OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Llegó el día en el que Antoni Baños cacareará"

Es hoy cuando Antoni Baños cacarea. Esto me lo explicó una vez un granjero que de política catalana no sabía una palabra. Que la gallina, cuando está a punto de poner el huevo, se muestra inquieta, no se separa de su nido y, más que nunca, cacarea.

Carlos Alsina

Madrid | 08.10.2015 08:08

Ya sabrán, si ustedes son Artur Mas, que es hoy cuando la CUP de Antoni Baños tiene anunciado que pondrá, por fin, su huevo. El CUP-huevo. La decisión definitiva, dijeron, sobre qué harán con la investidura de Mas, si tragan con que siga de presidente, le hacen un cortocircuito a Convergencia o se les ha ocurrido alguna ñapa creativa, tipo presidencia coral o bipolar, con un presidente de verdad y otro de cartón que interprete el papel de jefe de la república catalana, o alguna otra cosa destinada a que el famoso rey Arturo se resigne al papel de reina madre. Y él dice que “súbete y pedalea”. O en catalán soberanista, que... Tururú. Jefe indio haciendo la butifarra a los anticapitalistas que quieren tirarlo al mar. Aún no saben de su infinita capacidad de resistencia. Y sí saben de su infinita afición por convocar a las urnas, de manera que como no lo invistan a él, hace otra vez elecciones y a ver qué pasa. Nunca el número cuatro de una lista dejó tan claro quién es el número uno.

Miren, tal como está el patio político, o el corral, mejor nos abstenemos todos de hacer pronósticos porque nadie sabe. Es incluso posible que, vencido el plazo que ella misma se dio y convertida su casa en gallinero, se quede la gallina con el huevo dentro y sigamos sin saber quién va a gobernar en Cataluña.

Artur Mas se debió de tomar ayer un digestivo para aliviar el atasco intestinal que le produjo la tripleta. Tres discursos, tres, en el Parlamento Europeo. Se le debió de atragantar todo Estrasburgo. Primero el rey Felipe —abanderando una España unida cuyos ciudadanos son europeos porque son españoles—… …y luego, la pareja imperial que dirige esta Europa. Merkel y Hollande, lanzando una sonada declaración, a dúo, contra el nacionalismo.

El nacionalismo como ideología opuesta al proyecto de integración que pueblos diversos que representa la Unión Europea. El nacionalismo como motor de enfrentamiento y causa última de aquella guerra pavorosa sobre cuyos escombros empezó a idearse la Unión Europea; en contraposición, precisamente, a los nacionalismos que habían desembocado en choque violento.

Interpretar que Hollande y Merkel estaban pensando en Artur Mas cuando advertían contra el nacionalismo es ir un poco lejos. O quedarse demasiado cerca, porque de lo que estaban hablando es de la tentación de algunos gobiernos nacionales de reaccionar a la crisis de refugiados, o a la crisis económica, o a la crisis que sea, encerrándose en su soberanía nacional y desandando el camino de la cesión de competencias: las decisiones que, sobre asuntos comunes, se toman de forma compartida. Más Europa en boca de Hollande y Merkel es más integración, más compartir decisiones y políticas. Menos Europa, en la idea de Hollande y Merkel, es Hungría levantando vallas por su cuenta en la frontera con Croacia, pero es también Syriza amagando con romper las reglas de la zona euro, es Marine Le Pen predicando contra el euro y es, ahí es donde cabe incluir a Artur Mas, aunque nadie le nombrara, promover la secesión de territorios que hoy forman parte de la Unión y que, de consumarse la independencia, quedarían fuera.

Este es el otro huevo que hoy deberían poner los ministros de Defensa de los países OTAN. El nuestro, que es Morenés, entre ellos. Qué hacemos con Siria y qué hacemos con Afganistán. La guerra contra los talibanes no sólo no se termina nunca sino que están otra vez reconquistando plazas. A la vista está lo de Kunduz, que aparte del poco rigor con que el ejército afgano marca objetivos para que los americanos bombardeen —-el hospital de Médicos sin Fronteras— está evidenciando el músculo militar que vuelve a tener el talibán, catorce años después de la huida en moto del mulá Omar y catorce años después de que empezara la guerra.

En Siria vamos camino ya de cinco años. De una guerra que llamamos civil pero en la que están tirando bombas, en puntos distintos del mismo país, Vladimir Putin y Barack Obama. Bombas lanzadas desde aviones la integridad de cuyos pilotos preocupa a los gobiernos que forman parte de la alianza atlántica. Son dos las cosas de las que hoy tienen que hablar los ministros de Defensa: cómo garantizar que no salte una chispa entre el bando que lidera Rusia y el que dirige Estados Unidos y qué respuesta dar a la petición de Turquía de que se llame al orden a Putin para que deje de violar su espacio aéreo.

Lo que está en juego, dijeron ayer a duo Merkel y Hollande, no es sólo quién controla Siria. Es el equilibrio, y el efecto desestabilizador, que una guerra total puede provocar en la región y, por extensión, en el resto del mundo. Empezando por nuestra Europa y afectando a esta guerra fría que se traen Obama y Putin y que no deja de subir de temperatura.