Beatriz Ramos Puente | @Ramos_Puente
Madrid | 05.12.2017 06:53
Su primer baño de realidad fue en jardín de infancia, cuando sus compañeros se movían sin parar, y ella les observaba desde su orilla, con calma. Era un espectáculo triste y alegre, cuenta, pero a veces se contagiaba de sus gritos y, de algún modo, ella también se movía. Segundo reto: el colegio, donde las diferencias se hicieron cada vez más acentuadas. Mientras los otros alumnos aprendían a escribir, ella intentaba caminar, y lo consiguió: a los 7 años con ayuda, y a los 12, sin ella.
Sus padres siempre insistieron en que jugara, y sus goles valían el doble, nadie rechistaba. En secundaria se preparó a conciencia y superó otro desafío: el estigma social por ser diferente. Se graduó, estudió un año de educación especial y la carrera de psicopedagoga. Y una de sus profesoras le pidió "el favor" de que trabajara con chicos con parálisis cerebral como ella para ayudar.
Con 34 años, Constanza trabaja en un colegio y en el proyecto "Desde Adentro", con el que da a conocer una visión diferente de la discapacidad. Dice que no quiere ser ejemplo de nada y que una de las cosas que más le ayudó fue aprender a no hacerse cargo de la mirada de los otros. "Las comparaciones nos limitan", dice, "cada uno debe encontrarse y dar lo que vino a dar a este mundo. Sea mucho o poquito, no importa. Esas son categorías que se imponen desde fuera".