OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El legado de Pujol son siete hijos imputados y el octavo desahuciado como president"

Este miércoles le toca al padre. El padre del catalanismo de nuestro tiempo. El padre de Convergencia. El padre de sus siete hijos, todos imputados —a estas alturas— ya en algún juzgado.

Carlos Alsina

Madrid | 10.02.2016 08:09

Le toca declarar al cabeza de familia, Jordi Pujol i Soley. Y a la otra cabeza de esa misma familia bicéfala, la señora Ferrusola. Ambos van a ser interrogados por un juez de la Audiencia Nacional para que expliquen el origen los movimientos de dinero registrados, durante años, en las cuentas corrientes de la famiglia en su patria sentimental, que es Andorra. Si aún viviera Torrente Ballester lo llamaría “La saga fuga (de capitales) de J.P.” Los Pujol, que es lo más parecido que hay en Cataluña a la aristocracia independentista. La familia real catalana.

Empezará el juez por preguntarle al molt condenable ex gobernante confeso de evasión fiscal—- por el origen de la fortuna andorrana. Aquel comunicado que difundió el señor Pujol cuando fue pillado —verano de 2014, ¿se acuerdan?—: lo de la herencia del abuelo Florenci que les contó luego, de viva voz, a los mansos diputados del Parlamento autonómico. En plan Sicilia, 1932. La vieja Sofía de las “Chicas de Oro”.

El sufrido Florenci Pujol, padre del contador del cuento, que hizo carrera en el sector textil, se hizo luego agente de bolsa y empezó a ganar dinero convirtiendo pesetas a dólares en Tánger, contrabando de divisas. El padre preocupado por su hijo, Jordi, al comprobar que éste antepone sus inclinaciones politicas al negocio familiar. La angustia de ese padre que teme que la apertura democrática sufra un revés, que el hijo acabe para siempre en prisión privando a su familia —la esposa, los niños— de la única fuente de ingresos que tienen. Y el padre entonces, tan desasosegado, le abre una cuenta en Andorra y le mete allí un dinero importante, para darle seguridad aunque él no quiera. Por la mujer, por los niños. Y él, el Pujol hijo, que no quiere saber nada de aquello y se desentiende. Que deja que la herencia, ¿herencia?, se la gestionen otros, mientras él se dedica a conducir Cataluña con mano firme, a reclamar a Madrid cesiones de impuestos, a abroncar a los catalanes que elufen pagar lo que les toca.

Qué hermosísima historia de generosidad paterna y desentendimiento filial. Qué gran historia, Sicilia 1932, la que contó Pujol al verse descubierto.

Lástima, para él, que el juez no se creyera una palabra. Lástima, para él, que le vaya a pedir que aclare de una vez, cuánto dinero era. Dónde están los papeles que demuestren que fue una herencia —legado, lo empezó a llamar Pujol cuando le advirtió de la pifia su abogado—. Cómo es que su hermana no sabía nada. Por qué en el banco declararon que la herencia era de la familia Ferrusola. Y, sobre todo, cómo pudo rentabilizar tan extraordinariamente aquel dinero a base de invertir únicamente en bolsa.

El juez ya dijo, al convocarle, que no tiene constancia de negocio jurídico alguno que justifique los incrementos patrimoniales de la familia. Y que sí la tiene, por el contrario, de operaciones financieras anómalas y ajenas a las prácticas comerciales ordinarias. O traducido, que el enriquecimiento sostenido en los años en que gobernó Cataluña apesta. Hoy Pujol le podrá decir al juez, enrrabietado si quiere, aquello que les dijo a los diputados del parlamento. Que todo es mentira.

Qué tarde aquella, con el ex gobernante enfurecido —el mismo al que le reían todos la gracia, cuando mandaba y despachaba a los periodistas con el autoritario “hoy no toca”—. Qué tarde aquella, con Pujol avisando de que sacudiendo esta rama sólo conseguirían, los dirigentes políticos, caer todos. Caer, lo que se dice caer, sólo cayó en ese mismo Parlamento su hijo político, Artur Mas. Siete hijos —-la gran familia— imputados. Y el octavo —la familia y uno más— desahuciado de la presidencia autonómica. He aquí el legado de Jordi Pujol i Soley.

Un juez le explicará hoy qué idea tiene de su numerosa familia. Ya lo escribió en un auto: “Es una organización criminal, coordinada para hacer negocios, generar rentas, ocultarlas y distribuirlas entre todos para lavar activos”. La familia lavandería, blanqueadora, con el matrimonio Cocoon a la cabeza, tan mayores los dos pero tan vivos para mover dinero.

Si la justicia acaba probando que el ingenioso Pujol convirtió la política en su mejor negocio el abuelo Florenci podría descansar satisfecho. Aquel joven por cuya economía tanto temió consiguió cerrar el círculo aunando una ambición con la otra: el poder y el dinero en el extranjero.

En el juicio del caso Noos, primer procesado que declara y primera patada hacia arriba en la atribución de responsabilidades. Había que contratar a Urdangarin sin mirar el precio y por orden de Jaume Matas.

Pepote Ballester, el deportista olímpico al que Jaume Matas colocó de director de deportes del gobierno balear, dice que él le adjudicaba a Urdangarín contratos a dedo porque Matas le había dicho que lo hiciera. Un tipo disciplinado este Ballester. Prevaricador confeso, pero disciplinado. Obediencia debida, señoría. Si el jefe dice que hay que hacer rico a Urdangarín, quién es uno para no arrimar el hombro.

Cuando le toque declarar a Matas ya sabemos tambièn o que dirá, porque ya lo dijo: que él contrataba a Nóos para que organizara foros perfectamente prescindibles porque se lo pidió el rey. Me pidió que le tratara bien al yerno…qué iba a hacer yo, señoría, si era el rey de España. Que se haga, que se haga.

El socio de Urdangarin dirá lo mismo: era la Casa del Rey la que nos guiaba en nuestras actividades sin ánimo de lucro, ¿comprende, señoría? Si el rey quería que el yerno tuviera el riñón cubierto, quiénes éramos los demás para poner reparos. Y si de paso nos cubríamos el riñón propio, todos contentos.

Sólo falta que el propio Urdangarin diga que él lo hacía todo obligado.Obediencia debida, qué yerno no se pliega a las obligaciones que le impone el suegro.