OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ojalá que Colau, Kichi, Santiesteve y Ferreiro no tengan que tomar nunca medidas antiterroristas"

Manuela Carmena no es feliz. Todo lo que le ocurre ahora le resulta excesivo. Le desborda, no se siente bien. No me siento yo, dice. Carmena está triste, qué tendrá Manuela. Arrepentida. Cinco meses después de debutar como alcaldesa de Madrid le ha dicho a Maruja Torres que si pudiera dar marcha atrás, la daría y no se presentaría nunca a las elecciones. Así es la vida.

Carlos Alsina

Madrid | 24.11.2015 08:08

Esperanza Aguirre loca por ser alcaldesa sin conseguirlo y Carmena, que lo consigue, no se siente bien. El runrún que desde el comienzo acompañó a la señora alcaldesa —-que daría la espantada antes de cuatro años—- resurge con fuerza por obra y gracia de ella misma. Antes de las generales nada cambiará porque le haría un roto notable a su socio Pablo Iglesias —el líder que enarbola a Colau y Carmena como ejemplo de compromiso y buen gobierno—-, pero después de las generales ya veremos.

No figura, por cierto, la señora Carmena entre los podémicos firmantes del manifiesto del nuevo “No a la guerra”. Los Colau, Kichi, Santiesteve, Ferreiro, alcaldes que ojalá no tengan que tomar nunca medidas excepcionales por riesgo de amenaza terrorista en sus ciudades respectivas, que nunca tengan que instar a sus vecinos a permanecer dentro de casa. “Si la respuesta a la barbarie es encerrarnos en casa, la victoria del terrorismo será total”, dicen. Ciertamente, tener que encerrarnos en casa sería un fracaso. Pero en el manifiesto que han firmado se echa de menos precisamente eso, cuál entienden los abajofirmantes que es la respuesta que acabaría con la barbarie. O qué harían los alcaldes de Barcelona, Zaragoza, Coruña, Cádiz si un grupo yihadista conquistara por la fuerza un barrio de su ciudad y se pusiera a matar gente.

Ha habido personas que, llevadas de su buenísima voluntad, han llegado a consternarse, en un ejercicio de anticipación encomiable, por las víctimas de los bombardeos franceses en Siria antes de que existiera constancia de que existieran. Y que lamentablemente, sin embargo, estuvieron lentas de reflejos a la hora de convocar a los ciudadanos a manifestarse en protesta por las víctimas civiles que ha causado Estado Islámico en Siria e Iraq los dos últimos años. Víctimas por miles. Fusilados, colgados y asesinados por su condición de infieles, entiéndase cristianos, ateos o musulmanes no yihadistas. Estado Islámico no ha llegado a conquistar todo el territorio que hoy gobierna despóticamente (Raqqa y Mosul como capitales del califato criminal) sin matar a todo aquel que se le oponía y provocar una huida de cientos de miles de refugiados.

Es una pena que para todas esas personas ya lleguen tarde los manifiestos y las denuncias. Y es una pena que se vuelva a confundir la guerra que están librando ya, conforme a la legalidad internacional, dos estados que se llaman Iraq y Siria contra los yihadistas de la limpieza étnica con aquella otra guerra de Iraq de 2003 que nada tiene que ver con ésta.

Bruselas, y van cuatro. Cuatro días de alerta con medidas excepcionales. De nuevo sin colegios, sin metro, sin universidades. Funcionan las institituciones comunitarias pero los funcionarios trabajan desde casa. El gobierno belga entiende que aún no toca relajar el despliegue de policía y ejército porque sigue siendo alto el riesgo de atentado. No tranquiliza que la ministra de Educación sugiera que, el día que abran de nuevo las escuelas, se habilite una habitación segura donde puedan refugiarse profesores y alumnos en caso de emergencia —-defina usted “segura”—-. Y ese día, el del regreso a la normalidad si nada cambia, será mañana. Lo dice el primer ministro belga.

Tampoco tranquiliza que las múltiples operaciones policiales del domingo, con veinte personas detenidas, hayan dejado un resultado escaso. Casi todas han quedado en libertad y sólo una está acusada de vínculos con los yihadistas de París. Y, sobre todo, no ha apartecido aún Abdeslam, de quien ahora dice su hermano que, a última hora, debió echarse atrás. Se está investigando si el cinturón bomba que ha encontrado la policía en un contenedor de París pudo ser el que llevaba consigo Abdeslam antes de darse a la fuga.

El presidente Hollande viaja a Washington para verse con Obama con un único asunto en la agenda: la ofensiva militar contra Estado Islámico, el empeño francés en forjar una única coalicion mundial contra el yihadismo en la que vayan de la mano Estados Unidos, Rusia, China y sus aliados regionales, Siria, Irán y Arabia Saudí. Fácil no parece, pero el francés se lo ha autoimpuesto como fórmula necesaria para erradicar a este grupo yihadista. Este martes con Obama, el miércoles con Merkel, el jueves con Putin. El lunes fue Cameron quien estuvo en París para ofrecer apoyo logístico a los bombardeos franceses en Siria.

En esta labor de tejer alianzas internacionales no está prevista ni visita de Hollande a Madrid ni viaje de Rajoy a París. España, de momento, está fuera de la agenda. Y el gobierno español tampoco tiene mayor interés en ser incluido porque una petición concreta de colaboración por parte de Francia obligaría a Rajoy a dar respuesta. A veintiséis días de unas elecciones generales, el consenso sería simplemente imposible. Y sin consenso, Rajoy se resiste a mover ficha.