Desde los goles del extremo y desde el fútbol de Koke, un jugador que multiplica el juego del conjunto madrileño en el centro, construyó el Atlético otra victoria, apurada en el primer tiempo, del que ya se marchó por delante en el marcador, e incontestable en el segundo para reforzarse entre los mejores de la tabla liguera.
El Atlético duda pocas veces. Y, cuando esto sucede, casi siempre se levanta. No entró al partido tan concluyente como reclamaba en la víspera su técnico, el argentino Diego Simeone, y recibió el 0-1 de Isaac Cuenca de forma inesperada, superado el cuarto de hora, en el único tiro del Granada, pero respondió con ambición y siete goles.
Su capacidad de reacción es un factor, entre otros muchos, por los que el Atlético superó este sábado al Granada, encadena ya más de un año sin perder en Liga en su estadio -23 partidos-, maneja a estas alturas de curso la cima de la tabla, no ha perdido aún ningún encuentro y apunta alto a siete meses del final de la temporada.
Porque hubo dudas en el Atlético en los primeros veinte minutos. Nunca en cuanto a su actitud y su mentalidad ganadora, las dos incuestionables, pero sí en otros aspectos del comienzo del partido; en defensa, con un irreconocible Diego Godín con un par de fallos en el corte inusuales en un tipo de tanta fiabilidad, y en ataque.
El Atlético tuvo el balón, por momentos lo movió con astucia y precisión al ritmo de Koke, un futbolista aún más enorme en el medio centro, pero no generó ocasiones hasta el minuto 23; el Granada, replegado, apenas manejó la pelota de medio campo para adelante, atravesado por unos cuantos pelotazos, pero marcó el 0-1. Un golazo.
Una sorpresa en el estadio Vicente Calderón y una prueba más de carácter para el conjunto rojiblanco, que, de pronto, cuando sentía el encuentro aparentemente controlado con la pelota y sin ella, sufrió un derechazo en su firme estructura: la preciosa volea de Isaac Cuenca a la escuadra del esloveno Jan Oblak en el minuto 18.
Hasta entonces, el Atlético chocó contra la acumulación de futbolistas del Granada; desde entonces, la remontada sólo fue una cuestión de tiempo. Porque el conjunto madrileño respondió con voracidad. Fue veloz, ágil, profundo, desbordante y efectivo en la ofensiva por el empate, primero, y por la victoria, minutos después.
Lo uno y lo otro llevaron la firma del belga Yannick Carrasco. En el minuto 33, la igualada, remachada por el extremo, oportuno para transformar en el 1-1 un balón suelto en el área entre un cabezazo del francés Antoine Griezmann y un rechace flojo, al medio, casi un regalo, del mexicano Guillermo Ochoa. Una concesión decisiva, entre alguna protesta por una supuesta falta previa en un salto anterior.
Y en el 44, en la última acción del primer tiempo, el 2-1; una conducción suya por la esquina del área y un derechazo que se alió con el rechace en Tito para descontrolarse camino de la portería de Ochoa. En once minutos, el partido ya se había volteado, dirigido a la cuenta de puntos del actual líder de la clasificación.
Hasta ahí resistió el Granada, en el reestreno en su banquillo de Lucas Alcaraz, la solución de la directiva para un equipo que ha fichado 20 jugadores, ya ha cambiado de técnico en siete jornadas y aún no ha encontrado un triunfo este curso. De principio, transmitió un aspecto competitivo; después decayó cuando creció la exigencia.