OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La democracia rusa está tan contaminada que Putin no necesita pucherazo alguno"

Cómo pasa el tiempo. ¿Se acuerdan del efecto 2000, la neura aquella que nos entró a todos por el cambio de milenio. Iban a colapsar los ordenadores porque no estaban programados para años que empezaran por 2.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 19.03.2018 07:49

¿Se acuerdan de la peseta? Aún la utilizábamos en el año 2000.

¿Se acuerdan de Sadam Hussein? Aún hacía lo que le daba la gana en Iraq, con sus palacios de mármol y el hijo aquel que tenía y que encarcelaba jugadores de fútbol si perdían los partidos.

• En el año 2000 el presidente de los Estados Unidos era Bill Clinton. Que fue sustituido por George Bush, éste a su vez por Barack Obama y Obama, a su vez, por Donald Trump.

• En Francia el presidente era Jacques Chirac, que pasó el testigo a Nicolás Sarkozy, éste a Francois Hollande y Hollande, a su vez, a Enmanuel Macron.

• En España gobernaba Aznar, que fue relevado por Rodríguez Zapatero. Y éste, a su vez, por Mariano Rajoy.

• En Rusia, en el año 2000, el presidente era Vladimir Putin, que dejó paso a Vladimir Putin para que éste, a su vez, dejara paso a Vladimir Putin.

Ahora los rusos han votado y han elegido a Vladimir Putin como su nuevo presidente. Lo que supone que reinará —salvo imprevisto o hecho biológico irreversible— hasta el año 2024, cuando él tenga 71 años y se plantee o bien un cambio de Constitución a la china para eliminar de una vez la limitación de mandatos o bien una operación cosmética que permita ser presidente a un títere manejado por él. Putin aspira a seguir siendo rey cuando ya nadie se acuerde ni de Donald Trump ni de Enmanuel Macron ni de Mariano Rajoy Brey. Bueno, en el caso de Rajoy hay alguna duda porque ruso no es pero correoso para sus adversarios sí. Entendiendo 'adversarios' por aquellos de dentro de su partido que se atrevieron a amagar con disputarle la corona.

Putin cumple dieciocho años en el poder, va a estar de momento otros seis y si de él depende, conseguirá empatar con Nicolás I, su ídolo. El zar Nicolás, no el que acabó malamente cuando la revolución del 17 sino el otro, el que gobernó treinta años del siglo XIX, reprimió las revueltas de San Petersburgo, mandó a la horca a sus líderes, convirtió Polonia en provincia rusa, le ganó la costa oriental del mar negro y se erigió en protector de la iglesia ortodoxa. Nacionalismo, imperialismo, tradición.

Putin ha hecho su propio cóctel con estos tres ingredientes y ha convertido Rusia es un régimen autoritario donde hay partidos políticos, hay elecciones, pero donde no hay separación de poderes ni libertades plenas. En la clasificación que elabora el The Economist con el Índice de democracia de 170 naciones, donde Noruega es la democracia más perfecta y Corea del Norte la que no tiene nada de democrática, Rusia ocupa el puesto 135. Su nota es de un 3 y pico sobre 10. Con Catar, la China, Irán o Arabia Saudí como compañeros en la tabla. El proceso electoral en Rusia obtiene aún peor nota: un 2,2 sobre 10. Éste es el proceso electoral que ha ganado Putin. No es que haya pucherazo, es que todo el sistema está tan contaminado antes y después de las elecciones que ni siquiera hace falta.

Un hombre que se ve a sí mismo como un oso y que se quedó Crimea por la cara ha ganado con el setenta y pico por ciento de los votos. La Unión Europea dice que Crimea sigue siendo ucraniana, pero reconocerá la victoria de Putin en las elecciones en las que han votado los crimeos. El zar Vladimir Nicolás Putin I lo seguirá siendo.

España, por cierto, en estas clasificaciones sobre salud democrática, ocupa el puesto 19 y está considerada democracia plena.

Aunque Puigdemont, Echenique, Ramón Espinar o Ada Colau se empeñen en predicar cada día lo contrario.

Ah, el serial.

Ayer emitieron el capítulo en francés. Para los espectadores de Suiza.

Se grabó el episodio allí, en Ginebra.

Aprovechando que el protagonista se defiende bien en francés.

De nada.

En el capítulo de anoche viaja el de Waterloo desde Bruselas hasta Ginebra, seiscientos kilómetros, para asistir a un festival de cine. Como es actor

Juega en casa, porque el festival es sobre los derechos humanos y emiten un documental muy favorable a la causa independentista. Además, van a verle impartir doctrina algunos miembros de su club de fans: Anna Gabriel, aquella que fue peso pesado de la CUP y ahora se ha ido a vivir a Suiza, Agustí Alcoberro, que es este señor que dirige la Asamblea Nacional Catalana y al que nadie le hace demasiado caso, y la pareja de Jordi Cuixart, y la de Joaquim Forn, en fin, personas que tenían ganas de echar el domingo en Suiza y que últimamente están viajando más por Europa que en toda su vida.

Total, que el capítulo consiste en que Puigdemont habla ante un público bastante partidario de lo europeísta que es él y lo antidemocrática que es España

…y cada vez que alguien del público se dirige a él como lo que ya no es, presidente de la Generalitat de Cataluña

….los suyos aplauden y él siente un rapto de nostalgia por lo que llegó a ser y ya nunca más será (al paso que va el argumento del serial).

En realidad el capítulo de anoche fue de relleno.

A la espera de que sea esta semana cuando llegue el desenlace de este primer trimestre de temporada. Antes de Semana Santa, según las ideas que barajan los guionistas, ese hombre de aspecto reconcentrado que es Roger Torrent convocará al pleno del Parlament para investir un presidente que ni se llame Puigdemont ni se llame Jordi Sánchez. El miércoles será, seguramente, la cosa. El capítulo estelar para un personaje secundario que aspira a quedarse con el rol protagónico: Jordi Turull, aquel que hizo de presentador, animador y agitador del primero de octubre.

En lo que andan los demás personajes hasta ese día es en intentar amarrar el sí de la CUP. Lo último que le han ofrecido es la válvula de seguridad por si el presidente investido les saliera rana, es decir, no fuera lo bastante radical e irresponsable para la CUP. A mitad de legislatura, una cuestión de confianza. Y así, si quiere, la CUP se deshace de la rana.

Los de la CUP, que son cualquier cosa menos tontos, han dicho que verdes las han segao. A ver, saben que todo lo que no consigan ahora no lo conseguirán ya nunca. Y saben que si el nuevo presidente es Turull lo de la cuestión de confianza es un brindis al sol porque este señor va a estar procesado, juzgado y probablemente inhabilitado antes de que pase un año.

Total, que si la CUP no traga con dar el sí no quedará otra que levantar del escaño a Puigdemont y a su miniyo Toni Comín. Para que corra la lista.

Él dice que no se lo han pedido. Pero, en realidad, sí que se lo han pedido. Como le han pedido que se aparte. Y que deje de bloquear la investidura de un presidente de verdad.

A la espera de lo que dé de sí la semana, en el capítulo de anoche, que era en francés, se les coló un francés de verdad. Que se llama Manuel, reside en París y fue primer ministro de Francia. Pero que parla el catalá y nació hace cincuenta y cinco años en Barcelona. Le robó el episodio a Puigdemont subiéndose a un escenario en la Ciudadela para predicar contra el nacionalismo, el populismo y la guerra.