OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Hoy Esquerra espera celebrar ser el nuevo partido hegemónico catalán... si no gana Ciudadanos"

El día llegó. Como acaba llegando siempre el día de la verdad. La única verdad que vale para constituir parlamentos democráticos es la de las urnas.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 21.12.2017 08:01

Las elecciones más importantes de las últimas décadas en Cataluña. Comparadas, por lo que tienen de final de etapa (y ya veremos si comienzo de la siguiente), comparadas aquí con aquellas otras que hace treinta y siete años se celebraron también entre semana. También en día laborable. También un jueves.

Y también históricas porque fueron las primeras.

Un jueves del mes de marzo de 1980.

Cuando España lloraba la muerte de una de sus figuras televisivas más populares.

Félix Rodríguez de la Fuente, el divulgador, El Hombre y la Tierra. Su entierro había sido el día antes.

En la sobremesa de la televisión única emitían los viernes un programa llamado Cosas que presentaba Mónica Randall, catalana, y en el que empezaba a cobrar cierta fama un contador de chistes, también catalán. Eugenio, se llamaba.

Se hacían chistes que hoy ya no se hacen.

En aquellas elecciones de un jueves como éste los catalanes eligieron a los 135 diputados de su primer Parlamento Autonómico surgido de la transición del Estatut. Con casi tantos partidos como el de ahora. Aunque distintos.

Votó en aquellas elecciones el 61 % de los ciudadanos, y a diferencia de lo que había ocurrido en las generales y las municipales, la victoria no fue para los socialistas sino para la coalición nacionalista Convergencia y Unió.

Aquel jueves de marzo de 1980 comenzó la hegemonía de una forma de ejercer el poder llamada el pujolismo y de un líder que ya entonces ocultaba la fortuna familiar fuera de España. Pujol, decía La Vanguardia en su primer editorial entusiasta, "un líder con temple de estadista y gran formación intelectual que representa la Cataluña de nuestro tiempo, con espíritu patriótrico y voluntad de servicio, digno de suceder a los espléndidos adalides que a lo largo de la historia ha dado esta tierra". Había empezado el proceso de identificación de la comunidad, Cataluña, con el hombre, el gobernante que iría haciendo crecer su poder y su mayoría en las elecciones siguientes a costa de su competidor en el nacionalismo, la histórica Esquerra, y de su principal rival electoral, el PSC. La hegemonía nacionalista que llevaría al propio PSC a competir en ese mismo terreno para recuperar la primera plaza, por poco tiempo, veinte años después.

De aquel jueves del 80, en que la autonomía catalana alcanzó su máxima expresión en las urnas, a este jueves de 2017 en que se van a celebrar las primeras elecciones con la autonomía intervenida. Intervenida por culpa de la irresponsabilidad, la deslealtad y el abuso de poder de un gobierno formado por los dos partidos independentistas, Convergencia y Esquerra, que forzó primero la interpretación del resultado electoral de 2015, forzó después el Parlament y acabó forzando la aplicación del 155. Aplicación que se ha aceptado, y se ha vivido, con una naturalidad que no fue capaz de prever ningún político. Ningún sociólogo. Ningún politólogo.

Hoy la Convergencia aquella que celebró eufórica su victoria del año 80 es un partido mermado y diluido que renunció a sus siglas históricas en el esfuerzo por hacer olvidar a Pujol y su criatura más rentable, el 3 por 100. Hoy es Esquerra quien espera poder celebrar —treinta y siete años después— la victoria sobre su histórico rival y su condición de nuevo partido hegemónico. Temiendo, eso sí, que acabe siendo un recién llegado, un partido que combate el nacionalismo y que apenas tiene nueve años de vida, quien le acabe aguando la fiesta superándole en número de votos.

De estas elecciones que hoy celebra Cataluña qué les voy a contar, a estas alturas, que ustedes no sepan. De su relevancia, de lo incierto de su resultado, de la pasión —y a agria vehemencia— con que se vive en esta tierra la competición política que hoy llega a puerto.

En una hora comenzará la votación. Cuya limpieza está garantizada y cuyo escrutinio está fiscalizado por todos los partidos que cuentan con apoderados en las mesas electorales que en unos minutos empezarán a constituirse.

Hasta las ocho de la tarde se espera que acudan a votar cerca del 80 % de los catalanes en edad de hacerlo. Hay asociaciones independentistas que anuncian auditorías y recuentos paralelos, pero nada de eso existe. El recuento lo hacen los integrantes de la mesa electoral con la supervisión de los delegados de los partidos. El resultado se hace llegar al centro de datos para poder saber esta misma noche cómo queda el Parlament y el acta se envía a la Junta Electoral que es la encargada de proclamar, la próxima semana, los resultados oficiales del escrutinio. Y por primera vez anuncia el gobierno que difundirá todas las actas.