luce el mejor frac. Por cierto, dicha indumentaria ni se mancha al término de los encuentros ni se arruga. El Rayo, por el contrario, acabó el choque con el mono de trabajo bien sudado.
Ni desde el principio con once, ni después de la absurda autoexpulsión de Eliseu en el minuto 36 -incomprensible su agresión a Lass-, el equipo dio señales de vida. El actual Málaga da sensaciones negativas. En lugar de mejorar o enmendar los errores cometidos en partidos anteriores, se generan otros nuevos y se agudizan los ya sabidos. Este no es el equipo soñado desde el verano y la preocupación va en aumento. De nada han servido las charlas del jeque al Thani con Pellegrini y sus jugadores en los días previos al choque de Vallecas. Este Málaga tiene las luces de alarma encendidas.
En cuanto al partido, todo se resume en la ambición del Rayo desde el pitido inicial. El primer gol llegó a los seis minutos al rematar un saque de esquina Botelho. El regalo de la defensa malaguista no pudo despreciarlo el brasileño. Antes y después las ocasiones se sucedían en el área de Caballero, salvador una vez más de una goleada. El segundo y definito tanto lo certificó Tamudo en el 70. Pudieron ser más. Cobeño, portero del Rayo apareció en las alineaciones, durante el partido pudo haber ausentado de la portería. Su ausencia ni se hubieses notado ante la incapacidad malaguista en ataque.