Adi Iglesias se ha convertido en una de las estrellas de la delegación española en Tokio. Dos pruebas en los Juegos Paralímpicos y una medalla de oro en el cien metros y una de plata en el 400.
En la vuelta a la pista, bajo la lluvia incesante del estadio olímpico, ha completado una prueba definida en varios tramos. Primero una salida en la que su reacciónha sido de las más lentas. A partir de ahí modo remontada. La velocista al paso por el 200 se ha colocado en la primera posición. La curva ha aguantado en cabeza pero la recta final ha pagado el esfuerzo y se ha visto superada por la azerbayana, Lamiya Valiyeva.
Tras la prueba, la española ha tenido que ser atendida. El esfuerzo tan explosivo que supone un 400 hace que habitualmente los atletas sufran mareos y náuseas tras la misma. "No sé si la he liado mucho pero lo he dado todo y me voy con esa sensación. Mejor no podía haberlo hecho y me voy súper contenta", decaraba a Onda Cero.
En la carrera ha ido de menos a más aunque los últimos metros se le han hecho largos: "He remontado en la contrarrecta. Mis rivales me tenían de liebre y no quería perder la compensación. No he podido aguantar en los últimos 50 metros porque el ácido láctico me ha pasado factura pero lo he luchado hasta el final".
Y destaca el gran apoyo que ha recibido especialmente de su tierra: "En estos Juegos me he sentid súper apoyada. Sobre todo de Galicia, yo que soy muy de casa me importa mucho sentir el apoyo de los míos. Y mi madre y entrenador que desde casa no se han perdido una prueba. Cuando llegue a casa les daré las gracias que se lo merecen".
Tuvo que huir de Mali a los once años
Adiaratou Iglesias probablemente se hubiera casado cuando era una adolescente si no hubiera huido de su país natal, Mali. Nació con albinismo. En Mali es una situación muy peligrosa por la fuerte superstición que hay en torno a ellos. Se considera que traen mala suerte con vida pero buena suerte muertos. Eso les coloca permanentemente en una diana. Una situación insostenible para una niña.
No sabe cómo hubiera sido su vida de haberse quedado en Mali pero imagina que en caso de haber podido escabullir los ataques por esas supersticiones, estaría casada a la fuerza y viviría como cuidadora en una de tantas chozas de paja y barro que hay.
Con once años su madre decidió enviarla a España dónde ya tenía un hermano. Acabó en un centro de acogida hasta que finalmente conoció a su madre adoptiva, Lina Iglesias.
A los dos años de estar en España comenzó a practicar el deporte. Sus condiciones eran muy buenas, aseguran los técnicos. Ella en cambio no se veía bien. No le gustaba tener un cuerpo tan atlético. Pero se acostumbró y se enganchó al entrenamiento. Una carrera que ha culminado con un oro paralímpico en la prueba reina, y con solo 22 años.
Adi solo tiene un 15 por ciento de visión por lo que en la final solo se centró en correr. Cruzó la meta y no sabía que había pasado. Solo con los gritos, la megafonía y alguna vez que oyó su nombre se dio cuenta que había ganado. "No sabía que había ganado. Sabía que había alguien a mi lado, que más o menos íbamos juntas, pero no si había alguien a mi derecha", declaraba. Su sueño se ha hecho realidad. Y en el horizonte París en tres años.