OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El insólito Trump denuncia la politización de los jueces presionando a los jueces"

Sabíamos que Donald Trump presume de decir lo que le da la gana y que la corrección política le produce arcadas, pero no era fácil prever que alcanzara tal grado de desahogo. Su empeño en condicionar, desde la presidencia de los Estados Unidos, la decisión que han de tomar tres jueces de un tribunal de apelaciones es un escándalo político en su mismo. La descarada presión de un presidente que pone bajo sospecha a todo el que se atreva, no ya a llevarle la contraria, sino a expresar sus dudas sobre la legalidad de las decisiones que ha tomado.

Carlos Alsina

Madrid | 09.02.2017 07:51

Esta es la escena insólita que el insólito Trump regaló ayer a los estadounidenses: un presidente indicando a los jueces qué sentencia deben emitir so pena de ser tachados de malos americanos. Y en consecuencia, crucificados.

Llegó a decir ayer el señor Trump que "incluso un mal estudiante de instituto sabe que yo tengo razón". Si los jueces sentencian en favor del gobierno, habrán restaurado el crédito del poder judicial. Si no, estarán demostrando que los jueces están politizados, son partidistas tendenciosos. Así se las gasta el nuevo. Presionando sin disimulo. E intento echarle a la opinión pública encima a estos tres magistrados.

El examen judicial a la orden ejecutiva del presidente es lo más relevante que está sucediendo esta semana en la América de Trump. A ver qué dicen los fans que le han salido a este gobernante en España —porque cumple sus promesas electorales y porque habla claro, ¿verdad?—, a ver qué dicen sobre este soberano desprecio a los checks and balances, los controles y contrapesos que son viga maestra de la separación de poderes en democracia. Y es la solidez de ese sistema lo que está sometido a prueba.

"Juicio político". "Judicialización de la política". "Choque de legitimidades". Qué familiares no suenan todas estas cosas que está diciendo el gobierno de los Estados Unidos sobre el proceso judicial en el que se dilucida si actuó conforme a la ley o la vulneró a sabiendas. Qué curioso resulta escuchar a Trump proclamando que el sentido común está de su parte, que la vista judicial carece de base legal, que es la voluntad de los estadounidenses lo que está siendo violentado la misma semana que se están escuchando cosas muy parecidas en el juicio por la presunta desobediencia al Constitucional que se celebra en Barcelona.

Qué ironía escuchar ayer a Francesc Homs, en puertas de ser juzgado él mismo por desobediencia al Constitucional, citando al Constitucional como fuente de autoridad para criticar al gobierno de España.

Bendito sea el Constitucional, pero sólo cuando me da la razón a mí. Se le vio encantado con su comparecencia al testigo que, a la vez, es procesado en el Supremo por la misma causa. "Qué lástima", dijo, cuando fiscalía y acusación popular renunciaron a preguntarle nada.

Éste es el talante de quien fue consejero de presidencia del gobierno catalán, y encargado de presionar a las radios privadas para que emitieran la propaganda de la consulta ilegal, alegó ayer ante el tribunal lo mismo que dijo en este programa hace unas semanas: que él tiene formación jurídica —-es abogado— y por eso sabía que no estaban incurriendo en desobediencia alguna. A la espera quedamos de ver si el tribunal —-tres jueces con alguna formación jurídica también— comparten o no su criterio.

De Trump y sus circunstancias todo se aprovecha. El PSOE de la gestora susanista, necesitado de argumentos para combatir la imagen de manso que le ha colgado Pedro Sánchez, ha creído encontrar en Trump munición para atizarle a Rajoy, pero sin que le duela. Escopeta de juguete. Es demasiado burdo el intento del portavoz Mario Jiménez por sacar petroleo de la conversación, protocolaria, que mantuvieron Rajoy y el americano anteanoche.

A nadie se le escapa que la dirección socialista quiere echar agua a esta idea de que se ha encamado con el PP en una luna de miel que ahora llaman legislatura colaborativa. Pero querer hacer de Rajoy el Aznar de las Azores es una broma pesada. Llevarse bien —o no muy mal— con el amigo americano lo han intentado, y conseguido, todos los presidentes de gobierno: incluso Rodríguez Zapatero, que se hacía el encontradizo con Bush en las cumbres internacionales y se pasó años haciéndose perdonar el desplante a la bandera. Con el americano y con el ruso, porque ahora estamos todo el día a vueltas con Trump, pero Putin lleva veinte años mandando en Rusia y no ha habido presidente de gobierno español que le tosiera.

Rajoy está en no meterse en líos, como la mayoría de los gobernantes europeos.

A Donald Tusk lo dejaron tirado el viernes en Malta. Reclamó orgullo europeísta para defenderse de Trump, de Putin, de China, de los populistas nuestros de aquí, eurófobos, y le respondieron con una reunión protocolaria en la que sólo hablaron de Libia.

Cuando gane Susana Díaz ya la parará los pies a Donald Trump, Mario Jiménez. Si es que Susana gana. Bueno, si es que Susana se presenta. Que estamos a ocho de febrero y aún no ha dicho esta boca es mía.

A sólo dos días de que se ventile el pugilato. Podemos en capilla. En capilla y en campaña a todas horas los dos aspirantes al título, Coleta Morada y el niño Errejón. Objetivo: que los inscritos voten por su candidatura y no por la del otro. Compañero del alma, compañero.