Monólogo de Alsina: "Seguimos esperando la reacción de Rajoy"
A las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Les digo una cosa. Esperando a Rajoy. El único de los líderes políticos concernidos por el terremoto de anoche que aún no ha hablado. La sacudida electoral que ha llevado a candidaturas recién nacidas a hacerse con la alcaldía de muy importantes capitales —Barcelona, Madrid, Coruña, Zaragoza— y a dejar la llave de algunos gobiernos autonómicos en manos de Podemos.
Carlos Alsina | @carlos__alsina
Madrid | 25.05.2015 08:21
Era la una de la madrugada cuando
despedíamos
el programa especial de “La noche electoral” y justo por donde lo dejamos anoche
habrá que retomarlo esta mañana: Cospedal. El futuro de Dolores
de Cospedal como símbolo de lo que le ha sucedido este
domingo al partido del que es capitana.
Cospedal logró hace
cuatro años
una proeza: desplazar al PSOE del gobierno de Castilla La Mancha, ganarle allí donde había ganado siempre. Un hito político.
Que cuatro años
después
se esfuma no porque no haya vuelto a ganar Cospedal —que
ganar, ha ganado— sino porque el poder territorial no
lo tiene quien gana sino quien puede gobernar. Y el retroceso del PP unido a la
entrada de un nuevo actor muy potente en escena, Podemos bajo la marca
genuina o aliado con otras organizaciones en marcas diversas, decanta casi
todos los parlamentos autonómicos y no pocos ayuntamientos
gobernados hasta hoy por el PP del lado de la izquierda. No hay todavía
matrimonio alguno oficiado, ni siquiera anunciado, del PSOE con la marca Podemos,
pero el PP es el primero en dar por hecho que allí donde Podemos
sirva para desalojar a los populares del gobierno, Podemos lo hará.
Cuando Cospedal compareció anoche, entrada ya la madrugada, lo
hizo porque acababa de esfumarse la última esperanza de los populares
castellano manchegos: que Ciudadanos entrara en el Parlamento con un
escaño
abriendo la posibilidad de recurrir a ellos para salvar el actual gobierno.
Esfumado el escaño de Ciudadanos —el
escaño
bailante de Toledo— se esfumó el
gobierno de Cospedal y quién sabe si se empezó a terminar también la carrera de la secretaria general
del partido.
Cospedal como símbolo, o resumen, de lo que le ha
pasado al PP. Perdido el poder territorial y obligada, como número
dos del partido, a asumir la carga que supone que eso mismo, perder poder por
haber perdido un chorro de votos en todas partes, le haya sucedido al PP en
casi todas partes. Sólo hay un survivor de esta
epidemia —la
peste bubónica— que asuela a los populares: Juan Vicente Herrera, barón
de Castilla y León. El único que ha salvado su mayoría
absoluta es, paradójicamente, el único
que no tenía
claro que quisiera presentarse. El efecto Juan Vicente en Castilla y León
ha resultado ser mucho más cierto que el efecto Esperanza
Aguirre en Madrid. Un mito de nuestro tiempo que se desmorona: el tirón
de la lideresa resulta que no era tal. Ha obtenido el mismo porcentaje de voto
que Cifuentes, se ha dejado 10 concejales y casi doscientos mil votos de
los que obtuvo Gallardón y apenas ha ganado por la mínima a una Manuela Carmena, alcaldesa
en ciernes, que encabeza una lista recién nacida. Aguirre sugirió anoche que permanecerá en el
ayuntamiento incluso si no puede gobernar, pero no sería
la primera vez que llega para quedarse y después se ausenta. Ni logró el gobierno Aguirre ni logró revalidar el cargo Rita Barberá, alcaldesa
de Valencia que, 24 años después, anoche empezó despedirse. Uno tras otro fueron compareciendo anoche los líderes
más
reconocidos del PP para admitir, más o menos abiertamente, que se acabó lo que se daba. Algunos se mantendrán
en gobiernos en minoría porque han ganado y no es fácil
el pacto de los opositores (Ciudadanos tiene la llave que necesita el PP
en la comunidad de Madrid, en Murcia, en La Rioja). Otros, como Monago, ya
se han reubicado en la oposición: en Extremadura gobernará de nuevo Fernández
Vara.
Cuatro años después, Extremadura y Castilla la Mancha
volverán
a estar gobernadas por el PSOE, no por méritos propios sino por demérito
de los populares. Y porque a Podemos ya le ve todo el mundo, por muy anti
casta que sea, apuntalando gobiernos socialistas por aquello de que lo urgente
es derribar gobiernos de derechas. Pedro Sánchez
jugó a
presentarse anoche como triunfador en una noche que tampoco fue para tirar
cohetes en su partido. “Hemos alcanzado al PP”, fue su frase salvavidas, obviando que el alcance en
cuestión
(eufemismo que significa que sigues siendo segundo) se debe, más
que a cualquier otra cosa, a que los populares se han dejado dos millones y
medio de votos. Sánchez salva la cara con el buen resultado de Ángel Gabilondo (“bueno” para lo que venía
anunciándosele
al PSOE, pero apenas algo mejor que el de Tomás Gómez hace cuatro años), y con la reconquista socialista
de Extremadura, Castilla la Mancha (con permiso de Podemos) y Sevilla,
donde ya se colgó anoche la medalla, por si acaso, Susana
Díaz. Pero no hay mucho más que celebrar. El segundo partido de
España,
y el hegemónico
de la izquierda, no pasa hoy del 25 % de los votos. Y requiere para hacerse
fuerte de un competidor llamado Podemos que está por ver que se lo ponga tan fácil como Sánchez desea.
En el ánimo
del secretario general del PSOE parece que está el cortejo
de Podemos (aquellos que una vez llamó radicales
y populistas), pero en el ánimo de Felipe González,
su mentor sobrevenido, está una operación bien distinta: el acuerdo de los
dos grandes para sortear la eclosión de los nuevos. Y aunque hasta
noviembre vayan a intentar todos retratarse lo menos posible, esa tensión
(entre el coqueteo con la nueva izquierda camaleónica y el acercamiento al PP por el
centro) va a estar en la vida interna del partido.
Tres capitales de provincia, las tres
mayores ciudades de España, van a tener en la alcaldía
a plataformas electorales, coaliciones, que no son ni el PP ni el PSOE. Que no
son, en Cataluña, ni Convergencia ni el PSC. Madrid
tendrá alcaldesa de Ahora Madrid, Carmena; Barcelona
tendrá alcaldesa de BarcelonaenComun, Ada Colau; Valencia
tendrá alcalde de Compromís,
Joan Ribó; Zaragoza podría tener alcalde de Zaragoza en Común,
Pedro Sanisteve. El
éxito
de este 24-M es de las candidaturas nuevas surgidas en las grandes capitales.
Ellas son las que han dado la campanada. Plataformas que reúnen
partidos nuevos con organizaciones vecinales y que están
todas a la izquierda del PSOE. Ahí están los vencedores de la noche.
Asumidos todos ellos como propios por la dirección de Podemos aun sabiendo que
hay más
diversidad de voces y de planteamientos en esas plataformas que en el partido
que pretende hacerlas suyas.
Podemos ya no es una expectativa electoral.
Es el tercer partido en respaldo popular de España. Por detrás de los dos tradicionales y por
delante de Ciudadanos, también debutante pero con mucho menor
respaldo que el de Iglesias. En la pugna que han mantenido ambos estas
semanas, Iglesias gana a Rivera en todos los parlamentos autonómicos.
y Ciudadanos decidirá en bastantes menos sitios de los que
se esperaba.
Los votantes del PP en 2011, de aquellas autonómicas históricas y de la triunfal marcha de Rajoy a la Moncloa aquel mismo año, aquellos votantes de entonces no han comprado el argumentario popular de ahora. Esta idea de que España vuelve a funcionar y la mejora está supeditada a que sigan gobernando los que ya están. La ilusión en que ha vivido la dirección del PP —-la campaña electoral como reencuentro con la sociedad y estímulo para creer que ésta renovaría su confianza—- se partió en mil pedazos anoche. El resultado fue mucho peor del que habían imaginado.
Dado que en el PP todo lo decide Rajoy, los barones desconchados amanecen hoy así, esperando a Rajoy. El único de los líderes concernidos por el terremoto de ayer que aún no ha hablado.