OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Escocia es el espejo deformado en el que se mira el procés para confundir al personal"

Disfrute de la luz que tenemos a esta hora de la mañana porque el lunes que viene, a esta hora, tendremos la luz de una hora menos. Está a punto de empezar la primavera: en tres horas y media jubilamos el invierno 16-17, esto está hecho.

Carlos Alsina

Madrid | 20.03.2017 07:59

Dejamos atrás el penúltimo domingo de marzo en el que tantas cosas sucedieron, verán: se celebró el día del padre, se quemaron las fallas en Valencia y se ofició la misa en la segunda cadena de la televisión pública. Bueno, oficiarse se ofició también en los templos, en las iglesias, pero al paso que vamos toda la falta de asistencia de la que se duelen los curas cada domingo —porque los fieles cada vez van menos— va a compensarla la audiencia televisiva de La Dos. El templo preferido de los católicos de España.

Este es el dato más esperado de cada lunes: qué audiencia hizo la transmisión del servicio religioso, si más o menos que la semana anterior, es decir, si está siendo el apóstol Pablo, al predicar en su contra, quien está haciendo la labor más fructífera en la difusión televisada del evangelio. Pablo Iglesias. Lejos de revolverse contra su prédica, la jerarquía de la iglesia debería incluir su nombre en la lista dominical peticiones: "Por Pablo, para que Dios le dé fuerzas y su ministerio no decaiga".

Repetid conmigo:

—Alabado sea Pablo y alabada sea su ofensiva.

—Bendito sea él y bendito sea su estímulo.

—Roguemos al señor.

Sigue habiendo misa los domingos, y aunque el ministro De la Serna no salía ayer en el reportaje del ABC entre los políticos que van a misa —o que dicen que van de vez en cuando— puede volver a encomendarse esta semana a la virgen de la estiba. Mañana se vuelven a sentar a la mesa la patronal y el sindicato —hoy se ve que les venía mal, porque en Madrid es fiesta— y está por ver si se persona en la reunión el propio ministro de Fomento. El viernes, aquí, no lo descartó. Lo que sí dijo es que la reforma tiene que salir adelante tal y como está planteada, es decir, que la liberalización tiene que producirse y su aprobación está supeditada a que las empresas y el sindicato pacten las condiciones laborales de los seis mil empleados y, también, las condiciones para los que prefieran prejubilarse.

El bocinazo de Rajoy ayer en Málaga fue una mezcla de irritación porque le han hecho quedar ante Bruselas como un presidente débil incapaz de hacer aplicar una sentencia europea —cómo vas a liderar Europa si tu Parlamento persevera en la insumisión— y de autoafirmación ante los suyos: presidente del gobierno sólo hay uno y sólo él tiene en su mesa el botón de mandar el Parlamento al desguace y convocar a los españoles a las urnas. Cuando él quiera.

El que no quiera que unas elecciones por sorpresa le pillen con el pie cambiado, que arrime el hombro para que el gobierno pueda sacar adelante sus proyectos, empezando por la estiba y siguiendo por los Presupuestos. ¿Cuánto hay de cierto y cuánto de fingimiento en el amago permanente de achicar la legislatura? Sólo Rajoy lo sabe. Pero la última repetición electoral le vino bien a él y mal a todos los demás. La Razón publica hoy encuesta que atribuye al PP 21 escaños más a costa del PSOE y Ciudadanos. En el PSOE, a una semana aún de que Susana Díaz se postule del todo como aspirante a general secretaria, no tienen ni dirección definitiva ni proyecto aprobado en un Congreso. Justo por eso las elecciones les vendrían fatal. Pero justo por eso, también, coincidir con el PP en cualquier cosa les genera un terremoto interno. Mientras Pedro siga vivo, todo lo que pase en el PSOE debe entenderse en esa clave: dejar sin oxígeno al pedrismo.

En el día siguiente a la manifestación de Barcelona contra el golpe parlamentario del rodillo independentista, Puigdemont y Junqueras firman una tribuna a cuatro manos. Como buenos hermanos independentistas se retratan juntos en el diario El País para persuadir a los escépticos de que lo del falso referéndum va en serio (sea como sea y sea lo que sea) y para despejar la duda sobre cómo de implicado resultaría Junqueras en esa convocatoria. Como tándem firman el articulo y como tándem firmarían, si llega, el decreto del falso referéndum.

Quien espere encontrar en el texto una fecha para la hipotética consulta se va a quedar con las ganas. Todo sigue tan en el aire como siempre. Y bajo la apariencia de proponer un acuerdo inspirado en el referéndum escocés lo que se esconde es la coartada de siempre para pregonar que ellos han intentado pactar la consulta pero Madrid les ha dado con la puerta. Escocia de nuevo. El espejo deformado en el que mirarse para confundir al personal y pretender que Cataluña es, como Escocia, una nación que decidió juntarse con otras naciones para formar el Reino Unido y tiene, por tanto, potestad para decidir sobre la integridad territorial de ese Reino.

La vía escocesa consiste en que el independentismo escocés reconoce que le corresponde al Parlamento británico conceder la competencia para convocar un referéndum. La vía catalana consiste, por el contrario, en reconocerle al Parlamento español esa autoridad pero sólo si hace lo que el independentismo desea: si le deja convocar un referéndum es competente, pero si no le deja, entonces pasan olimpicamente de lo que digan las Cortes y se atribuyen by the face la competencia ellos. Esta es la vía catalana, nada que ver con la vía escocesa.

Lo de Puigdemont y Junqueras no es una oferta en serio, es un truco argumental. Desmontado por los propios independentistas escoceses, que no se cansan de repetir que sus circunstancias son distintas porque ellos ya fueron nación independiente y porque la legislación británica no impide la consulta.

Pero aquí el independentismo es escocés sólo para lo que le interesa. Lleva cinco años con la misma historia: con competencia o sin ella, con legalidad o sin ella, con Constitución o sin ella, han decidido que tienen derecho a hacer un referéndum y van a hacerlo. El remake de la película de 2014. Otra vez con el mismo estribillo al que ahora añaden que esta vez sí, será una consulta efectiva, histórica y cuyo resultado será reconocido por el resto del mundo. Y dos huevos duros.