TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: El yihadista de los GAL

La amenaza del yihadismo sigue viva contra España. En las últimas semanas hemos oído al lider de Al Qaeda calificar a nuestro país, a todos nosotros, de okupas de Ceuta y Melilla, ciudades que ha comparado con Palestina y que serán, ha dicho, nuestro cementerio. Paralelamente, Guardia Civil y policía han detenido a varios islamistas que querían cometer matanzas en nuestro país: dos en Madrid, uno en Figueres (Girona), dos en Segovia y otros dos más en Ceuta. Queremos hablar del yihadista más inesperado de todos estos. Un español converso al islam que dice ser un “terrorista sin fronteras” y se llama Daniel Fernández Aceña.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 16.01.2017 18:11

¿Quién es Aceña y por qué es diferente a otros aspirantes a asesinos en nombre de Alá?

Primero, Aceña ya ha matado. Lo hizo en 1984 en Francia, por lo tanto es un asesino que fue detenido y que cumplió condena en prisión durante 18 años. Y segundo, en aquel entonces Aceña era un asesino ultraderechista, un mercenario de los GAL, los Grupos Antiterroristas de Liberación, nacidos y amparados en lo que se ha llamado “las cloacas del Estado”.

Vamos a recordar ese territorio negro, negrísimo, de los GAL y la guerra sucia contra ETA… Tras la muerte de Franco y la amnistía (todos los etarras con delitos de sangre salieron entonces de la cárcel), ETA siguió matando (más que con Franco, más que nunca, hasta 93 personas asesinadas en un año, 1981). En ese clima surgieron varios grupos ultras financiados o amparados por estructuras del Estado. Mataban etarras, refugiados en Francia (los etarras tenían entonces estatus de refugiados políticos, aunque nos parezca increíble). Así cometieron crímenes con el nombre de Batallón Vasco Español o ATE (Antiterrorismo ETA).

En 1983 se cometieron los primeros dos asesinatos firmados por los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación): el secuestro, torturas y asesinato de dos miembros de ETA, Lasa y Zabala. Por este hecho serían condenados luego responsables de la Guardia Civil en Intxaurrondo (incluido el general Rodríguez Galindo) y el delegado del Gobierno entonces del PSOE en Guipúzcoa, Julen Elgorriaga.

Por algunos crímenes de los GAL fueron condenados también el ministro del Interior José Barrionuevo, su segundo, Rafael Vera, el tercero, Julián Sancristóbal, el líder socialista vizcaíno, Ricardo García Damborenea, jefes de la policía, comisarios como José Amedo… Y un grupo de ultras y mercenarios españoles, franceses y portugueses.

Los GAL mataron y secuestraron entre 1983 y 1987, asesinaron a 27 personas (diez de ellos eran terroristas de ETA). El objetivo, dijeron, era acabar con el santuario francés. Los guardias civiles y policías no podían investigar ni cruzar la frontera siquiera. Se cometían crímenes, se cruzaba la frontera y tan anchos. Allí, en el sur de Francia, vivían también los jefes de ETA. Vamos a contar solo hechos: tras los primeros crímenes de los GAL (en ocasiones ametrallaban a todos los clientes de un bar, imaginemos el clima de terror en el sur de Francia), el gobierno francés entregó en octubre de 1984 a los primeros tres etarras reclamados por España.

El santuario francés acabó pero con el gobierno español manchándose las manos de sangre. Y con un efecto indeseado: los crímenes de la guerra sucia aumentaron mucho el apoyo a ETA en sectores del País Vasco. El que fuera director de la Guardia Civil, José Antonio Sáenz de Santamaría, declaró al diario El País sobre la guerra sucia una frase que resumió la época: “en la lucha antiterrorista hay cosas que no deben hacerse; si se hacen no deben decirse; si las dice alguien, deben negarse”.

Y entre los asesinos de los GAL, estaba un joven nacido en Irún, Daniel Fernández Aceña, de ideología ultraderechista. Aceña afirmó que empezó colaborando con la Guardia Civil dando información sobre los refugiados etarras al otro lado de la frontera. Hasta que el 1 de marzo de 1984 cruzó él mismo la muga con un ex legionario y asesinó en Hendaya, de un disparo en el corazón, a un ciudadano francés, Jean Pierre Leiba, que trabajaba en una empresa ferroviaria y no tenía nada que ver con ETA. Al parecer, los asesinos se confundieron.

Y este asesino mercenario –algunos testimonios de ellos mismos afirmaron que les pagaban entonces un millón de pesetas por cada crimen-, fue detenido y condenado a prisión por la Audiencia Nacional. Aceña tenía entonces 25 años y fue condenado a 29 años y diez meses de cárcel. Estuvo en distintas prisiones durante 15 años, hasta que el año 2003 salió definitivamente en libertad y volvió a la ciudad de sus padres, Palencia, donde se instaló. Ese mismo año, se casó con una mujer española, trabajadora en una ONG. Sin profesión conocida, cobraba entonces una pensión pequeña, la misma que sigue recibiendo (ahora de unos 360 euros mensuales) cuando los servicios de Información de la Guardia Civil entraron en su casa para detenerlo el pasado 13 de diciembre de 2016.

Lo detienen y lo envían a prisión, donde sigue. Planeaba cometer una matanza en Segovia, esta vez en nombre del Daesh, del Estado Islámico. ¿Qué sabemos de sus últimos años, desde que salió de la cárcel? ¿Desde cuándo se convirtió al islam más radical?

Pudo ser incluso en prisión. Su ex mujer ha declarado que ya en el año 2005, apenas dos años después de salir de la cárcel por su primer crimen, Fernández Aceña colocó una foto de Osama Bin Laden, entonces líder de Al Qaeda, en un marco, en una especie de despachito que tenía en casa. Entonces se refirió al responsable de los atentados del 11S como “una persona santa que merece el respeto”.

Y en ese viaje al yihadismo le acompañó su ideología machista y violenta. De hecho, algún mando antiterrorista nos comentaba tras los atentados de Madrid en 2004 que quizá no sería mala idea cruzar datos de maltratadores de mujeres con islamistas para abrir líneas de investigación. Varios de los asesinos de los atentados del 11M habían sido denunciados antes por malos tratos por sus esposas. El yihadismo justifica la sumisión total de la mujer. En cuanto a Fernandez Aceña, ese vínculo también se cumplió. Su esposa acabó denunciándolo por violencia de género y divorciándose en 2013. Él fue detenido y acabó pasando unos meses en la cárcel, otra vez.

Y este hombre, un asesino de los GAL luego convertido al islam radical, sale de la cárcel y se instala en Segovia. No tiene vínculos con esa ciudad, pero hay un dato que han encontrado los investigadores de la Guardia Civil y resulta revelador. Algunos asesinos de los GAL (nunca se ha sabido toda la verdad de aquellas tramas de guerra sucia) han seguido manteniendo el contacto y se han ayudado entre ellos durante todos estos años. En la cárcel de Segovia cumplieron condena varios mercenarios de los GAL. Aceña se instala allí y en el mismo domicilio se empadrona, por ejemplo, Miguel Brescia, conocido en su día como el camionero de los GAL y condenado por el asesinato de dos personas a las que, dijeron, confundió con dos terroristas de ETA.

En 2016, el teléfono móvil de Aceña, que los investigadores de la Guardia Civil pinchan para oír sus conversaciones, está a nombre de otro implicado en la guerra sucia, Juan José Rodríguez Díaz, conocido como El Francés. Fue condenado por dar las armas para matar a Santiago Brouard, pediatra y dirigente de Herri Batasuna en San Sebastián, el 20 de noviembre de 1984.

Estos dos miembros de los GAL seguían en contacto 32 años después de los crímenes. Coincidieron en la cárcel de Carabanchel, por ejemplo y sus vínculos han durado hasta la muerte. Y lo cierto es que El Francés, que sabía mucho y contó poco de la guerra sucia contra ETA, estuvo pagando una ayuda cada mes a Fernández Aceña hasta que murió, el pasado verano, de una enfermedad.

Bien, tenemos a este antiguo asesino de los GAL en Segovia, recibiendo dinero cada mes y un teléfono de un viejo compañero de sangre. Y lo tenemos planificando una matanza en Segovia a la que le pone fecha.

En las grabaciones telefónicas se le oye varias veces hablar con dos personas. A las dos les dice lo mismo: antes de febrero de 2017 va a cometer un atentado en Segovia. No es fácil investigar a un tipo que apenas sale de casa y no se relaciona con casi nadie salvo por internet, pero las intervenciones de su teléfono y también de su ordenador que hace la Guardia Civil dejan pocas dudas: consultaba páginas cada vez más extremistas y acumulaba datos e imágenes del Alcázar y el Acueducto de Segovia. En algunas, como en una del Acueducto, un amigo suyo islamista posa con el dedo índice señalando el cielo, una señal que siempre hacía Bin Laden y es universal ya (la hizo, por ejemplo, el autor de la última masacre en Berlín) de los yihadistas, simboliza el único Dios verdadero, la unicidad.

Y la fecha de febrero de 2017 va acercándose y este asesino habla con dos personas a las que anuncia sus planes. Les dice por ejemplo: “os vais a cansar en España de hacer minutos de silencio en los campos de fútbol”. Y les anuncia que va a cometer un atentado suicida, se va a inmolar en un autobús en Segovia. Una de ellas trata de hacerle ver que morirían personas inocentes, pero el veterano asesino de los GAL le responde: “las otras personas no cuentan, las otras personas… a la puta mierda”.

También repite sus obsesiones sobre las mujeres, a una de ellas, voluntaria de Médicos sin Fronteras, le dice que la verdadera labor social en Siria la hace el Estado Islámico y le añade: “las mujeres os habéis ganado el infierno, sois infieles, os gusta la música. Todas sois retorcidas, porque venís de la costilla del hombre, nadie os va a enderezar”.

Y finalmente, y gracias a los cambios en la ley española, la Guardia Civil detiene a este tipo y a un segundo cómplice en diciembre. Hace años no habría podido hacerse así. Después de los atentados de Madrid se hicieron varios cambios en las leyes españolas. Y el último fue el de considerar desde 2015 delito a quienes se preparen, incluso a sí mismos, los llamados actores o lobos solitarios, por internet para cometer actos terroristas.

En casa de Fernández Aceña se encontraron multitud de libros y documentos yihadistas y sobre la vida tras la muerte. Libros, como uno titulado “Manual de lapidación para la mujer”, donde se indica el tamaño y la forma de las piedras que deben usarse para matar de forma lenta y segura a mujeres cuando se las lapida. En cuanto a las imágenes, por ejemplo, guardaba la de una feminista egipcia que se había atrevido a posar desnuda y defecando sobre una bandera de Daesh, un mapa de cómo era la península ibérica en el año 814, cuando casi todo era Asturias y el Emirato de Córdoba.

Habrá quien piense que este hombre, un tipo que ha hecho este viaje, siempre sangriento, de mercenario de los GAL a seguidor del Estado Islámico, no está bien de la cabeza, por decirlo mal y pronto...

Las personas que le han tratado estos años, incluidos varios psiquiatras y algunos médicos de una Ong donde acudía a participar en talleres, afirman que no tiene ningún problema psiquiátrico. Solo podemos acudir a lo que el propio Aceña cuenta de sí mismo y de su trayectoria en las escuchas de la Guardia Civil. En cuanto a los crímenes de los GAL, asegura que todos los estados han cometido terrorismo (ahí incluye al Estado Islámico) y el asesinato que él cometió, la única mención que hace es para presumir de su profesionalidad. Afirma que él no va por ahí disparando ráfagas de ametralladora (como hicieron algunos mercenarios compañeros suyos en aquellos años), que a él le basta un disparo en el corazón (así mató, en efecto, a Jean Pierre Leiba en 1984). De hecho, cuando fue detenido el mes pasado, ya tenía ya dos balas del calibre 22. Se define así ante la trabajadora de la ONG: “Yo soy un terrorista sin fronteras”.