OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Tres gatillazos en una semana es para hacértelo mirar, Puigdemont"

Un gatillazo tampoco es tan raro. Admítamelo usted, ahora que anda todavía medio grogui por el madrugón. Un gatillazo no da para preocuparse. Pero tres en el plazo de una semana, eso ya sí. Tres veces que te has quedado sin rematar a puerta deberían animarte a hacértelo mirar. Puigdemont. Tres gatillazos puigdemónicos.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 30.05.2017 07:49

Lunes de la semana pasada estuvo en Madrid. La conferencia en casa Carmena. Sólo acudieron los ya convencidos e incluso ellos se quedaron fríos con la prosa gastada —y plomiza— del president conferenciante.

Jueves de la semana pasada, Sitges. De nuevo el conferenciante dejó frío a su auditorio. El Círculo de Economía le abroncó por encastillarse en una posición que conduce al abismo y le castigó con su indiferencia cuando llegó el momento de las preguntas y nadie tuvo interés en preguntarle nada. De nada.

Tercer gatillazo: ayer. Éste en casa. Palau de la Generalitat de Cataluña. Reconvertido, por obra y gracia del rey Artur y su heredero de carambola, en el cuartel general del independentismo. Reunidos ayer, en torno a la tabla redonda, los paladines de la causa —Junqueras, Munté, Anna Gabriel, Turull, Lluis Llach—, trece en total, que también hay que tener poco ojo para que te salgan trece, eso es tentar a la suerte. Los juntó Puigdemont para despejar dudas sobre su voluntad de hacer el referéndum de autodeterminación caiga quien caiga y naufragó en el empeño. Porque las dudas permanecen. Y porque de la publicitada cumbre de ayer —-cimera dicen en catalán— no ha salido nada. De nada. Ni pregunta, ni fecha. Oiga, a seguir esperando.

Tres veces, tres, el president ha patinado.

Ayer, con ayuda de Ada Colau. Que le metió un rejonazo al compañero president desmarcándose de la cumbre (repechito, más bien) y dejando vacía la silla de su partido. ¿Tan relevante es que los colaus se escaqueen de la cumbre puigdemónica? Pues sí. ¿Por qué? Porque todo el discurso de los promotores del referéndum descansa sobre esta piedra angular: es verdad, dicen, que a favor de la independencia sólo está la mitad de la población catalana, ah, pero a favor del referéndum está la abrumadora mayoría. Junqueras lo volvió a decir aquí la semana pasada.

Pues sí, pero no. Porque la respuesta no es la misma si se pregunta por un supuesto referéndum pactado con el Estado (el independentismo ha convencido al personal de que ese referéndum es legal y posible) que si se pregunta por un referéndum por las bravas. Ahí el apoyo mengua bastante, como bien saben Junqueras y compañía.

Y ahí anda navegando Ada Colau, entre el agua del referéndum y el agua del pacto: reclamando una consulta pero que sirva para algo, con garantías y cuyo resultado sea reconocido por alguien que no sea Puigdemont. El desmarque colau usa este argumento y revela algo más: que en el horizonte lo que otean es una competición electoral, por el voto de los catalanes de izquierdas que anteponen esa condición, la izquierda, a la independencia. O al menos así es como lo han percibido los que estuvieron en la reunión de ayer: como la prueba de que Colau atisba elecciones.

Las dos cosas que más han escocido a los asistentes quedaron claras en el discurso de la portavoz, Colau y el PSOE.

Porque el PSOE lo que hizo ayer fue reiterar, por boca de su nuevo secretario general, Pedro Sánchez, que el segundo partido del país mantiene la postura que ya tenía: en sintonía con el gobierno para garantizar el cumplimiento de la ley y en contra, por tanto, de un referéndum de autodeterminación.

Hace una semana nos preguntábamos aquí por qué, ante esta nueva embestida independentista, no había hecho Rajoy lo que sí hizo en 2015, citar en la Moncloa a Sánchez para hacer visible esa sintonía, en esta cuestión y en ninguna otra. Ayer fue Sánchez quien descolgó el teléfono para reiterarle a Rajoy ese compromiso y animarle a repetir la fórmula de 2015, la posición común de PP, PSOE y Ciudadanos. Una cosa es que el nuevo (y viejo) líder socialista defienda el estado federal, la plurinacionalidad y la nación en sentido cultural y otra que vaya a abrazarse a Puigdemont para dejarse arrastrar por él a la piscina sin agua.

Desde las seis les venimos contando que esta mañana no hay taxis en la mayoría de las ciudades de España. El sector, en huelga por lo que entiende que es competencia desleal de Cabify y de Uber. Los segundos porque dicen ser un mero intermediario entre particulares y los primeros, Cabify, porque emplean las licencias para vehículos con conductor —cada vez hay más VTCs— para eludir las obligaciones fiscales que pesan sobre los taxistas.