MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: "Veremos si Blatter aguanta la embestida de la Fiscalía"

A las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Les digo una cosa. Si a usted le dicen “vidorra”; le dicen sueñe con llevar la vida padre, viajar gratis a todas partes, que te inviten siempre a comer, te hagan regalos, te hagan todo el tiempo la pelota; que nadie sepa cuál es exactamente tu trabajo y tampoco haya nadie que te examine para saber si lo haces bien o mal, ¿quién se le viene a la cabeza? Dices: el príncipe Charles y Camilla. No, hombre. O no sólo. A usted le dicen “vidorra” y de inmediato piensa en los inspectores del Comité Olímpico Internacional que vienen de visita cada cuatro años a Madrid a ponerse hasta arriba de jamón para no darnos nunca los Juegos Olímpicos y…en los fifos.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 28.05.2015 08:12

Los directivos de la FIFA. Esos entes que sabemos que están ahí, manejando presupuesto y gobernando el fútbol mundial, pero a los que casi nadie es capaz de ponerles cara. A Blatter puede que sí, porque le vemos de vez en cuando abriendo sobres: es este señor que dice “and the winner para el mundial de 2022 es…Qatar”, y todo el mundo aplaude aun sabiendo que Qatar es un horno. Pero el resto de los directivos son menos conocidos. Como son menos conocidos los sobres que ellos abren. Sobres a lo Alfonso Rus, o a lo Bárcenas, con billetes para comprar voluntades.

El escándalo de la FIFA, subtitulado “Corrupción en Miami” porque es en Miami donde tiene su sede la filial que ha sido más investigada. Para armar esta causa judicial contra la corrupción en el fútbol (o mejor, en la política futbolística) —nueve directivos detenidos en un hotel de lujo en Suiza— ha hecho falta, como en todas estas historias, una garganta profunda. Esto siempre es igual: hace falta que uno de los mafiosos cante.

En Xátiva, por ejemplo, la fiscalía tiene a Marcos Benavent, este yuppie que hizo fortuna a la vera de Alfonso Rus y que, además de contar con él los billetes de las mordidas, lo iba grabando todo por si algún día le viniera bien para chantajear gente. En Xátiva siguen perplejos con su cambio de look, de pijo-gerente de empresa pública a hippy de diseño que da saltitos ante las cámaras y promete devolver todo lo mordido: “lo siento, me equivoqué, no volverá a suceder” (el tipo habla como un monarca).

La fiscalía de Nueva York también tiene un Marcos Benavent. Se llama Chuck Blazer y es el topo que ha permitido acumular documentos confidenciales y grabaciones comprometedoras para los fifos. El tal Blazer fue número dos de la Concacaf, la filial FIFA que organiza los torneos en Norte y Centroamérica, y lo reclutó la fiscalía por la vía rápida. ¿Cómo? Agarrándolo por los…(usted me entiende, que hay niños con la antena puesta). Hacienda le tenía fichado, fueron a verle con un saco de papeles y le dijeron: colaboras o colaboras, Chuck. Y Chuck se convirtió en el infiltrado para evitar que lo encarcelen por fraude fiscal.

A dos días de la asamblea de la FIFA en que se elige presidente (o se reelige, porque siempre es Blatter) el capo de la organización ha dicho que esto de la corrupción, oiga, es una cosa intolerable. “Nos aseguraremos de que estos tipos sean puestos fuera de juego”, dijo ayer, usando terminología futbolística. Muy contundente Blatter. Solo que tal vez usted se ha hecho la pregunta de la fiscalía de EEUU la que está ordenando detenciones. Y responder a esa pregunta es dejar con el trasero al aire al superfifo. El origen de todo este asunto está en un antiguo fiscal americano que se llama Michael García. ¿Quién es este profesional? Pues un hombre con curriculum al que Blatter contrató para lavar la imagen de la FIFA cuando empezaron las sospechas de compraventa de votos en el mundial de Qatar. Le encargó una investigación interna y, para su desgracia, García la hizo. Le presentó a Blatter un informe de 420 folios que llevaba dentro tantas denuncias de mordidas que sólo levantar la tapa provocaba una peste que te dejaba ko. Blatter metió el informe en la sala de maquillaje y lo convirtió en un papelito inocuo que decía: aquí nadie ha hecho nada malo, pasemos página. El ex fiscal, encabritado con la tomadura de pelo, llamó a sus antiguos compañeros de la fiscalía de Brooklyn, a sus contactos en el FBI y aportó todo el material que está en el origen de la causa. Con esto y el fichaje, agarrado por los…usted ya me entiende (niños, no se dice huevos), de Chuck Blazer se completó la jugada.

Ay, la corrupción. Blatter debe de estar pensando: bah, si estos escándalos de sobres y coimas no influyen en los electores. Ahí tienes la historia de España. Cuidado, Blatter, cuidado, que en España igual las cosas están cambiando. Que hasta el PP admite ya que han sido los episodios de corrupción lo que más daño le ha hecho en las últimas eleciones.

Lo mencionó Juan Vicente Herrera en la entrevista que ha destapado la caja de los truenos, lo menciona Feijoo, lo admiten Bauzá y Fabra. Y lo viene diciendo, con vehemencia y antes que todos ellos, el PP del País Vasco: que son los casos de corrupción, el goteo que va de Gurtel a la púnica pasando por Bárcenas y la caja B del partido, lo que ha ido minando la confianza no sólo de los votantes, sino de muchos militantes que se sienten traicionados por la dirección de su partido.

La desbandada de barones que empezó anteayer tiene irritada a la Moncloa y preocupado a Rajoy. Más preocupado, cuentan los que han hablado con él estos días, de lo que quiere admitir el presidente y su entorno. La sensación de que el asunto se le está yendo de las manos, y la presión de los dirigentes autonómicos, precipita los cambios en la cúpula del partido. El presidente que prefería aguantar así hasta noviembre se plantea ahora ya sacrificar una torre. El nombre que ya está en boca de todos es Cospedal. Todo indica que va a ser ella, de los generales con despacho en Génova, quien pague el fiasco de las elecciones. Su cabeza la piden algunos barones (no todos) e incluso aquellos que no la piden admiten que, llegados a este punto, no le quedan a Rajoy muchas más opciones. Si no se puede cambiar al líder porque ni da tiempo ni está el partido preparado para un desafío como ése, habrá que buscar un sucedáneo: que ruede la cabeza de Cospedal camuflando la caída como ascenso profesional, haciéndola, si a ella le parece bien, ministra de alguna cosa.

Cae Cospedal, ¿y permanece Arenas? Está por ver. Aún resuena en la cabeza de algunos la frase que la secretaria general pronunció hace un par de semanas en entrevista en El País: “Fui la única que dio la cara con Bárcenas sin cargarme el PP. Dar la cara, salir sin acordarte del padre de muchos de ellos cada vez que sales y sin llevarte por delante el PP histórico”.

Cospedal. Ella viene a ser el último cortafuegos. El muro que preserva al líder. Entregar la cabeza de un secretario general arrastrado por la rebelión interna fruto de un fiasco electoral es, salta a la vista, un signo de debilidad, de liderazgo herido. Pero es, también, la única carta que hoy tiene el presidente del PP para recuperar la iniciativa y ponerle un parche a su herida.