OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "«Me llevó una hora asumir que acababa de ver morir a un hombre. Uno al que dije hola más de una vez»"

Ha escrito el corresponsal parlamentario del diario 'The Guardian':

"En ocasiones como ésta creo que la mente se bloquea. El cerebro y el corazón se desconectan. Me llevó una hora asumir qué es lo que acababa de ver. Pero el resumen es éste: 'hoy vi a un hombre morir'. Un oficial de policía al que seguramente he dicho ‘hola’ más de una vez en los últimos años. Puede que esta misma mañana. A las cuatro menos diez un reportero de 'Bloomberg' entró corriendo en las oficinas del Guardian en el Parlamento. ¡Ha pasado algo fuera!, dijo. Nos fuimos al despacho del 'Daily Telegraph', que tiene vistas al jardín de entrada. Vimos dos cuerpos tendidos en el suelo.

"Alguien atacó a un policía con un cuchillo", me dijeron, "luego otro policía le disparó tres veces en el pecho". Ve más agentes de policía llegar corriendo. Se acercaron a los dos cuerpos. Otro hombre llegó corriendo y empezó a hacerle la respiración artificial al policía herido. Ninguno nos dimos cuenta de quien era. El viceministro de Exteriores Tobías Ellvwood. Llegó la ambulancia. Llegaron los paramédicos. Atendieron al atacante. Estuvieron varios minutos intentando reanimar al policía. En algún momento asumieron que ya no podían hacer más. Pararon. Al asesino se lo llevaron en una ambulancia. El policía quedó en el suelo. Vi cómo metían su cadáver en una bolsa blanca. Regresé a mi escritorio sin saber muy bien qué hacer. Había comenzado la jornada creyendo que escribiría sobre la sesión de control al gobierno y la he terminado como uno de los testigos de un atentado terrorista. Testigo de la muerte de un policía".

El policía se llamaba Keith Palmer. 48 años. Casado y con hijos.

Otras tres personas fueron asesinadas.

Londres, a 23 de marzo de 2017.

Como el asesino abandonó este mundo ayer mismo, muerto por los disparos de la policía —se ganó a pulso el pasaporte al paraíso— no ha sido posible interrogarle. No se le ha podido preguntar al asesino múltiple si tiene algún amigo por ahí suelto con ganas de hacer lo mismo; si el coche con el que atropelló mortalmente a tres personas y dejó malheridas a otras veinte era suyo o se lo había prestado alguien; si la justificación, la coartada que se da a sí mismo para matar gente a la que no conoce de nada es religiosa, es política, es económica o es de cualquier otra clase sin dejar de ser nunca una mera coartada.

Como al criminal lo mataron ayer para evitar que él siguiera matando —abatido, se dice ahora— la investigación policial ha de empezar de cero: averiguando quién diablos era este tipo que ayer lanzó su vehículo contra los peatones que cruzaban el Támesis por el puente del Parlamento y luego acuchilló a un policía y acabó con su vida. Salpicando de sangre la entrada de la Cámara legislativa y lo que ésta representa.

La primera ministra compareció anoche, después de recibir información de la policía y los servicios de inteligencia, para admitir que aún no está identificado el asesino y que la investigación es todavía incipiente. Pero para afirmar también que la respuesta que merece quien intenta atacar la democracia británica es que ese Parlamento se reúna hoy con normalidad de nuevo.

Ningún grupo terrorista se ha atribuido hasta ahora el atentado ni ha identificado al autor como uno de los suyos. En ausencia de otras pistas fiables, son los sospechosos habitales —los grupos yihadistas— quienes están siendo investigados, en primera instancia, por la policía y la inteligencia británica.

A ver qué respuesta se les ocurre ahora a todos aquellos que, cada vez que un terrorista nos mata a alguien, corre a preguntarse qué hemos hecho mal para merecerlo, qué acción, qué decisión, que comportamiento nuestro —que no suyo— explica que estos tipos nos maten. Esta reacción tan cansina de culparnos siempre de lo que nos pase.

Hay que agradecerle a Donald Trump que en su primera declaración como presidente tras un atentado en Europa no haya culpado al gobierno británico de poner en riesgo a sus ciudadanos por permanecer aún en esta Unión Europea que acoge, mal que bien, refugiados en lugar de levantar muros infranqueables en todas sus fronteras.

Una diputada de Podemos en el Parlamento catalán, la señora Martínez, hizo piña ayer con la CUP y con Junts pel sí para aprobar que se gaste dinero público en montar un falso referéndum, sobre la independencia, sea el que sea, aunque no sirva para nada porque su resultado (si es que se llega a celebrar) sólo se lo tomarán en serio los convocantes —nadie más— y aunque el letrado del Parlamento advirtiera expresamente a los parlamentarios, antes de votar, de que el Tribunal Constitucional tiene dicho que carecen de potestad para una votación como ésa. A la diputada del partido de Pablo Iglesias lo que diga el letrado de la cámara y lo que diga el Tribunal Constitucional le resbala. Bueno, Pablo igual lo diría de otras maneras.

Porque en el Congreso de los Diputados Iglesias predica la separación de poderes pero en el Parlamento de Cataluña su diputada lo que predica es hacerle al Constitucional una enorme peineta.

Al rodillo independentista —más su guinda morada recién fichada— le aguarda, es de suponer, una denuncia de la fiscalía que acabe juzgándolos a todos por desobediencia, en coherencia con lo que ha ocurrido ya con el cuarteto insumiso que abrió camino: Mas, Rigau, Ortega y ahora también, Francesc Homs. El escudero del rey Artur que habría sido juzgado, con sus colegas, en el Tribunal catalán si antes no hubiera maniobrado con eficacia en su partido para heredar el escaño que siempre tuvo en Madrid Durán i Lleida. Artur Mas lo aupó a la lista de Convergencia a las Cortes y allí lleva desde hace un año, disfrutando de la vida madrileña que le permite trabajar desde dentro —desde el corazón del estado— por la desmembración del mismo.

Prisa por asumir su inhabilitación y marcharse a su casa el señor Homs es verdad que no tiene. Se aferra a que nadie le ha notificado aún nada para agarrarse con fervor patriótico (patriótico español) a su sillón en las Cortes españolas.

Calidad democrática: el diputado inhabilitado por delincuente encadenado a la pata de su escaño. A él también se la bufa lo que diga el Tribunal Supremo.

Diputada de Podemos que se retrata a sí misma refiriéndose a los procesados por dar una paliza a dos guardias civiles en Alsasua como víctimas. Y que al darse cuenta intenta arreglarlo sobre la marcha.

Ione Belarra, diputada navarra de Podemos. Las víctimas de la injusticia son los … procesados por agredir a los guardias y sus novias. Tremenda injusticia que se les acuse de un delito de terrorismo porque, según Podemos, fue sólo una pelea de bar.

El papelón del diputado Juan Antonio Delgado, que fue portavoz de la Asociación Unificada de la Guardia Civil y se encontró ayer con el grupo al que pertenece recibiendo a los familiares de los procesados por la paliza a dos compañeros suyos del cuerpo, y sus novias, como si los agresores fueran pobrecitos mártires perseguidos por el estado. Se han desmarcado del manto protector con el que Podemos ha querido cubrir a los procesados dos parlamentarios de este grupo: Delgado, que es guardia civil, y Juan Pablo Yllanes, que es juez y que entiende que el papelito éste que ha difundido Podemos cuestionando el auto de procesamiento supone una interferencia en la separación de poderes. Repitamos: la separación de poderes. En efecto, justo eso que ayer decía defender en el Hemiciclo su líder Pablo Iglesias. La separación de poderes. A ver si va a ser a Pablo a quien la separación se la bufa.