OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El estratega Artur Mas aprovecha y dispara un misil contra el frívolo Puigdemont"

El día de los ajustes de cuentas.

Artur Mas contra Puigdemont, el doctor Frankenstein contra su pequeño monstruo.

Rodrigo Rato contra Rajoy. El designado, a dedo, para presidir Caja Madrid contra el dueño del dedo.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 10.01.2018 08:01

Si algo tiene el paso del tiempo es que los protagonistas de las broncas acaban reconociendo en público todo aquello que en su día negaban.

Otra vez ha renunciado Artur Mas. Este hombre se ha ido ya más veces de las que ha llegado.

Ayer recordábamos a esta hora que hace dos años ya se fue. Renunció a ser investido porque sabía que no iba a serlo. La CUP ajustó cuentas y no sólo le vetó, sino que consiguió que en Junts pel sí arraigara la idea de que era mejor amarrar el gobierno cambiando de candidato. Haciendo de la necesidad virtud, Artur Mas encajó el fracaso pero lo presentó como un acto de generosidad: él daba un paso al costado para impedir la repetición de las elecciones.

Bueno, pues ahora otra vez. Haciendo de la necesidad virtud, constatada su falta de influencia en el rumbo que ha tomado el post procés, reducido su partido a unas cuantas sedes embargadas y unas siglas huecas, en vísperas de la sentencia del caso Palau, el estratega aprovecha y dispara un misil contra el frívolo Puigdemont. Se llama resignarse a las circunstancias pero aprovecharlas para soltarle al díscolo un zarpazo.

Adivinen cuál de estas cuatro frases que pronunció ayer el destronado rey Artur estaba dirigida a su antiguo pupilo:

• Yo he dado más de un paso al lado para no obstaculizar el proyecto.

• Primero es el país, luego el partido y, por último, la persona.

• Hay que dejar espacio libre para que otras personas encabecen este proyecto.

• Mi horizonte judicial limita mi margen de maniobra para la acción política.

Que traducidas, estas cuatro frases significan:

• Tal como yo me quité para ponerte a ti, quítate tú para que podamos poner a.

• Deja de pensar en ti mismo y piensa un poco en el partido.

• No te veo como líder de este proyecto.

• Y…si mi horizonte judicial es un obstáculo, qué no será el tuyo si te pueden caer quince años por rebelión, oiga.

Por si las frases que sí dijo no fueran suficientemente elocuentes, apunten también las cuatro que no dijo:

• No dijo que Puigdemont deba presidir la Generalitat de Cataluña.

• No dijo que se pueda investir a un candidato por teleconferencia.

• No dijo que se pueda gobernar Cataluña desde Bélgica.

• No dijo que bloquear la investidura e ir a elecciones de nuevo sea una salida.

El pulso está a la vista. Como otros pulsos que planteó Mas y que acabó perdiendo. En el día de su nueva renuncia, no se escuchó a nadie derramando una lágrima. En el día del adéu, resultó que en toda Cataluña no quedaba un sólo arturista.

¿La sentencia del caso Palau va a ser un palo para Artur Mas? Gran sorpresa sería que no lo fuera. Millet y Montull admitieron en el juicio que mangoneaban la caja de la Fundación y usaban el dinero para sus gastos privados. Pero admitieron también que el Palau servía de tapadera para las comisiones de Ferrovial a Convergencia. La constructora se las daba de mecenas musical pero estaba comprando favores políticos al partido hegemónico de la Cataluña de Pujol. El lunes se espera sentencia condenatoria. Que salpica, naturalmente, a Artur Mas. Él lo sabe y viene preparando el terreno desde hace meses. Diciendo esto de que la financiación del partido era cosa de los tesoreros, no de él. Y añadiendo ayer que todo lo del Palau es de la etapa anterior a la suya. El muerto, a Pujol.

Siendo cierto que el caso Palau es el epílogo del hundimiento de Convergencia, con Artur Mas como capitan Schettino, y siendo cierto que los jóvenes dirigentes del partido, con Pascal a la cabeza, estaban deseando jubilar a Mas desde hace meses, ¿es ésa la razón de que renuncie ahora a la presidencia del partido?

Es una de las razones. La venda antes de la herida. Pero en Artur Mas todo, siempre, es táctica. Y todo, siempre, es afán por reivindicarse a sí mismo como el lúcido estratega que antepone el proyecto del partido a sus propias aspiraciones.

Aprovechando que el Palau está a punto de pasar por Convergencia, Mas le mete presión a Puigdemont para que renuncie a la marcianada de ser investido sin moverse de Bélgica. Porque —en esto tiene razón Mas— investir a Puigdemont da para hacerle un corte de mangas a Rajoy el día que pase, para que el prófugo monte en su apartamento una fiesta, pero al día siguiente hay que gobernar y no hay forma de que un gobierno en esas condiciones pueda presentar un proyecto estable y duradero, Y, por tanto, no hay manera de que pueda ampliar su apoyo social y superar el cincuenta por ciento de los votos que ni tuvo en 2015 ni ha tenido en 2017.

Mas contra Puigdemont. Cómo ha cambiado la historia.

Artur Mas llegó al liderazgo aupado por el todopoderoso Pujol, llegó como el heredero joven y brillante y, bajo su liderazgo, Convergencia encogió, Cataluña se dividió y el gobierno autonómico se convirtió en una máquina de embestir contra el Estado. No parece que la suya sea una historia de gran acierto político.

Carles Puigdemont, por el contrario, llegó a dedo pero para quedarse sólo un rato. Era el hombre de paja que le guardaba el sitio a su mentor, se quemaba en la embestida y se volvía a Girona. Sólo que le cogió el gusto al poder, y al personaje, se vio a si mismo como el nuevo moisés del proceso desnortado, ninguneó a su partido —o sea, a Mas—, se inventó una candidatura a mayor gloria de sí mismo y resulta que los electores se lo premiaron. Cuando el lunes salga la sentencia del Palau él dirá que en Girona no tenían Palacio de la Música.

De los abrazos rotos entre Artur Mas y su apadrinado Puigdemont

A los abrazos rotos —-rotos a tortas— entre Rodrigo Rato y su antiguo subalterno, Luis de Guindos.

He aquí el primer fruto de la comisión de investigación parlamentaria sobre las cajas de ahorro. Gran descubrimiento de los investigadores: Rato detesta a De Guindos y viceversa. Y aún más: Rato detesta a Rajoy y le culpa de forzar su encarcelamiento para camuflar su propia negligencia y en un acto de populismo.

La herida que nunca se cerró: Rato al frente de Bankia porque así lo quiso Rajoy, Bankia en caída libre por el lastre de sus créditos inmobiliarios, Guindos levantando a Rato de la presidencia porque el primer factor de desconfianza es él, Rato tragándose el sapo de la renuncia y contando, a quien entonces ya le quiso oir, que fue la pésima gestión de De Guindos y no la suya la que llevó Bankia a la insolvencia y el rescate de los miles de millones de euros.

El mayor de los misiles que lanzó Rato no fue contra De Guindos. Fue contra Rajoy: por el rescate. Si de algo presume el presidente es de no haber pedido el rescate de España. La tesis de Rato es otra: no es que Rajoy no lo pidiera, es que le hicieron saber que se olvidara porque no iban a asumir semejante riesgo. Va a ser difícil que la versión Rato se imponga, en los libros de historia, a la versión Rajoy. Pero está claro que el antiguo compañero de partido se plantó ayer en el Congreso con ánimo de hacer daño.