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Monólogo de Alsina: "En la corte de Puigdemont, Junqueras y la CUP al que duda, se le manda para casa"

Así se las gasta el demócrata Carles Puigdemont. Al que disiente, se le corta la cabeza. Como en Juego de tronos. En la corte de Puigdemont está prohibido dudar. Sobre todo, dudar de él. En la corte de Puigdemont-Junqueras-y la CUP (la corte tricéfala) al que duda, se le manda para casa. Sin derecho a decidir si se va o se queda. Todo sea por la pluralidad, la variedad de opiniones y la tolerancia.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 04.07.2017 08:11

Hace doce horas que rodó por la escalinata del Palau de la Generalitat la cabeza chorreante de un tal Baiget, Jordi Baiget. Consejero de Empresa y Conocimiento, un perfecto desconocido fuera de Cataluña y casi que también dentro. Sólo doce horas después de que se difundiera públicamente lo que este señor piensa.

Les recuerdo la historia: ayer a estas horas les contaba a ustedes aquí que un consejero del gobierno catalán, el de Empresa y Conocimiento, señor Baiget —un perfecto desconocido fuera de Cataluña y casi que también dentro— le había dado una entrevista a un digital, PuntAvui. Que hubiera dado una entrevista ya era noticia porque éste ha sido un consejero mudo. El mudito del govern. Y ahora se entiende que haya preferido estar mudo porque, en cuanto ha abierto el pico, se lo han cargado.

¿Qué decía en esta entrevista póstuma? Pues que no habrá referéndum. Que Puigdemont lo convocará, sí. Pero que el Constitucional lo suspenderá, por supuesto. Y que entonces se acabará haciendo una simulación, otra consulta de cartón y sin el menor efecto vinculante. “Será un 9N pero no como el 9N, porque en lugar de ir a votar dos millones de personas irán cuatro". Pero vamos, que referéndum como tal no será. Y esto en la corte independentista es pecado mortal con pena excomunión: el consejero deportado a los infiernos, por pasarse de sincero.

Quién le iba a decir a Puigdemont que sería uno de sus consejeros —bueno, más de Artur Mas que de él— quien arruinara su acto propagandístico de hoy en Barcelona. La mancha en la pancarta. El borrón supremo.

Quién le iba a decir que vendría el borrón de su propio partido, el PdeCAT. Atención a lo que está pasando ahí dentro. Porque cinco horas antes de que Puigdemont se cargara al consejero la coordinadora del PdeCAT estaba defendiendo a Baiget y dando por hecho que permanecería en el gobierno al menos hasta la celebración del referéndum.”No hay motivo alguno para prescindir de él”, sentenciaba la joven Marta Pascal a mediodía.

Por la tarde, Puigdemont prescindía de él. Y la señora Pascal se agarraba un globo que ya veremos cuándo explota. El de ella y el de muchos dirigentes de ese partido que ven que el PdeCAT va contra las rocas y sin nadie que le dé un giro de timón. Artur Mas guarda silencio sobre la defenestración de uno de los suyos, pero Francesc Homs no lo guarda: ya ha dicho en Twitter que una decisión como ésta resta apoyos en lugar de sumarlos, que son otros los que están sobrando y que hasta ahora sólo han sido condenados dirigentes del PdeCAT. Entiéndase, no de ERC, no de la CUP. Homs influye en su partido poco tirando a nada pero su desahogo es muy compartido.

El globo va a explotar. Cualquier día. Va a explotarle en la cara a Puigdemont. Otra pregunta que nos hacíamos ayer aquí: ¿cómo sabía Montoro que la madre de Soria tenía una cuenta en Suiza?

El ex ministro de Industria, defenestrado por sus versiones diversas sobre la sociedades que tenía en Panamá y otros paraísos fiscales, ha escrito unas memorias (o algo así) en las que cuenta que quien más hizo por acabar con su carrera fue su colega de gabinete Montoro. Que cuando Rajoy estaba dudando sobre qué debía hacer con Soria, Montoro le chivó al presidente que la madre de Soria tenía una cuenta en Suiza. De hacer sido así, ¿cómo lo supo Montoro? Obligado no sólo a estar al margen de los datos personales de los contribuyentes sino también a guardar confidencialidad sobre cualquier información que, en ese ámbito, conozca.

Soriano acusa todavía a cara descubierta —sólo ha filtrado un adelanto de sus memorias—, pero incide en una vieja sospecha sobre el ministro de Hacienda, sospecha: que conoce la información confidencial sobre los contribuyentes y la utiliza en la batalla política. En su línea habitual, Montoro elude entrar en el fondo del asunto y recurre a su sermoncito de siempre: éste de presentarse como el calimero al que le llueven siempre las tortas.

Pobre ministro, todo el mundo siempre contra él y él contra el mundo. Él, que nunca ha tenido más ambición política, ¿verdad?, que la del servicio a España.

Su pelea interna —pelea de poder— con José Manuel Soria la ganó él. Eso es un hecho. Pero justo por eso Soria ya no es nadie ni tiene nada que perder y Montoro, que sigue siendo ministro, tiene que perderlo todo. Sobre todo si aparecen papeles que lleguen a probar que compatibilizaba su condición de ministro con la de lobista.

Si Soria tiene esos papeles y si tiene voluntad de airearlos, que ninguna de las dos está hoy probada, entonces sí estaría en disposición de devolverle el golpe a Montoro. El ministro al que aparentemente —-sólo aparentemente— todo le resbala.

Ahora hay margen para bajar los impuestos. Teoría y práctica de la zanahoria según Montoro.