OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Puigdemont pone de ejemplo a un gobierno que tardó cuatro meses en formarse"

Aunque quede perdidamente cultureta, evoquemos a David Foster Wallace y el título de su novela más famosa, que hoy nos viene al pelo: “La broma infinita”. Al revestido presidente catalán, Carles Puigdemont—que ahora viste traje a medida— le divierte ir de bromista. Ahora ha dicho que “los partidos españoles deberían aprender de cómo hacemos las cosas en Cataluña, aquí hemos sido capaces de ponernos de acuerdo, no como ellos”. Como lo dijo en el Parlamento de Cataluña, donde todo debe parecer muy solemne, no se acompañaron sus palabras de risas enlatadas, como en las telecomedias. Un cómico, Puigdemont, haciendo el chiste de presentar como modelo el vodevil de su propia investidura.

Carlos Alsina

Madrid | 04.02.2016 08:06

La broma infinita. El cambalache convergente-cupero como tratado de ejemplaridad. Manda huevos. Cuatro meses tardaron en elegir un presidente después de fracasar en todos y cada uno de los pronósticos que hicieron. Cuatro meses, Puigdemont. Para que fuera posible resolver en las Cortes la investidura de un presidente a la manera en que lo hizo el Parlamento de Cataluña haría falta, para empezar, que los dos grandes partidos —uno de derechas, otro de izquierdas— se hubieran presentado juntos a las elecciones, que hubieran ocultado los dos sus siglas, que Rajoy hubiera ido de número cuatro y Sánchez de cinco, con un cabeza de lista que procediera de cualquier otro sitio —Toni Cantó, por ejemplo—, que aun yendo juntos los dos grandes no hubieran sacado mayoría absoluta, que hubieran dependido del voto del último partido de la cámara y que, por exigencia de éste, hubieran acabado aceptando que el presidente no fuera ni Rajoy ni Sánchez ni Toni, sino un tal Vázquez que iba en la lista de Murcia y que a Rajoy le cae simpático.

¿Éste es el modelo que propone Puigdemont, el hombre elegido a dedo fruto de una suprema carambola? A él se lo dieron todo hecho. Composición de su gobierno incluida. Pero dice que él también va en serio. En serio con la independencia y en serio con su presidencia. Y, para demostrarlo, atienda un momento el presidente del Tribunal Constitucional, su grupo parlamentario ha solicitado que se empiece la tramitación de leyes autonómicas que sustituyan, por las bravas, a las que rigen en toda España: Seguridad Social y Hacienda propia para solicitar después a los bancos que el dinero de los impuestos se transfiera a la cuenta de la Generalitat, no a la de la administración general del Estado. ¿Iniciar el trámite de tres leyes derivadas de la declaración de ruptura que anuló el Constitucional es incurrir ya en desobediencia o hay que esperar a que se den nuevos pasos? ¿Hay alguien en las instituciones del Estado que responda? ¿O está todo el mundo en funciones?

Si la escuela catalana de hacer política es esto, la broma, desde luego, es infinita.

Esto empieza bien. Se esforzó Pedro Sánchez, que también va en serio, en convencer al personal de que su primer día de negociación para la investidura es un indicio de cómo pueden irle las cosas. En realidad, no lo es. Ha empezado con Coalición Canaria —socio siempre en oferta para quien pueda estar interesado— y con IU —Garzón dando brazadas para mantenerse a la vista—-. Que ambos le digan que “para adelante” cuenta poco, en la aritmética y en la lectura política.

Más interesante fue la comunión de discurso que evidenciaron ael PP y Podemos, a un lado de la cámara, y el PSOE y Ciudadanos, al otro. Para la pareja Sánchez Rivera lo primordial es abrir el diálogo y darse tiempo para que los acuerdos maduren. Para la extraña pareja Rajoy Iglesias lo principal es ventilar el asunto de la investidura cuanto antes. “Aprisa, Patxi, aprisa, acabemos ya con este cuento”. Podemos recrimina a Sánchez que esté vendiendo humo, un pacto inverosímil con ellos y con Ciudadanos, una milonga, un truco. Mójate, Pedro, confiesa que te gusta más Albert para que podamos ya mandarte a paseo. El PP dice que Sánchez va de farol, que sólo quiere estirar un chicle que él sabe mejor que nadie que acabará en el cesto. Enfrente, el PSOE y Ciudadanos invocando el bien común y la superación de los vetos. Los constructores de puentes frente a los del boqueo.

En este nuevo reparto de papeles, prepárense porque los argumentarios ya están listos. Los pactistas frente a los de la pinza. Que coinciden, curiosamente, con los que rehuyen de unas nuevas elecciones (Sánchez Rivera) frente a los que cada vez dan más signos de que están deseando que se produzcan (Rajoy Iglesias). Ensayando los estribillos para empezar a entonar cada día las nuevas cantinelas.

A ver si se anima el PSOE a emitir en streaming su negociación con Podemos. Aunque sólo sea para verle la cara a Jordi Sevilla cuando se siente con los de Pablo Iglesias. Y viceversa. Ha metido Sánchez en su dream team negociator a una de las bestias negras de los podémicos: el exministro que echa pestes del modelo económico de Podemos y que más cera les ha dado por sus actitudes y sus tonos. Algunos ejemplos de tuits recientes firmados por Jordi Sevilla sobre Iglesias: “Hay telepredicadores dispuestos a perdonar la vida a los infieles a cambio de cargos, oropeles y arrepentimiento, ¡la leche!” “Hay algunos tan llenos de si mismos y de sus egos que no les cabe nada más en su pensamiento”. “La política no puede ser sólo trucos y pirotecnia”, éste es del día que Pablo Iglesias reclamó para sí la vicepresidencia.

No parece, ¿verdad?, que el señor Sevilla tenga una opinión muy favorable de Iglesias y sus compañeros. Meter en el equipo negociador al mismo al que no quieren ver como ministro puede intepretarse, en Podemos, como una provocación. Ya podía haber escogido Sánchez a Odón Elorza, y así tenían no la vicepresidencia, sino la presidencia de Pablo Iglesias hecha. Algún significado debe de tener que los negociators de Sánchez sean mucho más próximos a lo que representa Ciudadanos —el novio conveniente, el que no mancha— que a lo que representa Podemos. En el PSOE ha gustado el perfil de los elegidos: van a poner a cada uno en su sitio, dicen con el micrófono apagado. Atentos a la pantalla para ver cómo de flexibles son los negociadores a las demandas de los socios en potencia. Cuánto de junco y cuánto de acero.

Este jueves Sánchez se sienta a hablar con Felipe González. Bueno, a hablar no, con Felipe uno sabe que va a escucharle. O a poner cara, al menos, de que le escucha. Sánchez ya quedó claro que se siente emancipado. Y que, en el fondo, está de acuerdo con Felipe en por dónde va a llevar el balón: pacto con Ciudadanos y emplazamiento posterior a PP y Podemos para que dejen gobernar a los que sí han sido capaces de ponerse de acuerdo. Los pactistas frente a los de la pinza. Éste va a ser el nuevo argumentario.