Anoche, en un restaurante del centro, se vivió una situación que ni Valle-Inclán habría imaginado. Según relatan testigos y confirman hosteleros de Granada, no se trata de un hecho aislado: al menos cuatro locales habrían sufrido a la misma protagonista, ya convertida en leyenda urbana.
La mujer entra con educación correcta, pide mesa y nada hace sospechar el desenlace. Mide alrededor de 1,65, lleva el pelo recogido, viste completamente de negro y porta un bolso rosa claro —bastante sucio— que desentona lo justo para despistar.
El modus operandi: comer, beber y desaparecer
La comensal no viene a “picar algo”. Busca la experiencia completa. Pide ensalada de tomate rojo y, de segundo, bacalao, riega la velada con hasta seis copas de vino blanco, solicita el postre más caro de la carta y lo acompaña con dos vasos de pacharán. Todo con absoluta tranquilidad.
Llega la cuenta. Anuncia que pagará en efectivo. Toma el bolso con determinación y, cuando el camarero se gira para traer la factura, ejecuta la maniobra final: silla atrás, sprint fulminante y huida. Una carrera digna de final olímpica.
Dos jóvenes consiguen detenerla a pocos metros. Ella lo niega todo. Mientras los dueños del local intentan retenerla hasta la llegada de la policía, la escena roza la astracanada: intenta terminarse el pacharán, pretende llevarse el bacalao sobrante en una bolsa y actúa como si nada fuera anormal.
La situación se agrava cuando aparece una segunda mujer, rubia y con boina, que sale en su defensa. Minutos después, una camarera de otro restaurante del centro reconoce a la sospechosa y lo confirma sin dudar: “Anoche hizo lo mismo en mi restaurante”.
Patadas, insultos y una fuga final sin consecuencias
En su último intento de escape, la mujer lanza una patada a un repartidor de Glovo, agarra a un niño pequeño durante unos segundos y profiere insultos a camareros, clientes y transeúntes. Finalmente, consigue huir.
La policía llega veinte minutos tarde. Según explican los agentes, no pueden hacer nada. El balance: 80 euros menos en la caja del local, una profunda sensación de impunidad y la certeza de que la estafa en restaurantes de Granada podría repetirse.
Alerta para la hostelería de Granada
Los hosteleros lanzan un aviso claro: atentos a la descripción.
- Mujer de 1,65
- Vestida de negro
- Bolso rosa claro
- Apetito voraz
- Moral elástica y piernas rápidas.
Porque este “ser” no busca una cena: busca otra víctima.

