MÁS DE UNO

El monólogo de Alsina: "Rajoy le ofrece a Puigdemont dos salidas de emergencia: renegar de la DUI o elecciones"

Otro día de en medio esta semana. En medio del puente, entre el festivo de la Fiesta Nacional y el fin de semana que ya, como quien dice, comienza. Día libre para muchos millones de españoles puentistas. Pero no para los ministros de Rajoy, que van camino ya de la Moncloa porque a las nueve hay consejo.

Carlos Alsina

Madrid | 13.10.2017 07:54

Sin noticias, todavía, de Gurb. Nada se sabe de la respuesta que ha de dar el presidente Puigdemont al requerimiento que le ha hecho el gobierno de España. En aplicación, como dice el burofax, del artículo 155.

El gobierno le ha dado cuartelillo hasta el lunes por si tiene a bien aprovechar la última oportunidad y agarrar la puerta de emergencia. O renegando de la Declaración de Independencia que ya hizo, o convocando elecciones autonómicas antes de que el gobierno central lo haga por él.

Mientras los aliados del independentismo en el Congreso de los Diputados y en el Ayuntamiento de Barcelona, Iglesias y Colau, no se cansan de agradecerle a Puigdemont la generosidad encomiable, la grandeza inconmensurable, que acreditó (según ellos) al no declarar la independencia aun declarándola embarrando de confusión el tablero y, sobre todo, sus beatíficas cabezas, a Puigdemont empiezan a apretarle los fervorosos partidarios de mandar el autogobierno catalán definitivamente a tomar viento.

Le empujan para que dé el paso y pise el acelerador a lo Thelma y Louise en el Gran Cañón. Bien poco ha durado la pamema ésta de la independencia a plazos, la búsqueda de mediadores y la impostura del diálogo.

Tres empujones en las últimas veinticuatro horas. A saber.

• Primero: el hermano de Maragall, Ernest, que en otro tiempo fue socialista y desde hace ya mucho, independentista y de Esquerra. Sostiene el pensador que el mensaje que ha emitido Madrid es “rendición o represión” —mi reino por un eslogan— y que en vista de ello hay que aplicar ya la Declaración Unilateral de la Independencia. Asumir el riesgo de la libertad, lo llama. La libertad que puede perder Puigdemont, se entiende, porque Maragall no corre riesgo alguno de que le pase nada. Desde el palco resulta fácil gritarle al matador que se arrime. Si lo empitonan, ya saldrá otro.

• Segundo: Oriol Junqueras, vicepresidente económico y espantador jefe de empresas en Cataluña —cada vez que abre el pico se le va otra decena—, que se suma a la tesis de su colega Maragall. ”Totalmente de acuerdo”, le ha dicho en twitter, este foro del debate político de entretiempo. De donde se deduce que Junqueras está dispuesto a declarar él mismo la independencia. Oye, si Puigdemont se raja, que se ofrezca él a subirse al balcón y que sea lo que Dios quiera. Dios, o el abad de Monserrat que, a estos efectos poco importa. Que se ofrezca a recibir él el requerimiento del gobierno para la aplicación del 155. Muy valiente en twitter y muy callado en las reuniones del puente de mando independentista, Junqueras.

• Y tercero: La asociación de movilización callejera que se hace llamar pretenciosamente Asamblea Nacional Catalana y que lidera un ciudadano de nombre Jordi Sánchez investigado por sedición en la Audiencia Nacional. Ayer reunió la Asociación a su secretariado de inspiración soviética para emitir un comunicado que viene a decir, señora, que “como España ha dicho que no quiere ningún diálogo, no tiene sentido mantener suspendida la Declaración de Independencia e instamos por ello al Parlament a levantar la suspensión y al gobierno a implementar la ley fundacional de la República Catalana”.

Oiga, el comunicado tiene mucho mérito. No es fácil amontonar más mentiras en menos líneas.

Es mentira que España haya dicho que no quiere ningún diálogo. Lo que ha dicho la mayoría del Parlamento es que está dispuesta a dialogar de todo, incluso sobre el derecho de autodeterminación, pero no sometiéndose al chantaje de reconocerlo ya como condición previa para abrir un diálogo.

Es mentira que el Parlament haya suspendido la declaración de independencia. Puigdmeont lo propuso y al Parlament nadie le ha dado la oportunidad de pronunciarse.

Es mentira que se pueda implementar la ley fundacional de la República Catalana porque las leyes inconstitucionales no entran en vigor en ningún caso.

Paréntesis: (Obsérvese que en el libro de instrucciones independentista los actos de ruptura son siempre una reacción a lo que hacen otros: declaremos la Independencia porque Madrid no quiere diálogo, esa milonga. La culpa siempre la tiene el prójimo que no les deja a ellos otra salida. Independentismo reactivo o cómo llegar al balcón a rastras). Cierro paréntesis.

De Puigdemont todo lo que hemos sabido en las últimas horas es que fue a la CNN a decir que aplicarle a él el 155 es un mistake y que publicó un tuit en el que hace suyo el eslogan de que él tiene la mano y el gobierno le suelta un regletazo. El salmo responsorial. Rajoy pecador, Puigdemont santo.

Si es esto lo que va a contestar al requerimiento del gobierno sólo él lo sabe. O quizá, ni lo sepa él.

Ayer en la recepción del Palacio Real había mejores impresiones que hace una semana sobre cómo pueden discurrir a partir de ahora las cosas pero basadas en la idea (seguramente falsa) de que Puigdemont está buscando una salida porque el bloque independentista se le resquebraja.

En realidad todos los indicios que ahora mismo existen apuntan a que el President se marcará otra pirueta en su respuesta al requerimiento.

La cuestión no es tanto qué pasa si contesta sí o qué pasa si contesta no, sino qué pasa si contesta con el mismo retorcimiento y el mismo afán de descolocar que exhibió el otro día en el Parlamento.

Haciendo el ejercicio de ponerse en la cabeza de Puigdemont, que es un ejercicio doloroso, lo más coherente sería que respondiera: “Estimado señores del consejo de ministros, en respuesta a su requerimiento para que confirme si mi declaración ante el pleno del Parlament implica la declaración de independencia, reproduzco mi declaración ante el pleno y ustedes la interpretan como quieran. Y a partir de ahí, que sea el destinatario de la respuesta quien interprete si eso es un sí o es un no.

Ya sabemos que en requerimiento se especifica que cualquier otra respuesta distinta a una simple afirmación o negación (diga sí o no, por dios, no enrede) se considerará confirmación, pero todo forma parte, en realidad, de una liturgia encaminada a sustanciar ante la opinión pública esta idea que desde hace 24 horas viene martilleando Pedro Sánchez: que quien aprieta el botón del 155 es Puigdemont, no el Estado.

Si el gobierno, y Sánchez, tuvieran claro que Puigdemont, como sostiene Iglesias, como sostiene Colau, como sostiene el PNV y como sostiene el diputado Xuclá, con el que hablamos ayer, no ha declarado la independencia de Cataluña, no habría habido necesidad de enviarle el burofax con acuse de recibo.

Ciertamente es paradójico que se le pregunte a un señor qué es lo que dijo habiéndolo hecho en una sesión parlamentaria transmitida por todas las radios y televisiones y cuyo contenido estará transcrito en el diario de sesiones, si es que la señora Danvers, perdón, Forcadell, no se ha cargado también a las taquígrafas.

Y es revelador que aquellos que con más contundencia afirman que no hubo tal declaración sean los mismos que le han venido haciendo el juego a Puigdemont durante todo el proceso. Y que quien se resista a decirlo así de claro sea el propio Puigdemont y su cohorte de consejeros, asesores y asimilados.

Por no hablar de los abajofirmantes de la proclamación oficiosa de la República Libre y Soberana, ese documento suscrito con pompa y circunstancia que a efectos jurídicos tendrá el mismo valor que una servilleta pero a efectos políticos es la más fiel transcripción de lo que su president —oh capitán, mi capitán— dijo puertas adentro de la Cámara. A la independencia por la servilleta.