Al pintor no se le conoció mujer, pero cuenta la leyenda que hizo vivir en una estancia de su maravilloso carmen a quien fue su amante. Debieron de vivir un idilio entre cipreses en los románticos jardines de este imponente edificio blanco como la cal que aún se erige a los pies de las Torres Bermejas. El pintor murió enfermo en 1941, dos años después de la cruenta Guerra Civil.
Dejó un legado de obras para el recuerdo y una inacabada pintura en el estudio de su Carmen Blanco. Se trata de La Noche, en la que retrata a una mujer desnuda. Quiere uno imaginar que el nombre está bien escogido porque en esas fechas los desnudos siempre debieron ser algo no ya íntimo, sino clandestino. Sin embargo, se llama así por su clara referencia a la escultura de Miguel Ángel en la tumba de Giuliano de Medici. De hecho, entre las obras que hoy expone la Fundación que guarda el legado del pintor y cuida su
carmen, hay un misterioso cristo de plata que pudo haber creado el mismísimo Miguel Ángel.
El pintor se llamaba José María Rodríguez Acosta; de familia de banqueros, siempre vivió desahogado económicamente. Pintó y viajó y se formó entre Granada, Madrid, París, Ginebra. Expuso y presentó sus pinturas en Bélgica y Holanda e incluso cruzó el Mediterráneo y pisó el suelo de Egipto. El Atlántico para visitar el Canadá y los Estados Unidos. Pero sin duda, su gran creación fue el carmen-estudió que se mandó construir. Allí pasó sus últimos días resguardado de una sociedad gris y hambrienta. Hoy pueden ustedes visitar si quieren este lugar tan especial. Nosotros lo hemos hecho junto a Íñigo Entrala, gerente de la Fundación.