OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Tres provincias, tres diputaciones y tres escándalos del PP"

Primero fue Ripoll, el de Alicante, por la operación Brugal. Después Fabra, Castellón. Y ahora, ahora por fin, Alfonso Rus, Valencia. Los tres del PP. Los tres, hombres fuertes de la vieja guardia del partido en esta comunidad. Los tres, sobradamente conocidos por la dirección nacional y estrechamente vinculados a Francisco Camps y a Rita Barberá, hoy senadora y sobre cuya cabeza se cierne el nubarrón de la operación Taula. Si ella es “la jefa” a la que aluden algunos implicados en las grabaciones que tiene en su poder la guardia civil, tarde o temprano tendrá noticias del juzgado. Con fuero o sin él.

Carlos Alsina

Madrid | 27.01.2016 08:11

El martes detuvieron a Alfonso Rus, el rey de Xátiva, y toda su cohorte de presuntos implicados. Desde hace al menos ocho meses estaba cantado que Rus, el hombre que contaba los billetes…

…acabaría detenido como cabeza visible de la trama de adjudicaciones y mordidas que tenía su doble sede en la Diputación provincial de Valencia y el ayuntamiento de Xátiva, sus dos feudos. Detenido y llevado a comisaría entre gritos de paisanos airados.

La guardia civil ha esperado a tener completo el puzzle de los implicados y su papel en este trasiego de favores políticos y dinero sucio antes de ir a por todos a la vez, todos a una. Treinta y tres registros en domicilios y despachos: confiemos en que, a estas alturas, aún no hubieran destruido todos los papeles que pudieran incriminarles (porque no es el tesorero de Convergencia el único que tiene trituradora de papel en el despacho).

La campana del martes fue la redada. Detenciones, registros, 150 coches embargados, 250 cuentas corrientes bloqueadas. Pero el campanazo se produjo hace un año y medio, julio de 2014, cuando la fiscalía recibió las diez horas de grabaciones que había realizado uno de los presuntos corruptos, Marcos Benavent, este tipo al que Alfonso Rus colocó al frente de una empresa pública, Imelsa, que en realidad ejerció de comisionista al servicio del jefe y que se hizo pasar por arrepentido sólo cuando le pillaron a él con el carrito del helado. En todos los grandes escándalos de corrupción aparece el falso arrepentido, un peón de la trama que va acumulando munición contra los demás para cubrirse las espaldas y que la utiliza para procurarse él alguna ventaja. En el gran escándalo de la Diputación valenciana, el hombre de la manta es este Benavent, el mismo que salió del juzgado la pasada primavera y les dijo a los periodistas: “Aquí va a salir mierda a punta pala”.

Pues que salga, que salga. Benavent sabía mejor qué nadie cuánta podía salir porque él había estado nadando en ella durante años. Y gastando dinero a espuertas sin que conste que haya devuelto todavía nada. Preguntarse quién es Alfonso Rus sólo tiene sentido fuera de Valencia. Porque en Valencia todo el mundo sabe quién es. Quién es, quién ha sido, cuanto ha mandado y cuánto ha manejado. Alcalde de Xátiva durante veinte años. Presidente de la diputación, diputado autonómico y, sobre todo, hombre clave en el partido popular valenciano en la etapa de Francisco Camps. Y grano en el trasero de Alberto Fabra, que cuando reventó el caso Imelsa allá por el mes de mayo aún confiaba en poder seguir gobernando la comunidad valenciana después de las elecciones autonómicas. Rus se atornilló en su sillón, y en la lista del PP por Xátiva, y trató a Fabra con el mismo desdén con el que siempre antes le había tratado, como un recién llegado que no le iba a decir a él cómo hacer las cosas.

Así se escribe la historia: las mordidas de Imelsa, los hechos, se remontan a 2004, hace doce años. La confesión de Benavent es de hace año y medio. Y es ahora cuando la investigación judicial llega a puerto y cuando la onda expansiva de la corrupción valenciana sacude la incipiente negociación, recién iniciada, entre el Partido Popular y Ciudadanos en busca de apoyos para la permanencia de Mariano Rajoy en la Moncloa.

La lucha contra la corrupción lo condiciona todo, dice Ciudadanos, cuyo portavoz en el Congreso, Girauta, descarta a Rajoy como abanderado creíble de esa lucha. Si no le está dando el finiquito Ciudadanos al actual presidente, se le parece mucho.

Los populares sostienen lo contrario, que no afecta a estas conversaciones recién anunciadas. Y cuyo alcance tampoco son capaces de medir. Reconoció aquí el ministro del Interior, Fernández Díaz, que en la ecuación para que Rajoy sea elegido presidente el actor necesario es el PSOE. Y los socialistas por más dudas que puedan tener sobre cuánto hay que dejarse abrazar por Podemos —si el gobierno de coalición es un disparate o sólo una aventura de alto riesgo— sobre lo que no expresan duda alguna es sobre la conveniencia de aprovechar que Rajoy se ha aplazado a sí mismo como aspirante para convertir la renuncia en definitiva. Los populares siguen muy confiados —o eso dicen— en que saltarán chispas el sábado en el sanedrín del PSOE y empezará a frustrarse allí mismo la investidura de Pedro Sánchez. Pero no ha habido un sólo dirigente socialista que haya descartado en público un gobierno a pachas con los de Pablo Iglesias. Los barones territoriales —algunos— estarán muy locuaces en conversaciones privadas pero en público aquí nadie pía. Y líneas rojas a Pedro Sánchez sólo le pusieron dos: que no facilite en ningun caso un gobierno del PP y que no se comprometa a convocar un referendun de autodeterminacion en Cataluña. Punto. No hay mas líneas rojas y no parece previsible que las vaya a haber. Como dice un antiguo peso pesado de la dirección socialista, abandone el PP toda esperanza de que el comité federal le diga a Sánchez que se olvide de gobernar en coalición con Podemos. Eso no se lo va a decir. Como tampoco va a atar de manos a su secretario general en vísperas de que el rey, el martes, le encomiende la formación de gobierno.

Felipe González —otro peso pesado, pero de antes— no quiere ni oir hablar de Podemos, eso es conocido. Que prefiere que el PSOE se resigne a la oposición con un gobierno del PP en minoría y debilitado también lo saben ya muchos dirigentes de su partido. Pero no se le ve a Felipe muy activo en el empeño por abortar la operación Pedro Pablo. “Consejos tengo pero en maniobras internas no me meto”. Una cosa es predicar contra Podemos en los mítines de campaña —que lo hizo a conciencia González— y otra predicar contra el secretario general de su partido, que es quien tiene dicho, sin que nadie le desmienta, que los votantes socialistas no entenderían que no se pusieran de acuerdo.