Barcelona y Sevilla pugnan este domingo en la final de la Copa del Rey por un título cuya consecución supondría para ambos poner la guinda a un curso excelente, ya que en caso de triunfo azulgrana lo sumarían a la Liga ganada hace una semana y si es de los andaluces, el doblete sería con su reciente Europa League. El partido llega para los dos conjuntos en un momento álgido, especialmente de ánimos, y quizá más el Sevilla, que entrará en el Vicente Calderón como vigente campeón de la Europa League, torneo que alzó por quinta vez en su historia, y el tercero de forma consecutiva.
La final de la Copa del Rey ha reencontrado de nuevo a Barça y Sevilla en un partido inédito, ya que nunca antes en este centenario se habían medido, aunque sí, en cambio, en doce ocasiones en eliminatorias anteriores, con un balance favorable a los azulgrana, que pasaron ronda en ocho ocasiones, por cuatro del club del barrio de Nervión. Después del triplete del año pasado, el Barcelona busca en éste un doblete que complemente a la Supercopa de Europa y al Mundial de Clubes que ya ganaron antes de 2016 los pupilos de Luis Enrique, que acude a la final con su equipo en un estado inmejorable.
La propuesta de Luis Enrique para la final no va a variar mucho, especialmente en el once, pues se espera el equipo de gala con la única duda, poco posible, de que el meta chileno Claudio Bravo, ya recuperado, pudiese arrebatarle la titularidad al cada vez más seguro Marc ter Stegen. El Barça sabe que no va a tenerlo fácil ante un Sevilla que ya le ganó en la primera vuelta de la Liga, precisamente en el primer partido en el que Messi estuvo ausente por lesión.
El control del centro del campo, una vez más, será donde se resuelva la clave del partido, pues si los azulgrana son capaces de serenar a su rival y empujarlo hacia su campo, parece poco probable que la dinamita que tiene delante, con Messi, Suárez y Neymar, autores este año de 130 goles, no acabe marcando. Además, el Barcelona ha dejado su portería a cero en los últimos cinco partidos, gracias en parte a ajustes con los que Luis Enrique ha corregido aspectos que hacían a la zaga algo vulnerable.
Por su parte, el Sevilla, hasta hace una década históricamente huérfano de finales, afronta con todo lo que tiene la del Calderón, con su máxima ilusión, para luchar por conquistar su sexta Copa del Rey -la última la ganó en 2010 al Atlético en el Camp Nou-, y además tendrá el apoyo de unos 20.000 sevillistas que ansían el doblete. A Basilea se desplazaron unos 6.000 y se hicieron notar hasta el punto de ganarle la partida a la hinchada del Liverpool, que les triplicaba en número, y aunque quizás el título europeo ha quitado presión a los de Emery, lo que está claro es que el Sevilla nunca se rinde.
El técnico vasco, que está haciendo historia en el Sevilla, da la vitola de favorito al súper campeón Barcelona, pero esto puede encerrar un poquito de "trampa" porque también ha advertido que a su equipo y al sevillismo no le "gana nadie en ilusión". Tiene bajas notables para la final. Están lesionados el galo Tremoulinas y el danés Krohn-Dehli, y sancionados por sendas 'meteduras de pata" el defensa francés Kolodziejczak y el medio N'Zonzi por protestas al árbitro en liga y en la semifinal de Copa en Vigo, respectivamente.
Lo más seguro es que repita el once que ganó la Europa League al Liverpool con dos cambios: la vuelta a la portería del internacional Sergio Rico por David Soria, que ha sido el titular en Europa; y la entrada por N'Zonzi de Vicente Iborra, que podría jugar en la media punta y Éver Banega retrasar su posición al medio campo, o bien del uruguayo Cristóforo, y en ese caso el argentino jugaría de enganche.