OPINIÓN

Monólogo de Alsina: La tomatina de Ferraz

Los anti-Pedro se debaten entre dos planes:

• Matar a Sánchez el sábado.

• O matar a Sánchez antes del sábado.

Carlos Alsina

Madrid | 27.09.2016 07:59

En caso de que llegue vivo al Comité Federal puede pasar estas dos cosas.

• Que su propuesta de plebiscito salga adelante. Se admiten rivales. A ver quién gana.

• O que su propuesta sea rechazada. Y si eso pasa, ¿se irá a su casa el secretario general, desautorizado?

Miren, si esta película fuera en blanco y negro, si Sánchez se pintara bigote y en lugar de Ferraz se desarollara en Libertonia, aún podríamos titularla "Sopa de ganso". Cómo pretender que se trabaja por la paz mientras se alimenta prepara la guerra. ¡No se saldrá con la suya!

¡Es la guerra! La guerra civil en el PSOE.

Hubo ayer militantes pedristas que al escuchar a su líder inaugurando solemnemente las hostilidades tuvieron un subidón de adrenalina. Por fin, decían, por fin llega la batalla de aguasnegras. Trono sólo tenemos uno. Pon a todos estos barones en su sitio.

Si aún hubiera sitio para la guasa, la película en blanco y negro podría ser "Sopa de ganso". Pero llegados a este punto en el que nadie en el PSOE —quintando a Iceta— está para bromas, lo que ha empezado en Ferraz es la tomatina.

El líder, que se siente poco reconocido como líder por los dirigentes regionales de su partido, quiere celebrar un plebiscito sobre sí mismo para que la militancia lo corone a él y destierre a sus críticos.

Los críticos, que andan intentando organizarse porque hasta ahora han criticado mucho en secreto pero han planificado poco el futuro, buscan la forma de neutralizar al secretario general sin agravar la quiebra que perciben entre ellos mismos y sus militantes.

La hemorragia electoral del domingo, o la de junio, o la de diciembre, ya parece lo de menos. Es la supervivencia de un partido en convulsión lo que está sobre la mesa.

En enero sucedió algo cuyas consecuencias aún se siguen produciendo. Quien ganó las elecciones no encontró apoyo suficiente para gobernar. Y quien no las había ganado, pese a haber sido derrotado en las urnas, intentó hacerlo. La opción era tan legítima y tan perfectamente legal como perfectamente inédita en nuestra historia reciente: que sin haber ganado las elecciones generales el Partido Socialista intentara gobernar España.

Sánchez dio el paso y su comité federal le secundó. Todo lo que ha pasado desde entonces es una consecuencia prolongada, y ampliada, de aquello. Porque en eso sigue el secretario general del partido: en ganarle el plebiscito a sus críticos para volver a intentarlo. En el tiempo de descuento. La última semana de octubre. Le dieron hilo a la cometa —unidos todos en el "saquemos al PP de la Moncloa"— y ahora opinan que se les ha ido de las manos. No porque Sánchez haya puesto en pie un proyecto que medio partido no comparte, sino porque no ha puesto en pie, en rigor, nada visible. Hay un único objetivo, aunque sea doble: jubilar a Rajoy y gobernar él. Y hay una única consecuencia palpable: el retroceso electoral del PSOE a cada elección que se ha presentado y la quiebra interna en dos bandos cada vez más irreconciliables.

Al cabo de tanto discurso enrevesado que el personal se esforzó en descodificar —el PSOE estará en la solución, no habrá elecciones y no gobernará el PP, a día de hoy decimos no, quede claro que no me postulo— al cabo de tanta "parte contratante de la primera parte" queda claro que esta película interminable siempre tuvo una sola trama:

• Hay un hombre que reclama su derecho a intentar gobernar minoría, previa investidura con los votos de todo aquel que desee dárselos, y hay un grupo de dirigentes que sostienen que con ochenta y cinco diputados a lo más que debes aspirar es a reconstruirte en la oposición, jubilando si es preciso a ese hombre.

• Hay un Sánchez cuyo único poder es el que tiene en el partido —-nunca gobernó ninguna otra cosa— y hay unos Pages, Varas, Lambanes, Puiges, que tienen el poder de estar gobernando en sus territorios.

• Hay un secretario general que hace dos años contaba con la confianza de casi todos los pesos pesados del partido y hay tres ex secretarios generales, Zapatero, Rubalcaba, Felipe que han llegado a la conclusión de que este Sánchez desmembrará el PSOE.

La única trama siempre fue ésta: una guerra de poder en el partido para decidir la estrategia; intentar gobernar en minoría como sea o pasar a la oposición y dejar de mirar por el retrovisor a Pablo Iglesias. A eso se reduce todo. Aunque a base de dejar hacer los unos y empaparse de fervor militante el otro, han colocado al Partido Socialista ante la encrucijada de descabezar a su líder o dejar a los pies de los caballos a sus gobernantes autonómicos. El negocio político que están haciendo es inenerrable.

Pablo Iglesias está a punto de ver alcanzado su objetivo de ver cómo el PSOE revienta. Alternando el palo y la zanahoria —un día sois la casta, otro sois la izquierda, un día servís al Ibex, otros sois el cónyuge perfecto para Podemos, un día te detesto otro me pongo zalamero— ha introducido una cuña en el partido que la actual dirección, en su fijación por parecerse un poco a Podemos para que Iglesias no les quite más votos, ha ensancachado hasta convertirla en una falla no valenciana sino sísmica. Y la actual dirección no es sólo Sánchez. Es toda la ejecutiva y es todo el comité federal. Responsabilidad compartida.

Las cartas van estando boca arriba. El secretario general pide la venia del Comité Federal de su partido para convocar un plebiscito en menos de un mes. Si lo consigue habrá que ver si hay rival para Sánchez y quien gana. Pero si no lo consigue, si el Comité Federal desautoriza a su secretario general, ¿presentará éste su renuncia?