OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Lo que Susana habría querido tener resuelto sin necesidad de despeinarse lo tendrá que pelear"

Lo que ha empezado no es la batalla de Susana Díaz para ganar la dirección del PSOE, es la batalla para ganar la Moncloa. Esa es su meta. El objetivo último que tiene en la cabeza y que, para su desgracia, requiere de un par de metas volantes. La primera, en dos meses. La segunda, sólo Rajoy sabe cuándo.

Carlos Alsina

Madrid | 27.03.2017 07:50

Susana habría deseado que las fuerzas vivas del socialismo patrio, con el clamor entusiasta de las bases, la hubieran coronado reina de Ferraz entre los cascotes y los charcos de sangre que dejó la gran boda roja, aquel comité federal de octubre que certificó el estado de ruina con que concluyó el corto reinado de Pedro el voluble. Pero el rey depuesto nunca tuvo vocación de cadáver y se le ha plantado en jarras en medio del camino que conduce al salón del trono socialista y sólo desde allí a intentar el salto a la Moncloa. Lo que Susana habría querido tener resuelto sin necesidad de despeinarse lo tendrá que pelear. El PSOE decidió hace tiempo que a su máximo cargo orgánico, como a sus candidatos, se los elige en competición democrática y eso no tiene marcha atrás. El que quiera liderar, que se lo gane. Obteniendo más votos que los otros aspirantes. Y aun sabiendo que ganar no garantiza cuatro años de gobierno del partido —ya se ha visto con Pedro Sánchez—: además de ganar luego hay que saber dirigir, negociar y medir adecuadamente tus fuerzas. Eres el secretario general. Nada menos que el secretario general pero sólo eso, en un partido con focos de poder diversos y con dirigentes curtidos en el arte del colmillo retorcido y la trastienda.

La ruta que se ha diseñado la señora Díaz a sí misma termina en el palacete de la carretera de la Coruña.

La primera meta volante es a final de mayo. Contra Sánchez. Él tiene más experiencia que ella en esto que llaman, hiperbólicamente, patearse España agrupación por agrupación. Y también tiene más tiempo libre, claro. Cuando Díaz prometió ayer que visitará todas y cada una de las agrupaciones socialistas alguien echó mano del calendario y comprobó que tiene siete fines de semana para hacerlo, Semana Santa incluida. En el supuesto de que vaya a dedicar a su ambición orgánica sólo los ratos libres que le deje su trabajo, el que ya tiene, gobernar Andalucía. O en palabras de la señora presidenta, dejarse la piel por el bienestar de los andaluces, tan perjudicados siempre por las políticas neoliberales de Rajoy y todo eso.

Él tiene más tiempo, más experiencia viajera y una facilidad innata para ir adaptando su relato a las necesidades de campaña: del "no es no" al "sí es sí" alimentando su papel de profeta del izquierdismo sacrificado en el altar de los poderosos y el establishment. Frente a eso, ella tiene olfato para saber por dónde va el balón, tiene galones en la vida interna del partido (porque toda su carrera, y su vida, ha sido ha sido orgánica) y tiene a barones, coroneles y oficiales de rango diverso haciendo siembra en su favor en casi todas las agrupaciones.

Si gana ella, le harán un Congreso de coronación en junio bajo palio y sin que nadie discuta que será ella también la candidata en las elecciones generales. Si pierde, la historia consiguiente del PSOE es un enigma porque nunca un secretario general cayó para luego volver y con medio partido habiendo intentado sepultarlo vivo.

En su autoproclamación de este domingo —la multitudinaria celebración del advenimiento del susanismo— se le fue medio discurso a la candidata en agradecimientos. La otra mitad la dedicó a ignorar a Pedro y a reivindicarse en aquello que ella considera su principal activo: ganar elecciones. La palabra ganar, la palabra victoria. Que aplicándoles el descodificador significa: con Pedro seguiremos perdiendo.

Susana Díaz ganó unas autonómicas que ella misma anticipó para evitar que el crecimiento de Podemos le hiciera un roto. Adelantó y amarró. Las anteriores se las había ganado Arenas a Griñán, aunque el PP nunca gobernara. Las generales de 2015 también se las apunta Susana en su lista de éxitos, no así las de 2016 que perdió el PSOE andaluz, aunque el coste de esa derrota prefiera apuntárselo Susana a la factura de Pedro Sánchez. En el argumentario susanista, ella es la que gana elecciones, él el que las pierde.

Tomemos nota, por tanto, del compromiso —no explícito del todo, pero ya llegará— que asume la candidata en el inicio del camino que ella espera que le lleve a la Moncloa: sólo gobernará si el suyo es el partido más votado. Al gobierno, pero desde la victoria electoral.

Si Díaz es secretaria general del PSOE, y candidata a la presidencia del gobierno y pierde las elecciones, no intentará formar gobierno. Tiene que gobernar el que gana.

Sostiene Zapatero —susanista mayor del reino de León— que éste es el mensaje más efectivo que puede dar un líder: la prueba última de la confianza que tiene en sus posibilidades. Sólo gobernaré si gano. Si el que gana es el PP, no obstaculizaré que sea él quien gobierne. Que aplicándole el descodificador pedrista significa que otra vez volverían a abstenerse.

Y en Murcia qué. ¿Qué va a ser de la moción de censura que le ha presentado a Pedro Antonio Sánchez el PSOE? ¿Qué va a pasar a partir de hoy, que ya es mañana?