OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El independentismo tiene razones para estar exultante y el Supremo para estar desolado"

Ellos tienen razones para estar exultantes. El Supremo las tiene para estar desolado.

@carlos__alsina

Madrid | 17.05.2018 08:03

Los hechos son los que son. Aún no nos han entregado a ninguno.

Ni a Comín. Ni a Puigdemont. Ni a Ponsatí. Ni a Serret. Ni a Puig. Ni a Marta Rovira.

A ninguno.

Los presuntos autores de un delito tan grave como la rebelión, como la malversación, los autores de una desobediencia de libro al Tribunal Constitucional se dividen hoy en dos grupos:

Los que permanecieron en España, que aguardan a que se celebre el juicio en prisión preventiva.

Los que escogieron largarse, que se hacen fotos, graban vídeos, hacen ruedas de prensa, pasean, se alquilan chalets y bailan.

Esto es lo que hay. Salvo que a Puigdemont, a Comín, a Ponsatí, les entre de pronto una morriña terrible y sientan la urgencia de regresar a Barcelona a disfrutar de la luz del mediterráneo, y de las ramblas, y del pan con tomate, empieza a haber serias dudas de que pueda juzgárseles.

Hoy el Tribunal Supremo está muy contrariado. Los jueces que lo integran comentan, sotto voce, que esto de Bélgica es intolerable, que nunca ha mostrado voluntad alguna de colaborar con la justicia española, que la decisión de ayer no tiene un pase. Se suponía que la fiscalía belga representaba allí los intereses del estado español y ya han visto lo que ha pasado: que fue la fiscalía la que dijo que la euroorden de Llarena era defectuosa. Les mandas el auto de procesamiento entero, les explicas que están vigentes las órdenes de detención que dictó al comienzo de la instrucción la Audiencia Nacional y te responden explicándote ellos a ti cómo funcionan los procedimientos judiciales en España. Te discuten si está en vigor una orden de detención nacional cuando les estás diciendo que los tres ciudadanos a los que tienen allí están procesados por rebelión y, obviamente buscados para ser juzgados.

La conclusión en el Supremo es así de clara: Nos torean. Nos vacilan. Nos toman por el pito del sereno.

Por eso la indignación es contra sus colegas belgas, sí, pero también por la pasividad del gobierno a la hora de defender al Estado Español, y a su justicia, ante estos socios europeos que han convertido la famosa euroorden en una cáscara que dentro sólo lleva un dedo. Un dedo haciendo la peineta.

Está bien saber cómo de indignado, o cuánto de indignado, está Llarena y el resto de los magistrados, pero su estado anímico resulta irrelevante a los efectos que se buscan, que son los de poder juzgar alguna vez aquí a los fugados. Que el Supremo tenga un tremendo malestar no sirve de nada. Que ponga como un trapo a la fiscalía belga, tampoco. Que emita una tercera euroorden a ver si a la tercera es la buena tampoco garantiza ya nada. De ahí que Llarena no vaya a arriesgarse a que le suelten otra bofetada.

• El hecho es que la orden de detención aquella que se cursó cuando Puigdemont y su séquito se instalaron en Bélgica no sirvió para que fueran entregados. Como no sirvió retirarla y volverla a formular una vez que estuvieron procesados. Como no parece que vaya a servir en Escocia y como los fiscales españoles empiezan a temerse que tampoco sirva en Alemania.

• El hecho es que aquello que jueces y fiscales españoles daban por hecho en noviembre —no había duda de que Bélgica entregaría a los prófugos, era la Unión Europea, nuestro código penal era homologable, se había estudiado minuciosamente el caso y la conclusión era que los prófugos lo tenían crudo—, todo aquello que nos contaron entonces como una verdad inquebrantable se ha revelado, siete meses después, como la expresión desinformada de un deseo. Europa no iba a permitir que presuntos delincuentes de un país escaparan de la justicia yéndose a vivir a otro y eso es justamente lo que ha pasado, que les bastó cruzar la frontera para escaquearse de todo.

Hoy los fugados están de celebración. Hoy el Estado español está tocado.

Por si acaso,

• hay que ir haciéndose a la idea de que sólo si alguna vez estos siete deciden volver a España se les podrá juzgar.

• Hay que ir haciéndose a la idea de que el juicio al procés comenzará a la vuelta del verano con la mitad de los procesados ausentes; sólo la otra mitad será juzgada.

• Hay que ir haciéndose a la idea de que mientras aquí se esté celebrando el juicio, los Puigdemont y los Comín estarán haciendo de comentaristas, en tiempo real, de cuanto allí suceda.

• Y hay que ir haciéndose a la idea de que será Puigdemont, en función de cómo sople el viento, quien llamará a su delegado, Joaquim Torra, para que disuelva el Parlamento autonómico y convoque nuevas elecciones. Forzando a Esquerra a concurrir bajo una misma marca para impedir que Ciudadanos las gane.

Quien le iba a decir a José Luis Garci que harían un remake de "Las verdes praderas", su película del 79.

Quién le iba a decir que en esta nueva versión el papel de Alfredo Landa lo haría Pablo Iglesias y el de María Casanova, Irene Montero.

Sinopsis de la película de Garci: Jose y Conchi, el matrimonio Rebolledo, padres de dos niños, se han comprado un chalet en la sierra donde respiran aire puro, practican deporte, hacen barbacoas y ven crecer a sus críos.

Son la pareja tradicional de costumbres burguesas y razonables ingresos. Sólo que la película de Garci iba tornando de la felicidad burguesa a la crítica al estilo de vida del chalet en la sierra y en esta versión de ahora José y Conchi, o sea, Irene y Pablo, harán el camino al revés: de la crítica a la gente rica que se gasta seiscientos mil euros en una vivienda al gusto por la inversión inmobiliaria en una urbanización de la sierra.

La vivienda unifamiliar. Con parcela de dos mil metros cuadrados. Piscina. Jardín y huerto.

¿Acaso no tienen derecho Pablo e Irene a vivir donde quieran y como quieran? ¿A invertir su dinero en lo que les parezca oportuno? Pues oiga, claro que tienen derecho. Sólo faltaba. Si te da para la casa de la sierra, pues casa de la sierra.

Eso sí, habrán de encajar deportivamente que les recuerde aquello que dijo Pablo cuando fue otro (Luis de Guindos en concreto, del PP) quien se compró una casa de seiscientos mil euros. "¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático?", se preguntaba en 2012 el hoy candidato a la presidencia del gobierno. Y añadía: "Que la política económica la dirija un millonario es como entregar a un pirómano el ministerio de medio ambiente".

Ahora se ve que el millonario es él. Y que pirómano no se ve a sí mismo. Más vale, porque el chalet está rodeado de arbolado. Y mejor no les recuerdo cómo terminaba la pelicula de Garci.

Han de encajar con naturalidad que se revise ahora aquello que le dijo Pablo a Ana Rosa en la campaña de las generales. Lo negativo que le parecía que un político viviera en un chalet, aislado de la calle y sin usar el transporte público.

Si hay que viajar de la sierra a Madrid en transporte público, se viaja, que para eso Errejón no para de presentar medidas para que se mejore el tren de cercanías.

Saber lo que cuesta un café está bien. Saber lo que cuesta un crédito, también. Sobre todo si te metes en una hipoteca de 540.000 euros con un banco malvado de ésos que ponen cláusulas criminales. 540.000 euros a 30 años. Ha escrito Monedero, buen amigo de la pareja, que pagarán una letra de 500 euros. Y eso sí que no, oiga. Por 500 euros de letra te compras, como mucho, el huerto. Y sin cultivar. Haga Monedero esta cuenta que ya verá que no es compleja: 500 euros por doce meses por treinta años igual a 180.000 euros. Qué banco es ése, le preguntaban ayer en twitter, qué banco es ése que te da 540.000 boniatos y sólo te exige que le devuelvas 180.000 sin intereses.

No hay como tener amigos que se compran un chalet con piscina para comprobar cuánto sabe uno, en realidad, de hacer cuentas.

Y si hay que limpiar la piscina, pues se limpia.

Y si hay que pagar un buen pellizco de IBI, pues se paga.

"Las verdes praderas". 2018.