OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Tiene guasa"

Hoy que sí es el aniversario de la muerte de Cervantes ya no hay sesión cervantina en el Congreso. Los viernes no hay función parlamentaria. Libran sus señorías. Después del trabajoso día que echaron ayer chafardeando en los pasillos sobre el abandono en que ha dejado Albert Rivera a su compadre Sánchez ahora propone un presidente de ningún partido— y sufriendo en el anfiteatro de este humor tan pobre, tan anti cervantino, tan bochornoso, que se marcó un actor que decía interpretar a Miguel de Cervantes. El nombre de don Miguel en vano.

Carlos Alsina

Madrid | 22.04.2016 07:59

La cosa empezó mal. Pero en justicia hay que decir que luego, fue a peor. Un reír y reír y no parar de reír. Al guionista que le escribió ese texto al actor que hacía de Cervantes hay que echarlo de España. Para siempre. Si querían un texto divertido, podían haber pasado directamente al Quijote, que lo es.

Sólo animó un poco esta desangelada función la aparición en la tribuna de Miguel Poveda, el cantaor, al que medio hemiciclo, desprevenido, confundió con Gabriel Rufián, el de Esquerra. “Anda mira”, decían, “que además canta”.

Gustó más el falso Rufián cantante que el verdadero Rufián diputado. Porque habla de seguido y sin perdonarle la vida a nadie.

Nubarrones sobre la nueva política. Ciudadanos tiene un asunto turbio en Murcia. Y Pablo Iglesias, una fijación calimérica. [[LINK:INTERNO|||News|||571916bb0cf2e1dae644eaef|||Lo de C’s lo adelantó La Brújula]]. Gastos de la campaña electoral que en lugar de pagarlos el partido los pagó el grupo parlamentario. O dicho de otra manera, que en lugar de pagar el partido la imprenta, la publicidad, los montajes audiovisuales, esperaron a cobrar la subvención del parlamento murciano y dieron instrucciones a los proveedores para que modificaran las facturas.

Estuvo en La Brújula Fernando del Páramo, de la dirección de C’s, y esbozó la pobre explicación de que ha debido producirse un error administrativo por el que serán castigados los empleados que llevan la contabilidad.

El error administrativo supone haber incumplido la ley de financiación y haber hecho pasar por gastos del grupo los gastos de la campaña del partido. Pero Ciudadanos niega que fuera una decisión política. Fue un error. De algún maldito oficinista.

Pablo Iglesias. La psicopolítica. Pablo Iglesias y los periodistas.

Se puso cachondo Pablo. Miren, Iglesias puede decir lo que le parezca. Como lo puedo decir yo. Como lo puede decir usted. Sólo faltaría.

Le apetecía atizarle a un redactor del diario El Mundo, Álvaro Carvajal, cuyas informaciones está claro que le escuecen al jefe de Podemos. Le acusó de inventarse noticias negativas para progresar en su periódico. Eso es, en esencia, lo que hizo. Envuelto en coñas marineras.

Un dirigente político tiene derecho a cuestionar el trabajo de un periodista, eso creo yo. O de la prensa entera. En la universidad –el espacio académico-- o en las ruedas de prensa, Pablo, no hay diferencia. No estoy con tantos otros periodistas que ayer se rasgaban las vestiduras porque Iglesias, oh anatema, había criticado en público a la prensa. Ni creo que la Asociación de la Prensa tenga que entrar al trapo de vomitonas como ésta. Si los periodistas criticamos cada día a quien nos parece y decimos a los demás —aquel que quiera hacerlo— lo que tienen que hacer, por qué un político no va a poder hacer lo mismo. No somos almas puras y virginales. Ellos, obviamente, tampoco.

Pablo Iglesias puede criticar a quien desee. Lo que no vale es mentir. A lo que no tiene derecho es a inventarse una realidad que se ajuste a su argumentario o su prejuicio. Ayer sostuvo que buena parte de los periodistas que informan sobre Podemos están obligados por sus medios a hablar mal del partido. Y eso es mentira. Es la novelita que ya ha contado Iglesias más de una vez: redactores que adoran cuanto hace Podemos pero están sometidos al látigo esclavista de sus editores, los poderosos que está en guerra con Pablo y sus chicos y disciplinan a sus peones periodistas en la contienda. Que no, Pablo, que no.

Que naturalmente hay medios muy críticos con Podemos, como hay otros (de estos nunca habla Iglesias) que aplauden todo cuanto se le ocurre a Podemos. Pero en su mayoría lo que hay son medios que tratan a Podemos del mismo modo, y con las mismas reglas periodísticas, que han tratado a los demás partidos durante años y años.

Tal vez la diferencia esté en el grosor de la piel —es propio del novato tenerla más fina—- y en el prejuicio de creer que todo enfoque crítico es prueba de una conspiración contra los morados. Esté afán tan enfermizo por liberarnos a los periodistas del yugo de nuestros medios. Para ponernos el suyo.

Confunde el funcionamiento de una redacción con el del aparato de Podemos, donde ya hemos visto lo que sucede con quien no es del agrado del de arriba, decapitado cual cordero Pascual en la plaza pública.

Nada dijo Pablo, repito, de aquellos medios y aquellos periodistas que, en el ejercicio de su libertad, le doran a él la píldora. De aquellos que aún negaban la existencia de una crisis interna cuando ya había sido fulminado el secretario de organización.

Después de tirar la piedra, Pablo hizo lo que hace siempre. Fingir una disculpa que no lo era. “Siento haber ofendido. Pero dije la verdad”. Pues no. Justo eso es lo que no hizo. Decir la verdad. Y en la universidad hay que decir la verdad, Pablo, exactamente igual que en las ruedas de prensa.