OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El patio mundial está incierto e inquieto"

Este miércoles , aunque no se lo crean, vamos a desayunar con cerveza. Con la Mahou sin, para no decir muchas tonterías. Estamos sumándonos, desde Onda Cero a la celebración del cumpleaños de una marca que necesita poca presentación. ¿Quién de ustedes no ha escuchado nunca en un bar ponme una Mahou? La mayoría no es lo que lo hayamos escuchado, es que lo hemos dicho.

Carlos Alsina

Madrid | 18.11.2015 08:04

La sociedad española se divide entre los que consumen cinco estrellas y los de la Mahou clásica, o para los más despistados, la roja o la verde. Somos un país, celebrémoslo, muy de cultura de barra. Debatiendo con la caña y la tapita si el partido de anoche había que suspenderlo o no, si esto de estar hablando de Artur Mas a todas horas no hay quien lo aguante o no hay quien o aguante, si Albert Rivera es de derechas o de izquierdas, si Pablo Iglesias haría bien en dejarse aún más larga la coleta. Nuestras cosas. Con nuestra cerveza.

Gracias a la compañía Mahou San Miguel por habernos invitado a compartir su centésimo vigésimo quinto aniversario (125 años) y felicidades a todos los empleados y a todos los clientes, los consumidores de sus productos.

El patio —el patio europeo, el patio mundial—- está incierto e inquieto. Con las repercusiones que siguen de los atentados del viernes en París y con nuevos escenarios de riesgo. En Hannover, Alemania, llevaban veinte minutos abiertas las puertas del estadio de fútbol en el que iba a jugar su selección —-allí iba a estar Angela Merkel—- cuando la policía optó por cerrar los accesos, pedir al público que evacuara el recinto y suspender el partido. Fue evacuada también una sala de conciertos en la que iba a tocar una banda alemana ante miles de espectadores. Y ha contado el ministerio del Interior que ambas medidas se tomaron ante la existencia de indicios serios de un posible atentado a imagen y semejanza del de París. Tal como en Bruselas se suspendió el partido que iba a disputar la selección española.

Temen los servicios de inteligencia de estos países que el del viernes fuera el primero de una serie de ataques gemelos en otras capitales. Y por eso, aunque subrayen los gobiernos que, en la medida de lo posible hay que seguir con las actividades habituales, algunas, como vemos, se están suspendiendo.

Sí se celebró el Inglaterra-Francia en Wembley. Con la Marsellesa a pleno pulmón. En París confirmó anoche la policía que hay un segundo terrorista huído: de los tres asesinos que fueron acribillando gente desde un coche, sólo uno se acabó volando a sí mismo: los otros dos dejaron el coche y se fugaron (quizá cambiaron de idea sobre suicidarse ellos): uno es Abdeslam y al otro se le está intentando identificar.

El llamamiento de Hollande a la cooperación entre todos los gobiernos ha tenido dos respuestas: una, protocolaria: los socios europeos se ofrecen a colaborar pero sin explicar cómo. Otra, inmediata: Putin telefoneó al francés para coordinarse en los ataques aéreos en Raqqa. Trazada esta primera línea que une a París con el Kremlin, ahora trata Hollande de trazar la siguiente línea, la que una el Kremlin con la Casa Blanca pasando por París. Fusionar las dos coaliciones que actúan contra Estado Islámico aun aceptando que quien sale políticamente reforzado del 13-N es Putin y su apadrinado Bachar el Assad.

Kerry sólo dijo anoche en una tv francesa que los bombardeos que están en marcha sí están dando resultado.

Estado islámico ha perdido el 20 del territorio que controla. En España, donde parece que los grandes asuntos internacionales nos caen siempre lejos, hay un incipiente debate, bastante desenfocado, sobre si debemos iniciar una guerra contra Estado Islámico. A ver: entérense dirigentes políticos, comentaristas y ciudadanos poco informados: esta guerra está iniciada hace más de dos años, es una guerra convencional con “botas sobre el terreno” y la libran Siria e Iraq, por separado.

El debate no es si debemos iniciar una guerra que ya está iniciada. Tampoco si debemos participar de una guerra, porque —entéremonos también—- ya participamos. El debate es si debemos participar con más intensidad en apoyo a uno de los bandos, el que intenta derrotar a Estado Islámico. Que en realidad son varios bandos: el iraquí, que solicitó la ayuda de la coalición a la que pertenece España; el sirio, que lidera Rusia con Irán y con el indeseable de Bachar el Assad; el turco, arrastrando los pies y reclamando contrapartidas a los gobiernos occidentales; y el kurdo, que también reclama ayuda porque mientras combate a Estado Islámico sufre el ataque del ejército turco.

Y aquí es donde encaja la declaración de Rajoy: por intereses contrapuestos que haya, lo esencial es que estamos de acuerdo en que hay que acabar con Daesh. O traducido: que toca tragar con la continuidad del régimen sirio y con su padrino ruso porque hacen falta para acabar con estos tipos.

En España somos más de volver al debate que nos gusta, que no es de geoestrategia y desafíos mundiales sino de nuestra pequeña política de casa, si la derecha es belicista y está deseando matar civiles en Siria, o si la izquierda es buenista (entiéndase boba) y un poco pro yihadista por su alergia a los bombardeos. Aquí nos van más este tipo de cosas. Se comenta mucho menos en las tertulias lo que dice Cameron, o Putin, o Rohani que cualquier simpleza que alcance a decir una concejal de Córdoba o un teniente de alcalde de Barcelona.