Territorio Negro

Territorio Negro: El rey del sexo acabó dentro de un saco de pienso

El sexo de pago le había hecho rico. Había salido de una familia humilde en León y acabó controlando tres locales de alterne en El Puerto de Santa María, Cádiz y Sevilla. Tenía una novia modelo y una amante rusa, una casa en Chipiona y un chalé en Sotogrande. Para todo eso daba comerciar con el cuerpo de decenas de mujeres. También para tener problemas con la policía y para ser asesinado de un tiro en la cabeza. Hoy, nos sumergimos en esta historia de burdeles, deudas y dinero negro que terminó muy mal.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 18.05.2015 19:31

Empezamos por el final. El pasado 26 de febrero, los bomberos apagan el incendio de un coche que está ardiendo en la urbanización Las Palmeras, a las afueras del Puerto de Santa María. Y en el maletero encuentran un cadáver.

Encuentran el cuerpo quemado de un hombre. Tiene además un disparo en la cabeza. La víctima es el dueño del coche, Ángel Federico Rodríguez, de 55 años, un empresario conocido en la zona, sobre todo en ambientes de la noche, que dicen los cronistas modernos. Los agentes de la UDEV del Puerto de Santa María que se encargan de la investigación también lo conocen: es el dueño de tres locales de alterne, uno llamado Los Daneses, en Sevilla, otro más en Los Barrios (Cádiz), que se llama Platinium, y la que fue su joya de la corona hasta que las cosas se le complicaron: el Oh Palace, en la carretera de El Puerto a Sanlúcar de Barrameda, un local con piscina, sala vip, actuaciones de strippers y donde se ofrecía media hora de sexo con mujeres jóvenes y atractivas por 90 euros.

Ángel Federico era un tipo muy echado para adelante. Tenía mucho carácter, no rehuía una pelea. Los policías descubren que en los últimos tiempos había tenido incidentes serios con grupos de delincuentes kosovares y colombianos, gente que no se anda con bromas. Hablamos de un mundo de tráfico de mujeres, dinero negro, chantajes… Pero el hombre parecía convivir con cierta solvencia en ese mundo. Sus padres eran muy humildes y tenían una pollería en la provincia de León y él se abrió paso en ese ambiente.

En realidad, su primer disgusto serio no fue con otros delincuentes, sino que llegó de manos de la policía. En marzo de 2013, la Ucrif (la unidad que lucha contra la trata de mujeres) detuvo a Ángel y a su socio, Alberto Padilla, en lo que se llamó operación Tequila. El juez ordenó entonces cerrar dos de los locales de la pareja y lo que les hizo más daño aun, ordenó bloquear sus cuentas corrientes. Entonces se habló de que en sus locales y en otros que fueron cerrados se había traficado con unas 400 mujeres.

En 2013, la policía logra cerrar dos de los locales de este hombre y su socio. El sexo de pago da mucho dinero. Es difícil o por lo menos es poco frecuente que alguien se retire voluntariamente de ese negocio. Y no, ni Ángel ni su socio Alberto Padilla cambiaron de negocio, aunque se separaron después de la redada de la policía. Ángel mantuvo abierto un local en la provincia de Cádiz y pronto logró abrir dos más. A su antiguo socio le iba peor. Tenía deudas por inversiones realizadas en aquel Oh Palace, por donde habían pasado para actuar o hacer bolos alguna concursante de Supervivientes y la bailarina Chiqui Martí, que se hizo famosa en aquellos programas de Crónicas Marcianas.

Pese a que la policía lo detuvo en 2013, este hombre siguió ganando dinero con la prostitución de mujeres. Y aparentemente no le iba mal. Angel vivía en una casa en Chipiona, en la provincia de Cádiz, con su novia modelo, una mujer veinte años más joven que él que había sido elegida Dama de Pontevedra en el año 2005 y que posó luego como modelo para conocidas firmas de relojes y ropa. En su página, Emily, que es su nombre artístico, dice que sus medidas son 90-60-90. Los dos pasaban los veranos en un lujoso chalé que alquilaban en Sotogrande, en Cádiz, una zona de ricos y famosos como la familia Botín, los Rato, Ana Rosa Quintana, Inés Sastre… Fue su pareja, esta joven modelo, la que denunció a la policía de El Puerto de Santa María, la desaparición del dueño de los tres burdeles.

Emily contó que su pareja había salido de casa el día anterior, el 24 de febrero, después de haber tenido una discusión telefónica muy violenta con su antiguo socio en los puticlubs, Alberto Padilla. La policía descubrió que Padilla le había reclamado 17.000 euros que se habían gastado en cambiar las puertas del Oh Palace, aquel local cerrado luego por la policía. No llegaron a un acuerdo y los dos se citaron digamos no muy amistosamente para arreglarlo cara a cara.

Este ex socio en los burdeles pasó a ser el principal sospechoso para la policía. Pero la cosa no iba a ser tan fácil. Un testigo, un vecino del lugar donde los asesinos dejaron el cadáver de Ángel metido en el maletero, contó a la policía que vio la explosión del coche y también salir corriendo a un hombre que luego huyó en un coche pequeño y negro. El hombre tenía que haberse quemado la cara, contó, porque la explosión del coche para borrar las huellas del crimen, había sido muy grande. Los policías vigilaron a Alberto Padilla y vieron que seguía haciendo su vida normal, rodeado de una de sus pasiones, los caballos, y comprobaron que, por desgracia, no tenía ninguna quemadura en la cara.

La policía investigó también la vida privada del empresario del sexo y descubrió que, además de su pareja, la joven modelo gallega, Ángel salía con otra mujer, una rusa también veinte años más joven que él, pero que no tenía nada que ver con el crimen.

Tenemos un dueño de burdeles asesinado, un ex socio sospechoso al que le gusta montar a caballo y un desconocido que quema el coche con el cadáver y también debe tener esos días la cara quemada porque se le fue la mano con la gasolina. ¿Cómo se resuelve ese puzzle?

Los agentes de la UDEV de El Puerto de Santa María tienen otra pieza más para trabajar. El cadáver de Angel estaba metido dentro de un saco de pienso. Primero piensan que es pienso para perros, con lo que sería mucho más difícil de rastrear. Pronto descubren que se trata de pienso para caballos y de una marca sevillana, Piensur, que no se utiliza mucho en la provincia de Cádiz. Averiguan que el suegro de Padilla, el ex socio enfadado, tiene un picadero de caballos en la provincia. Acuden a la zona y un testigo les dice que vio a Padilla con dos hombres haciendo un enorme agujero con una excavadora hace pocos días. El agujero está todavía abierto, impresiona porque tiene el tamaño y la forma de la tumba de un cementerio.

El testigo explica que fue a quejarse del ruido a los tres hombres y que los sorprendió cavando la fosa. Parece Uno de los nuestros, la película de Martin Scorsese, pero fue muy real. Le dijeron que se les había muerto un caballo y que querían enterrarlo allí. Suponemos que el hombre sabe ahora el riesgo que corrió de que lo mataran, el caso es que se fue y los tres hombres decidieron cambiar de planes.

Y es entonces cuando deciden quemar el cadáver de ese rey del sexo de pago y dejarlo en su coche. Lo meten en el saco de pienso para caballos y llevan el coche a las afueras de El Puerto de Santa María. Uno de los implicados rocía con gasolina el coche y provoca una explosión enorme, que le deja herido a él también antes de huir.

Aquí la investigación fue rápida y eficaz. Lo encontraron antes de que las heridas se borraran de su cara. Los agentes, convencidos de que el cerebro y el autor del crimen era Alberto Padilla, el socio de los burdeles, repasaron entre sus amigos quién podía tener antecedentes, relación con blanqueo de dinero… y, sobre todo, un coche antiguo y negro. Consiguieron un nombre, Rafael Antequera, empresario sevillano dueño de un viejo Mercedes con muchos kilómetros encima, y acudieron a su casa para interrogarle. No estaba. Había desaparecido poco después del crimen.

Los policías tuvieron que irse lejos, a la provincia de Huelva. Allí había alquilado Rafael una casa rural en Almonte, de las que usan los peregrinos que van a El Rocío. Con cierta astucia criminal, según el sumario, no acudió a ningún hospital tras quemarse, (y se quemó mucho la cara), se compró una crema, se hizo pasar por peregrino que reflexionaba y no salía de la casa salvo para comprar el pan. En una de esas salidas, los policías de la UDEV le detuvieron. Les dijo que era inocente y que se había quemado la cara “encendiendo la chimenea de la casa: La leña estaba húmeda, le eché un poco de alcohol y cuando le prendí fuego, me quemé”.

Pero quedan algunos flecos en esta historia. El testigo vio a tres hombres haciendo una fosa para enterrar el cadáver. La policía cree que el tercero, que está en prisión como los otros dos, fue un constructor llamado Luis Vargas, amigo de los dos, el acusado del crimen y la víctima, porque les había hecho varias reformas y chapuzas en los locales de alterne. Los tres habrían acudido a esa cita con Angel para reclamarle esos 17.000 euros que el ex socio se había gastado en reformar las puertas del Oh Palace. Algo ocurrió y todo indica que fue Padilla quien le disparó en la cabeza con una pistola del 7,62, fácil de adquirir en el mercado negro, por ejemplo en Portugal.

La policía no ha encontrado el arma del crimen, pero sí cuenta con un testimonio importante. La novia del malo, una chica que se llama Susana, y tiene solo 28 años. Recuerda que intentaron enterrar el cadáver en el picadero de caballos propiedad del padre de la chica, así que la policia fue a verla. Ella era la parte más débil de ese grupo –alguien había dado las llaves a los implicados– y consiguieron que hablara. La chica contó que su novio, Alberto Padilla, le contó que había matado a su antiguo socio y le pidió que se deshiciera de la pistola.

Susana ha confesado que cogió su coche y la pistola y fue al espigón del Puerto Sherry, un complejo deportivo de El Puerto de Santa María. Que aparcó, se bajó y tiró la pistola al mar. Los buzos de la policía buscaron sin éxito el arma, pero sus compañeros sí han encontrado las grabaciones de las cámaras de seguridad del puerto donde se ve a la joven llegando con su coche y saliendo luego, tal y como ella había dicho.

La novia del acusado del crimen está en libertad, aunque acusada de complicidad. El caso sigue bajo secreto de sumario, pero todo indica que la deuda de las puertas fue el detonante final. En realidad, de fondo está la lucha por reabrir el Oh Palace, que era un formidable negocio de sexo de pago. Padilla, el acusado del crimen, gastó mucho dinero, no sabemos cuánto en reformarlo para volver a inaugurarlo después de que la policía lo cerrara. Pero cuando le faltaba una semana para inaugurar, supo que la licencia estaba a nombre de su viejo socio, Ángel Fernández, que se negó a colaborar.

Como la inmensa mayoría de los locales de prostitución, el Oh Palace tiene licencia para funcionar como hotel. Los ayuntamientos hacen la vista gorda porque generan mucho dinero en el pueblo: pagan religiosamente el IBI (y pagan mucho por muchos metros cuadrados) y todos los impuestos, generan movimiento de taxis, peluquerías… Somos, no olvidemos, campeones europeos en prostitución, hay unos 1.600 locales abiertos en toda España y el negocio en el que están 400.000 mujeres, la mayoría atrapadas, mueve unos 50 millones de euros al día.

De hecho, y pese al asesinato del gerente y la detención de su socio, vuelve a haber movimiento en el Oh Palace que ha abierto ya sus puertas con nuevas mujeres. No olvidemos que cerca está la base de Rota y el circuito de Jerez. Eso sí, con un nuevo nombre, o no tan nuevo. Se llama New Palace, tiene nueva página web donde ofrece como novedad cenas de empresa, ofertas para parejas, shows lésbicos y alquiler de limusinas. Parece que les irá bien.