OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El caballo que todos quieren frenar es Albert Rivera"

Tres eran tres. Y el lunes serán cuatro. En el segundo debate electoral, que fue el de anoche en el diario El País, sí quiso participar Pedro Sánchez. Declinó el del viernes pasado en la universidad y aceptó éste, el del lunes que viene (a cuatro) en Atresmedia y el cara a cara con Rajoy el día catorce.

Carlos Alsina

Madrid | 01.12.2015 08:04

Sánchez buscó anoche el cuerpo a cuerpo justo con quien no estaba de cuerpo presente, el presidente Rajoy, el candidato ausente. Pero tuvo que pelear el voto con estos dos partidos que, uno a su izquierda y el otro a su derecha, le están disputando una parte del electorado, ya menguado, que votó socialista hace cuatro años. Iglesias y Rivera mordiendo los tobillos de medio bipartidismo.

Frente a Iglesias se quiso presentar Sánchez como la izquierda responsable y moderada. Frente a Rivera, como la izquierda a secas. A Rivera se refirió todo el tiempo como la derecha encubierta, la marca blanca de los populares.

Visto lo visto, y con los sondeos de El País, precisamente, en la mano, va quedando claro que para todas las formaciones —particularmente PP y PSOE pero también Podemos—- el caballo que hay que frenar es Albert Rivera. Sea cierta la intención de voto que le están atribuyendo las encuestas, o sea fruto de una ola favorable que infla su expectativa (hasta el veinte no lo sabremos) es Rivera a quien le están buscando los puntos débiles para poner el foco en ellos.

Coincidieron Sánchez e Iglesias en referirse a Rivera como futura muleta o del PP (en eso insiste Sánchez) o del bipartidismo (así lo quiere ver Iglesias). Coincidieron los dos líderes nuevos, Rivera e Iglesias, en meter en el mismo paquete a PP y PSOE como responsables de los problemas del país porque ambos se han ido relevando en el gobierno: los emergentes en sintonía contra el bipartidismo.

Y coincidieron, en fin, Sánchez y Rivera en que el programa de Podemos es cambiante y las cuentas para llevarlo a la práctica no salen. Baile de parejas a lo largo de todo el debate.

Rivera en su papel de gran regenerador.

Sánchez en su papel de heredero de Felipe.

E Iglesias en su papel de revulsivo ex revolucionario, con este colofón de su intervención, repetido del debate del viernes, y que suena un poco a gala de Nochevieja de la primera: Gracias, 1978, hola 2016.

Sin ser un debate ni de gran altura ni de gran hondura ---los tres debutantes, los tres nerviosos--- aprovecharon el tiempo para martillear en su mensaje: estando los tres en la oposición al PP de atril vacante, no es lo mismo votar a uno que votar a otro.

Sánchez y Rivera juntos en la política contra el yihadismo, Iglesias discrepante.

Sánchez e Iglesias enfrentados por el pacto que Podemos ha firmado con Bildu en Navarra.

Sánchez y Rivera enganchados por los acuerdos del PSC en ayuntamientos independentistas.

A Rivera más cómodo que los otros dos en el asunto catalán. Sin la dificultad de explicar, como le pasa al PSOE, sus vaivenes con el derecho a decidir o sus acuerdos municipales con el independentismo, y sin el problema, que tiene Podemos, de haber apoyado la candidatura de Carme Forcadell, activista del independentismo, como presidenta del Parlamento.

Primero fueron dos los que debatieron (Rivera e Iglesias en la Carlos III). Anoche fueron ya tres. El lunes serán cuatro, con Soraya ejerciendo la representación mariana. Y dentro de dos semanas sólo serán dos. Sánchez y Rajoy, confiados ambos en que sea el cuerpo a cuerpo lo que les beneficie a los dos. El debate clásico del bipartidismo hegemónico.

Le preguntaron a la dirección del PP ayer (o sea, a Moragas) por la ausencia del presidente en estos primeros debates. Y tiró de repertorio: que si la agenda internacional, que si es que sigue siendo presidente, que no puede estar en todas partes ni atender todas las invitaciones. Esfuerzo inútil porque todo el mundo sabe lo que hay: el presidente sólo quiere un cara a cara con Pedro Sánchez y eso es lo que va a hacer. Ni agenda, ni bilocación, ni tiempo limitado. El equipo de campaña —-o sea, Moragas y Rajoy—- han medido riesgos y han elegido ausentarse de todos menos del cara a cara. Porque entienden que el riesgo de salir mal parado de los debates a varias bandas es mayor que el riesgo de que el electorado te pase factura por haberte escaqueado.

Dentro de dos lunes debutará Rajoy en un debate a imagen y semejanza del que hace cuatro años le enfrentó a Pérez Rubalcaba. Aquel en el que, sobre todo, se habló de recesión, de paro y de la prima de riesgo. Aquel en el que Rajoy le recordó a Rubalcaba que era tan responsable de la pésima gestión de la crisis como Rodriguez Zapatero y en el que Rubalcaba anticipó que si Rajoy gobernaba lo primero que haría sería subir los impuestos. Aquel debate no cambió la tendencia que reflejaban las encuestas: el PP arrasó en las urnas y el PSOE encajó el peor resultado de su historia.

Hoy las encuestas están diciendo otra cosa: que hay tres partidos, con el PP primero y PSOE y Ciudadanos cada vez más igualados, con opciones de encabezar el nuevo gobierno de España. Y que a diferencia de lo que ocurrió hace cuatro, ya no es la recesión, ni el rescate, ni la prima de riesgo, lo que ocupa el mayor número de minutos en los debates. Ésa es, precisamente, la baza que jugarán Santamaría y Rajoy en los próximos debates. Que España dejó atrás la amenaza de quiebra financiera. Cómo de eficaz resultará esa baza…lo veremos.