OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Comienza el acusismo"

Hay que repetir las elecciones. Ésta es la prueba de que nadie ha ganado.

Carlos Alsina

Madrid | 27.04.2016 08:09

Hay un vencedor táctico, que es Rajoy, y hay un táctico derrotado, Pedro Sánchez, pero ni el uno ni el otro han conseguido gobernar. Sánchez porque no fue capaz de armar un gobierno alternativo y Rajoy porque tiene a la mayoría de la cámara que representa a los españoles en contra de que él siga gobernando. El ganador de las elecciones no tiene fuerza suficiente para gobernar y todos los demás no tienen coincidencias suficientes como para que ese afán, manifiesto, de echar al que hay les una lo bastante como para ponerse gobernar todos ellos juntos.

Hay que repetir las elecciones.

Aquel gurú infalible que pretendía ser Pablo Iglesias llega al final de estos cuatro meses sin que haya llegado a suceder nada de lo que él había escrito en su hoja de ruta. Sánchez se fue con Rivera y le negó a él la vicepresidencia. Compromís hizo camino por su cuenta, a Sergio Pascual lo decapitaron e Iñigo Errejón acabó tirando cañas. La forma en que plantó Iglesias el tablero se le volvió en contra y ahora tiene que declarar su amor —táctica obliga— por los viejos camaradas de Izquierda Unida.

Albert Rivera se lo jugó todo a la carta del pactismo cambiando su equidistancia del comienzo por un noviazgo inesperado y sólido con Pedro el malabarista. Rajoy le regaló su desdén porque cuarenta escasos diputados no dan para resolver ecuaciones y fue abandonando Rivera su posición de central exigir, cada vez con más fuerza, la cabeza del presidente en funciones. Sin éxito, porque hoy Rajoy sigue estando donde estaba, sin que se vislumbre en su partido nada que pueda considerarse un sector crítico y jugando en su favor la baza de que el joven Rivera, de profesión centrista, ha resultado ser, qué horror, el chico de los recados de Pedro, el calculator. A ver lo que tarda Rafael Hernando en desempolvarle a Rivera los apodos: naranjito, pichón, correividile.

Hay que repetir las elecciones.

La nueva fase que ya ha comenzado es la fase del acusismo. Rajoy dice que el que ha bloqueado es Sánchez. Sánchez dice que ha bloqueado Iglesias. Iglesias dice que el que se ha bloqueado a sí mismo es Sánchez blindando su alianza con el bloqueador Rivera. Estribillos para convencidos y militantes. Otra campaña más y otra vez lo de siempre.

Rajoy se presentó ayer como vencedor del partido de ida. Dio las gracias a la militancia del PP y dedicó el premio a sus amigos y su familia. Le faltaba una estatuilla en las manos, oscar a la resistencia. Cómo convertir en victoria el fracaso de un Parlamento.

Rajoy no sabe si seguirá gobernando. Más bien al revés. Sabe lo difícil que lo va a seguir teniendo. Pero ha conseguido evitar que gobierne otro, seguir al frente del partido, exhibir cohesión interna y repetir como candidato. En todo eso está empatado con Sánchez. Que también ha conseguido que el otro no gobierne y salvar su condición de líder y candidato.

La comparecencia de Sánchez fue la del hombre derrotado. Extinguida la sonrisa del destino y leyendo otro discurso, éste no de investidura sino de pegada de carteles. Contra Iglesias, contra Pablo y contra Pablo Iglesias.

El gran malabarista, ya solo, en su escenario lleno de platos rotos.

La última —o única— esperanza de Sánchez es que el votante le premie por haberlo intentado. Por haber intentado ser él el presidente de un gobierno en minoría que evacuara a Rajoy de la Moncloa. Ahora cree que el resultado que obtendrá en junio será mejor que el que obtuvo en diciembre y está por ver que acierte o se equivoque de nuevo. Su éxito, dentro del fracaso, fue llegar hasta aquí. A aquel Sánchez que, en la noche electoral, pretendió presentar como un éxito sus noventa menguados escaños nadie lo veía capaz de sobrevivir: sólo de esto puede presumir, de haberse deshecho de la mortaja. Si eso es bueno para su partido o haría sido mejor la incineración inmediata está aún por decirlo el electorado. En breve lo dirá.

El postureo de última hora le correspondió a Compromís. Baldovi, de parte de Mónica Oltra, haciendo el numerito de la cabra. Sacándose de la manga una cosa que llamó propuesta de pacto y que era la nada dividida en treinta trozos. Pongámonos de acuerdo en lo que sea y llamémoslo pacto de gobierno. Si esto es política a la valenciana, pobre Valencia.

Aquí parece que algunos que han estado en la pomada o no se enteran no se quieren enterar. Podemos sólo aceptaba gobernar en coalición con el PSOE. El PSOE no aceptaba gobernar en coalición con Podemos. Fin del asunto. Todo lo demás es guarnición, condimento y hojarasca.