ELECCIONES 28M

¿Por qué se da tanta importancia a la intención de voto?

Aunque queramos pensar lo contrario, las encuestas de opinión no pueden predecir el futuro. Los pronósticos no son más que eso: pronósticos.

Ana Muñoz van den Eynde, (CIEMAT)

Madrid | 18.04.2023 15:56

Imagen de una mano metiendo el voto en la urna
Imagen de una mano metiendo el voto en la urna | Pexels / Element5 Digital

La modernidad es global y en ella todo cambia a gran velocidad, debilitando los hábitos y costumbres tradicionales, según Anthony Giddens. Y como, además, la realidad es muy compleja, las personas solo pueden aspirar a ser expertas en un área concreta y limitada de los sistemas de conocimiento modernos que, por tanto, son opacos para la mayoría. Hacer frente a aspectos aparentemente sencillos de la vida cotidiana se vuelve difícil, las personas se sienten desamparadas, sin sensación de seguridad.

La falta de seguridad genera ansiedad y desconfianza. Por eso parece que nos hayamos vuelto intolerantes a la sorpresa. Queremos que el pronóstico del tiempo nos permita planificar nuestros eventos familiares con antelación. Y queremos saber qué va a pasar en las elecciones antes de que se produzcan. Ir a votar “conociendo” el resultado de antemano.

El modelo de formación de opinión basado en la memoria se apoya en tres premisas:

  • Algunas informaciones están más accesibles en la mente de una persona que otras.

  • La opinión depende de la accesibilidad de estas informaciones.

  • La accesibilidad viene determinada por la cantidad de exposición a esa información y lo reciente que haya sido.

Cómo pensar y qué pensar

Los medios de comunicación contribuyen a decirnos “cómo pensar” y “qué pensar” sobre la actualidad. Por eso tendemos a creer que las encuestas de opinión sirven para crear opinión. Porque cuando la mayor parte de las encuestas dicen que el PP “ganará” las próximas elecciones y se pregunta a las personas encuestadas quién creen que ganará, la respuesta es “el PP”.

Según la encuesta de GAD3 para NIUS realizada en febrero de 2023, el 47,4 % opina que el PP ganaría las elecciones. Pero opinar no es lo mismo que desear.

Para estimar la intención de voto es más útil preguntar a la gente quién quieren que gane. O, en su defecto, tener en cuenta qué dicen cuando les preguntan a quién quieren de presidente del Gobierno.

Según el barómetro del CIS del mismo mes, el 22,1 % menciona a Pedro Sánchez. El 17,9 % a Alberto Núñez Feijóo. El 28,2 % dice que ninguno de los mencionados (a los dos anteriores hay que añadir a Santiago Abascal, Yolanda Díaz, Alberto Garzón, Inés Arrimadas, Íñigo Errejón e Isabel Díaz Ayuso).

Nos apoyamos en la información que dice lo que queremos oír

Nuestro cerebro debe procesar grandes cantidades de información con recursos limitados. Para hacerlo de manera eficiente, en nuestro proceso evolutivo ha desarrollado un conjunto de atajos cognitivos (heurísticos). Pero la eficiencia no garantiza la infalibilidad, al contrario.

Por eso los atajos cognitivos producen sesgos cognitivos, errores sistemáticos en el procesamiento de la información. Uno de los más potentes es el sesgo de confirmación, la tendencia a apoyarnos en la información que dice lo que queremos oír y a ignorar la que dice lo que no nos gusta.

En plena crisis por los efectos perniciosos del bipartidismo y los gobiernos de mayorías absolutas, surgieron con fuerza en España Podemos y Ciudadanos. Ambos partidos se han dejado llevar por el sesgo de confirmación cuando las encuestas les “vaticinaron” resultados muy favorables. Se llegó a decir que Ciudadanos podría ganar las elecciones. Albert Rivera era el líder más valorado. Ciudadanos intentó convertirse en el PP. En las elecciones de 2019 quedó cuarto y en la actualidad está en riesgo de desaparecer.

En 2016, dos años después de irrumpir en el panorama político español, Podemos soñó con ser el partido más votado de la izquierda. Y desarrolló una estrategia de oposición feroz al PSOE que impidió un gobierno de izquierda como alternativa al PP de Mariano Rajoy, que había ganado las elecciones, pero no consiguió forjar alianzas para formar gobierno.

Hubo que repetir las elecciones, Podemos e Izquierda Unida se presentaron juntos, y perdieron un millón de votos. En 2019, la falta de acuerdo con el PSOE hizo que en las elecciones de noviembre perdieran otros 600 000 votos.

Los cantos de sirena de las encuestas

Dejándose llevar por los cantos de sirena de las encuestas, Ciudadanos y Podemos creyeron tocar el cielo electoral. Pero ambos están hoy lejos de conseguirlo.

Ciudadanos se juega su desaparición. Al cambiar su estrategia política, dejó un vacío ideológico. Se había presentado como un partido de centro. Al girar a la derecha, dejó de ser relevante. A la hora de elegir entre dos partidos ideológicamente equivalentes, los votantes optaron por el que tiene más trayectoria y experiencia.

Podemos no ha corrido, al menos de momento, la misma suerte que Ciudadanos porque sigue ocupando un hueco ideológico relevante en la escala izquierda-derecha. Habrá que ver qué ocurre con la irrupción de Sumar.

En todo caso, la pérdida de apoyos también tiene raíces ideológicas si pensamos en la ideología como una visión del mundo que refleja aquello a lo que aspiramos.

La confianza política refleja la seguridad que tienen las personas en que los líderes y las instituciones políticas protegen sus intereses. Por otro lado, la ideología conservadora se basa en la motivación de evitación y la necesidad de proteger: prevenir resultados negativos y pérdidas.

En cambio, la ideología progresista se basa en la motivación de aproximación y la necesidad de proporcionar: obtener resultados positivos y ganancias.

Por eso la parálisis y la obstrucción penalizan a los partidos progresistas, pero no a los conservadores. Por eso el PP recibió más apoyo electoral al repetir elecciones en 2015-2016, mientras que PSOE y Unidas Podemos lo perdieron en 2019.

Los pronósticos de las encuestas cambiaron el comportamiento de los partidos políticos que se dejaron llevar por el sesgo de confirmación. Puede que el cambio de estrategia cambiara la decisión de los y las votantes.

De nuevo según el barómetro de febrero del CIS, el 54 % de las personas encuestadas vota por un partido u otro, o no vota, según lo que más le convenza en el momento de hacerlo.

También es posible que hubiera un desajuste entre lo que las personas encuestadas decían que iban a hacer (dejándose llevar por el clima informativo del momento) y lo que pensaban hacer en realidad. En todo caso, los pronósticos no son más que eso. Aunque queramos pensar lo contrario, las encuestas de opinión no pueden predecir el futuro.

Ana Muñoz van den Eynde, Responsable de la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad (UICTS) del CIEMAT, Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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