OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Y Pujol volvió a contarle al juez el cuentito de la herencia paterna"

Me reprochó un oyente que equivocara la música. Que para hablar de la famiglia Pujol Ferrusola —-organización criminal de captación y lavado de dinero, según el juez que instruye la causa—- no era tanto “El padrino” como 'Uno de los nuestros' lo que debería haber sonado. Tonny Bennet.

Carlos Alsina

Madrid | 11.02.2016 08:11

La familia. La familia que se enriquece unida no siempre permanece unida, no se crean. Hombre, los Pujol sí, porque ahí los lazos, además de comerciales, son biológicos. Biológicos y andorranos, si ustedes quieren, pero que van más allá de la política. Si un tesorero de partido siempre tiene peligro, imagina un primogénito que está al tanto de todos los negocios familiares. Repudia a la familia y te dejan con el trasero al aire.

Este jueves va Jordi Pujol Ferrusola al despacho del mismo juez que estuvo interrogando a su padre y su madre. O intentándolo, porque la señora dijo que no iba a abrir la boca. No llegó a mandar al juez a donde mandó a aquel periodista pero sí le dijo que declinaba. Responder preguntas. Porque total ella, qué va a saber de nada. Responde tú, cariño, que a mí me da la risa. Pujol volvió a contarle al juez el cuentito de la herencia paterna, volvió a declararse un sin papeles en este aspecto, y añadió que de los negocios de sus hijos él nunca ha sabido nada. “Pero esta cuenta de Andorra que está a su nombre, don Salvatore, digo don Jordi”, le debió de decir el juez. “Ah sí, la cuenta, nada, tampoco era mía, me la puse a mi nombre para que no pudiera meterle mano al dinero la nuera”. Ay la nuera, la malvada nuera que amagaba con el divorcio y pretendía desplumar al hijo. Qué iba a hacer yo, señoría, sino poner el dinero a mi nombre para que esta mujer no pudiera tocarlo. Interesante, debió de pensar el juez, quien recurre a estas trampas con la familia política es posible que también lo haga cuando del negocio familiar, que es la política, se trata.

No será, en todo caso, Pujol Ferrusola quien preste la declaración más sonada del día. Ese título está reservado para un señor que se llama Jaume Matas. Repudiado por la que una vez fue su familia política, el Partido Popular, y señalado con mentor del instituto Noos por cuatro de los subordinados que tuvo en su etapa —-tan fructífera para su propio patrimonio—- de presidente del gobierno autonómico de Baleares. En lugar de Tony Bennet aquí lo que debería sonar es “Me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca”. Porque todo el que pasaba por Mallorca y tenía alguna relación personal con el boss del momento, el jefe Matas, estaba al tanto de que le iban muy bien las cosas.

Tanto como para comprarse un palacete de casi 800.000 euros cuyo precio de mercado resulta que era más del doble. No sólo tenía recursos para comprarse un casoplón sino que encima lo pagaba, en los libros, a mitad de precio. Operación Buckingham lo llamó la fiscalía. Raro raro raro. Hay que ver lo que le daba de sí a este hombre una nómina. Investigando, investigando empezaron a salir cosas. Tantas, que hay más sumarios por corrupción que playas. Y en casi todos ellos aparece el nombre de Jaume Matas. Investigado, procesado y en un par de ocasiones ya, condenado. Este hombre ha pisado la cárcel, ha superado una enfermedad que lo ha dejado medio sordo y se ha mostrado proclive a llegar a acuerdos con la fiscalía. No es un cualquiera. Fue ministro de Aznar y barón regional de aquellos que en su día eran presentados como un modelo de regeneración democrática y de eficacia, un barón caído en desgracia y abandonado a su suerte —-así lo ve él— por los que una vez fueron los suyos. Aquellos que antes le veían como uno de los nuestros y que dejaron de llamarle por su nombre cuando el fiscal Horrach lo pilló con el carrito del helado. Matas no era un peón, era el papa de Baleares.

Y por eso se ha convertido ahora, a ojos de la dirección del PP, en una bomba andante. Por la información que manejó, por los manejos en que anduvo metido y por lo mucho que puede salpicar si se anima a encender el aspersor de aguas fecales. Más que clanes y guerras familiares, con vendettas, defenestrados y arrepentidos, en los partidos lo que hay son pesos pesados que se convirtieron en lastre y fueron arrojados a los tiburones. Sólo algunos sobreviven, pero son —-Rita, Rita, de mi escaño no me quitan—- los que más peligro tienen.

En estos tres días de juicio del caso Noos(noos lo hemos llevao), todos los hombres del president —-Pepote Ballester, Gonzalo Bernal, Juan Carlos Alía, Miguel Angel Bonet—-

le han señalado como el padrino de Urdangarin y Torres en Baleares. El jefe que ordenaba hacer la vista gorda a los procedimientos legales y meterle dinero en la buchaca a esta desprendida pareja sin ánimo de lucro alegando que al duque había que tenerlo contento por ser quien era.

Este jueves tendrá la ocasión el expadrino de ofrecer su versión y rebatir, o asumir como ciertas, las acusaciones. Y veremos si él despeja también el balón hacia arriba. Quién o quiénes le instaban a él a abrirle el grifo del dinero público al instituto Noos para que ambas familias, los Torres y los Urdangarines pudieran llevar una vida tan plácida como desahogada.

En el PP lo único que preocupa, a estas alturas, es lo que pueda salpicar a Génova. Y no será porque Génova no esté ya bastante salpicada. Preocupa lo de siempre: que el antiguo miembro de la familia, ahora defenestrado, sostenga que él era un conseguidor de capital para la organización a la que servía. Esto también es objetivo de investigaciones judiciales diversas: si además del cazo que ponía para sí Jaume el egipcio había un segundo cazo que servía para mantener engrasada la pirámide. La financiación del partido: constructoras que donaban cantidades generosas anotadas por Lapuerta y Bárcenas a cambio de trato de favor de los gobiernos autonómicos, presuntamente. Campana sobre campana y Rita Barberá escondida.