OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El rey Artur se saltó la Constitución a la torera y ahora viene de víctima"

Con permiso de Foster Wallace esto sí que es la broma infinita. De un pésimo gusto, pero broma. No cabe tomarse en serio que los condenados por desobedecer a conciencia al Constitucional se envuelvan en la Constitución para denunciar por inconstitucional su condena. El cielo está enladrillado, quién lo desenladrillará.

Madrid | 22.03.2017 08:10

Lo que Artur Mas y las señoras Ortega y Rigau hicieron, según la sentencia que los inhabilita, fue incumplir la resolución del Constitucional que suspendía todo lo que tuviera que ver con la consulta del 9-N. ¿Por qué? Porque esa consulta tenía todos los visos de ser inconstitucional, como el decreto que firmó el señor Mas, inconstitucional, y como la ley pantalla (ley de consultas) que aprobó el Parlamento catalán para darle una falsa coartada jurídica, inconstitucional también. El rey Artur se saltó la Constitución a la torera todas las veces que le pareció conveniente para sus intereses y viene ahora a declararse víctima, él, de una violación de sus derechos constitucionales. El pirómano quejándose de que le han pisado la manguera.

La broma, de pésimo gusto, es infinita porque el mismo día que presentó su recurso invocando la Constitución, se despachó en Madrid —en el curso de un debate con el ex ministro de Asuntos Catalanes, Margallo— proclamando que la Constitución y el Tribunal que la interpretan han perdido la legitimidad en Cataluña.

Naturalmente que el señor Mas, como el resto de los españoles, tiene sus derechos amparados y protegidos por la Constitución. Pero los derechos son iguales para todos los ciudadanos. Y quien pretende arrumbar la Constitución —tumbarla, no reformarla— está atacando esos mismos derechos que el señor Mas ahora reclama.

Incluido, por cierto, el grupito éste de falangistas (así se identificaban, como falangistas) que estuvieron ayer insultando y pegando voces a la puerta del Ateneo cuando llegaba Artur Mas.

Los vocingleros, alborotadores, que se llenan la boca de insultos y de la palabra España. Éstos tampoco defienden la Constitución, es bueno tenerlo claro.

Con Artur Mas lo que pasa es que se ha especializado en dar por buena una cosa y su contraria según le convenga en cada momento. Si el tribunal le condena por desobediencia es porque los magistrados mienten, pero si le absuelve de prevaricación es que no podían hacer otra cosa. Si el Parlamento español accediera alguna vez a pactar un referéndum, viva la vía escocesa, pero si el Parlamento rechaza la petición, ah, entonces es que es aquí no hay democracia porque ni el PP ni el PSOE son lo bastante escoceses.

Poca esperanza tiene en eso que él llamó aquí el régimen jurídico de la Cataluña independiente cuando prefiere envolverse en la Constitución que tanto le oprime para intentar salvarse de la inhabilitación. Poca esperanza tiene en el advenimiento de su república independiente cuando ya anuncia que después del Supremo irá al Constitucional y después al Tribunal de los Derechos Humanos. A defender el inexistente derecho humano a desobedecer una resolución judicial cuando a uno le apetezca. Debe de ser ésta una declaración universal de nuevo cuño, desconocida para los juristas del mundo.

La broma infinita. Artur Mas y sus dos compañeras de delito han sido condenados. Y para su desgracia (y quizá incluso su sorpresa) no parece que en la sociedad catalana haya provocado el terremoto aquel que profetizaban los amantes del procés y sus circunstancias. El apocalipsis de la población levantada en repulsa contra la condena nadie lo ha visto. Más bien ha quedado en evidencia que en Esquerra no sienten la condena como algo propio y que en Convergencia hay un sector numeroso queriendo jubilar de una vez a Artur Mas y lo que éste representa. Más bien ha dado la impresión de que esta condena a la tripleta insumisa ha sido digerida sin grandes retortijones por los independentistas catalanes.

La CUP, que no ha derramado ni media lágrima, vuelve a meter presión al precario gobierno de Puigdemont. Menos cacarear a todas horas que habrá un referéndum y más mojarse de una vez poniéndole fecha. La CUP cada vez se fía menos de la voluntad del president, y quienes le rodean, de celebrar de verdad esa falsa consulta. Si en septiembre no ha habido referéndum, dicen, se acabó el apoyo al gobierno Puigdemont. Cataluña en bucle. Venga a darle vueltas a la noria mientras el Junts pel sí se pudre.

Puigdemont le pidió ayer al Senado ir a dar una conferencia sobre el monotema y los dos grupos principales ya le han dado respuesta: en lugar de conferenciar, venga usted a debatir. Ya que se declara tan amigo del diálogo y del intercambio de pareceres, haga lo que no hizo en la Conferencia de Presidentes: persónese y hable de lo que usted quiera con sus colegas, los demás presidentes autonómicos.