OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Es la resistencia de Rajoy a ir a testificar lo que convierte la decisión del tribunal en un sopapo"

Érase un gobierno al que llovían piedras por poner a su servicio al poder judicial, y que no paraba —sin embargo— de encajar reveses en los juzgados.

Érase un gobierno fustigado por ascender jueces incómodos, colocar jueces afines, teledirigir fiscales y orientar las investigaciones de la UCO, y al que no dejaban —sin embargo— de crecerle los enanos.

Si éste es el Gobierno controlator que aspira a tener embridados a los jueces, sometidos a los fiscales y aguados los casos que le perjudican —que no hay por qué dudar de que ésa sea la aspiración del gobierno, como lo fue siempre de los gobiernos que hubo en España— si éste es el gobierno intervencionista ya puede proclamarse su clamoroso fracaso. Por no conseguir, ni siquiera ha conseguido que a Rajoy le dejen declarar en la Gürtel por videoconferencia desde su despacho. Es más, ni siquiera ha sido capaz de otear cómo respiraban los tres jueces de ese tribunal, porque hombre, cabe pensar que si hubiera intuido el gobierno que a Rajoy le iban a obligarse a personarse, en carne mortal, en la sala de justicia, se habría ahorrado el papelón de pedir el plasma y quedar como desairado ahora que el tribunal le ha respondido haciéndole una educada peineta.

Si Rajoy hubiera sido coherente con lo que dijo la primera vez —que si hay que ir, como cualquier ciudadano al que llaman para que testifique— le habría quitado hierro a su declaración como testigo y se habría evitado aparecer ahora como derrotado en el pulso con el tribunal. De haber sido él quien tomara la iniciativa de acudir no parecería ahora que lo llevan a declarar a rastras. Es la resistencia a ir lo que convierte la decisión del tribunal en un sopapo.

En rigor, el tribunal podía haber argumentado racionalmente tanto para aceptar la videoconferencia como para rechazarla. Es frecuente que no sólo testigos, también acusados, declaren a distancia. Depende de la valoración que haga el tribunal de las razones para ir o no ir y esta vez tenía razones suficientes tanto para lo uno como para lo otro. Como las tuvo en su momento para rechazar que se citara a Rajoy como testigo y para aceptarlo unos meses después, juicio adelante. ¿Ha pesado en el ánimo del tribunal, dos a uno, el deseo de afirmar que por muy presidente que seas si te citan has de procurar ir? Pues es posible. La igualdad de todos ante la ley.

Pero en la reacción de algunos a esta decisión tan corriente lo que parece que pesa es el deseo de afirmar no la igualdad ante la ley, sino la igualdad procesal de todo el que se acerca a una sala de justicia. Recordemos: Rajoy va como testigo. Nada más. Caminar al lado del banquillo no equivale a sentarse en él. Respirar el mismo aire que Bárcenas no significa que uno sea Bárcenas. Ir a declarar a un juicio, como sabe todo el que ha tenido que ir a declarar, no significa que te estén reprochando nada.

La oposición puede hartarse de decir que es gravísimo que un presidente de gobierno sea citado como testigo en un juicio. En su naturaleza está exagerar. A ver, inusual es, en España al menos. Nunca antes había sucedido. Quizá porque todas las veces anteriores que un presidente tuvo algo que aportar fue rechazada su citación precisamente porque era presidente y podía quedar raro. Novedoso es. Pero novedad no es sinónimo de gravedad. La declaración de Rajoy, salvo que él mismo se enrede en alguna de sus respuestas típicamente marianas, no tiene mayor complicación. Le preguntan los abogados, él responde lo que lleva años diciendo, y mientras no se contradiga, fin de la historia.

Para tener controlados con puño de hierro a los jueces, los tribunales, los fiscales; para estar parasitando las instituciones del Estado —como dice Podemos— el gobierno no para de encajar disgustos.

Oficialmente, quién sea el fiscal jefe anticorrupción le corresponde sólo al fiscal general del Estado, magistrado Maza. Pero como a ése lo nombró el gobierno, el fiscal anticorrupción forma parte de la lista de piezas de caza mayor que la oposición está intentando cobrarse.

No es un secreto que el fiscal jefe Moix se encuentra hoy peor que ayer y quién sabe si mejor que mañana, panameño.

No es un secreto que algunos subordinados suyos, algunos compañeros suyos de carrera, algunos medios de comunicación y todos los partidos políticos que no son el PP le tienen ganas al fiscal jefe.

Y no es un secreto que los fiscales generales reafirman su confianza en sus subordinados hasta el mismo momento en que dejan de afirmarla y se los cargan.

Sobre Manuel Moix, fiscal de larga trayectoria profesional que llegó a tener plaza nada menos que en el Tribunal Supremo, ha caído una palabra que es criptonita en España: la palabra es Panamá. "Panamá" como sinónimo de sociedad offshore y como sinónimo también, en la España de la brocha gorda, de corrupción y evasión de capitales.

Moix tiene la cuarta parte de una sociedad offshore. Es decir, que en parte es suya una compañía que antes fue de su padre y que tiene, como patrimonio conocido, un chalé en Madrid. Fallecido el padre heredaron la sociedad —o sea, el chalé— los hijos y según Moix, lo declaró a Hacienda y tributó por esa participación en el extranjero. Según su relato, por tanto, no ha incurrido él ni en ocultación de patrimonio ni en elusión de sus obligaciones tributarias. Tener una sociedad en Panamá, es verdad, no significa necesariamente haber evadido o haber defraudado.

• Se muere tu padre.

• Los hijos heredan la casa pero se enteran de que está a nombre de una sociedad panameña. O sea, que lo que heredan es la sociedad que montó el padre.

• Declaran la sociedad a Hacienda. Declaran la casa. Declaran la herencia. Y pagan lo que corresponde.

• Y ahora tienen la casa en venta.

Por la información que hasta ahora se ha publicado, ni el señor Moix ha delinquido ni ha engañado a nadie ni, sobre todo, ha dejado de pagar un solo euro de los que le corresponden como heredero de un patrimonio. Pero…va a darle igual porque le ha caído encima Panamá y eso es munición de primera en manos de quienes le tienen ganas.

Desde que llegó al departamento y demostró que es un jefe al que le gusta mandar y cuestionar criterios no han cesado las fuentes anónimas que desde dentro de su fiscalía hablan de rebeliones internas, de intentos de sabotear investigaciones, de malestar entre los fiscales. En realidad son dos los fiscales de ese departamento que ponen en circulación la

Lo más sorprendente, o no, este monosílabo de Rajoy. Cuando ayer le preguntaron por Manuel Moix.

Sólo hay una respuesta buena a esta pregunta. Y es: quién soy yo para mantener o no mi confianza en un fiscal jefe que no depende de mí. Cuando un presidente de gobierno responde que mantiene su confianza en el fiscal anticorrupcion como si le hubieran preguntado por uno de sus ministros está revelando que en su cabeza es justo eso, un miembro más del gobierno que requiere de su bendición para seguir siéndolo.

El gobierno de la injerencia que como controlador de las causas judiciales ha demostrado ser un desastre.

Ya sabemos que, suceda lo que suceda —caiga Moix o no caiga, salga de prisión Nacho González o sigas dentro, declare Rajoy por plasma o en persona— el argumentario está preparado.

Si se hace justicia es mérito de jueces, fiscales, UDEF y UCO. Si no se hace —-o al que opina le parece que no se hace— entonces es porque los jueces se dejan mangonear, los fiscales están atados de manos y la UDEF y la UCO cumplen órdenes del ministro del Interior.

Está en manos de José Manuel Maza, el fiscal general, que Moix siga a pesat de todo o que sea entregado en sacrificio. Y Maza ya sabe a estas alturas que si se carga a Moix será aplaudido por los mismos que le reprobaron a él y que si lo mantiene será reprobado de nuevo. Y que más vale que el próximo jefe que nombre sea del agrado de sus subordinados porque si no, la tormenta seguirá activa.