OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Y el Rey encontró en Revilla al profeta adecuado"

La tradición musulmana dice que el Corán le fue dictado por Dios directamente al profeta. Mahoma se limitaba a transmitir aquello que Dios le revelaba. Literalmente y para ser aprendido y enseñado. Este manuscrito que tiene fascinados a los expertos en el Reino Unido —el más antiguo fragmento que se conoce del Corán, un pergamino datado en los años posteriores a la muerte de Mahoma— no recoge las palabras del profeta, sino la palabra de Dios tal como fue dicha por el propio Dios, siempre según las creencias de los musulmanes, se entiende.

Carlos Alsina

Madrid | 23.07.2015 08:15

La ventaja de tener un portavoz que se limita a poner voz a tus palabras literales es que te ahorras el debate de cómo de fiel a la fuente primigenia es la versión que transmite el profeta. En el ayuntamiento de Madrid este debate lo abortaron, como sabemos, inventándose una web que publica la única verdad que reconocen como tal la señora Carmena y su profeta, Ritala partisana. (Página web que, por cierto, no ha publicado nada nuevo desde el día que la estrenaron, habrá que pensar entonces que todo lo que han contado los medios estos días está exquisitamente bien contado).

La Zarzuela carece de tablón virtual de desmentidos, aunque ayer un presidente autonómico ejerciera de profeta para comunicar al mundo la palabra del monarca. Recibió Felipe VI a Miguel Angel Revilla (hablamos con él aquí ayer cuando iba camino de palacio) y sucedió después lo que cabía esperar que sucediera: que Revilla, ante los periodistas, se puso a contar lo que el rey, según él, le había dicho. ¿Sobre qué? Sobre Artur Mas. O en palabras del presidente cántabro, sobre “este señor que nos trata a los demás como si fuéramos chupatintas”. Esto lo piensa Revilla. El rey no se sabe si lo piensa, pero sí que no lo ha dicho. Claro, el problema de que ejerza de portavoz del monarca Miguel Angel Revilla es que, a la velocidad con que encabalga las frases el de las anchoas acaba confundiéndose lo que opina él con lo que se supone que le comentó el rey. En ausencia de explicación alguna, por parte de la Zarzuela, de lo que el monarca les dice o les deja de decir a los presidentes autonómicos que le visitan (en ausencia de información alguna sobre qué hablaron Felipe VI y number four, el número cuatro, en la hora y media que pasaron juntos el viernes pasado) aparece Revilla como transmisor del pensamiento real para decir que, en opinión del rey, con el señor Mas no hay arreglo posible y vamos derechos al precipicio. Contado así, aparece el monarca como un hombre fatalmente resignado a la evidencia de que España se encamina a la fractura. ¿Quién lo dice, el rey? ¡No hombre no, Revilla! Y añade que hay que responder con contundencia a la locura insana en que se ha metido este Artur Mas. ¿Pero eso se lo dijo el rey? ¡No, eso se lo dijo al rey Revilla!

Felipe VI no debería requerir ni de portavoces ni de intérpretes. Tiene oportunidades suficientes (y si no, las crea) para expresar con nitidez cuál es su punto de vista. Hoy mismo estará de nuevo en Barcelona, en la entrega de despachos a los nuevos jueces que servirá, según La Razón, para que recuerde el monarca la obligación que tenemos todos de cumplir con la legalidad vigente. Basta un movimiento de cabeza para pronunciar la frase mirando directamente a Artur Mas. Estará allí, para levantar acta, el ministro de Justicia, notario mayor del reino. Y estará Ada Colau, que estaba al tanto de este acto desde hace días (se entiende) y por eso no le dará al rey el plantón que sí le dio ayer a la ministra de Fomento.

Si, como dice el presidente cántabro, la idea del jefe del Estado es que hay que hacer más pedagogía en Cataluña —que ésta es una expresión que ha calado aunque nadie acierte bien a saber qué diablos significa, hacer pedagogía—-, hoy tiene una nueva ocasión para hacerla él mismo. Sabiendo que cada palabra que hoy pronuncie será examinada a la luz de esto que ayer dijo su locuaz tertuliano, digo invitado.

Si el rey quería que trascendieran estas opiniones suyas, eligió al profeta adecuado. El hombre que nada calla. Pero una cosa es chivarle a la prensa a quién te has encontrado en los aseos de la boda de Letizia y otra erigirte en transmisor de la visión que tiene el monarca del principal desafío a que se enfrenta hoy el Estado. Combinando las reflexiones sobre Mas el irreconducible, toma palabra, con la doble sorpresa que manifiesta Revilla al constatar que el rey está muy enterado de la situación de los distintos partidos —a ver, tampoco es el tercer secreto de Fátima—- y que en el rato que estuvieron juntos habló bastante. Acostumbrado como está Revilla a que nadie sea capaz de hablar más que él, oye, le ha chocado.