TERRITORIO NEGRO

Sonia Iglesias y María José Arcos, la historia se repite

El Territorio Negro de hoy es muy peculiar. Mezclaremos una historia vintage, ocurrida hace 22 años, con una historia que hace unos días cobró actualidad. Son las historias de dos mujeres desaparecidas, Las dos son gallegas, de ninguna de las dos se sabe absolutamente nada y en ambos casos hay hombres a los que todos los indicios apuntan como responsables de sus desapariciones. Desgraciadamente, ni en uno ni en otro caso, la Justicia ha podido demostrar la culpabilidad de esos hombres. Comprobaremos como la historia se repite.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 27.02.2018 16:45

Viajamos primero al puente de la Virgen de agosto de 1996. María José Arcos, la primera de las mujeres de las que vamos a hablar, le dice a su familia que va a pasar un día en la playa…

María José Arcos Caamaño tenía 35 años, vivía cerca de Santiago de Compostela y trabajaba como secretaria de un alto cargo de un sindicato agrario. Tenía madre y dos hermanas, Manuela y Rosa Arcos. Su vida era la de una mujer independiente, que se ocupaba de su familia y que tenía un buen puñado de amigos. María José salió esa mañana del 15 de agosto de 1996 en dirección, según dijo, a la playa. Nunca más se la volvió a ver.

El rastro de María José se pierde, efectivamente, en una playa, porque su coche aparece en Corrubedo. El 19 de agosto, cuatro días después de su desaparición, su vehículo aparece estacionado en Ribeira, junto al faro de Corrubedo. En el coche estaban todos los efectos de la mujer: su bolso, su dinero, su documentación, su tabaco, hasta el biquini que había comprado días antes… El coche estaba sorprendentemente limpio y aportó un dato que entonces nadie tuvo en cuenta: cuando Rosa, la hermana de María José, se subió a él para llevárselo a casa se dio cuenta, por la posición de los asientos, de que la última persona que había conducido el coche era mucho más alta que ella y, por tanto, también que su hermana.

Dejamos, de momento, a María José y nos vamos a otro verano, 14 años después, el verano del Mundial, en el que España se proclamó campeona del mundo de. El 18 de agosto de 2010, Sonia Iglesias sale de casa de Pontevedra acompañada de su pareja…

Sonia tiene 38 años, un hijo de ocho y trabaja en una tienda de Massimo Dutti en el centro de Pontevedra. Esa mañana, sobre las 10.30, sale de su domicilio con el padre de su hijo, Julio Araujo. Conduce él y la lleva hasta una zapatería para arreglar unas sandalias. Después, según Julio, Sonia vuelve a subir al coche, pero se apea enseguida porque hay un pequeño atasco y decide seguir a pie con los recados que tenía que hacer. Nunca más se ha sabido de ella. No llegó a la tienda donde trabajaba y jamás se la ha vuelto a ver. Ni una sola cámara de Pontevedra la capta esa mañana y ni un solo testigo la ve.

En el caso de Sonia, entonces, está más que demostrado que fue su pareja, Julio Araujo, la última persona que la vio, lo que le convierte, según decís siempre, en el principal sospechoso. En el caso de María José una amiga íntima, reveló que había quedado con un hombre con el que mantenía una intermitente y algo tormentosa relación, un cámara de televisión llamado Ramiro Villaverde. María José habló con él el día antes de su desaparición desde un locutorio –se pudo demostrar por el recibo– y también la noche antes, porque así se lo dijo a su mejor amiga, a la que confirmó la cita. Y en este punto es muy importante el detalle de la colocación de los asientos del coche de María José, porque Ramiro es mucho más alto que la mujer desaparecida.

En un principio Ramiro le dijo a la familia que no sabía nada de ella desde hace meses; luego reconoció que el día anterior a la desaparición había hablado por teléfono con ella, pero que no pudo verla porque todo el puente de agosto estuvo en la cama, aquejado de una gripe. Sin embargo, a la Policía, que le tomó declaración meses después, le dijo que ese puente no había visto a María José porque había estado muy liado y no había parado de hacer cosas.

Regresamos a 2010, a Sonia Iglesias y a su pareja, Julio Araujo. Recordemos que Julio dice –y está comprobado– que dejó a Sonia en la zapatería en torno a las 10.30. Desde ese instante hasta las 11.41 nadie sabe qué hizo él y qué fue de Sonia. A las 11.41 sí se sabe que Julio está de vuelta en su casa, porque recibió una llamada en el teléfono fijo de su domicilio y contestó. Es decir, hay 70 minutos en los que Julio Araujo no tiene coartada y en los que la Policía está convencida de que mató a Sonia y se deshizo de su cadáver. Cuando los investigadores le han preguntado por esos 70 minutos, él les ha contestado: “es su problema, son ustedes lo que tienen que demostrar qué hice en esos 70 minutos”.

¿Y Ramiro, la pareja de María José? ¿Cómo se ha comportado en este tiempo? Ramiro siempre se ha sentido a salvo, seguro. La hermana de María José, Rosa, nos ha contado que incluso acudió a varias manifestaciones en las que se pedía que el caso no se cerrara, a grabar como cámara de televisión y hasta sonreía a la familia de la mujer desaparecida. La única vez que estuvo en aprietos, en abril de 2011, quince años después de la desaparición, estuvo frío y tranquilo, pese a que pasó un mes en prisión, acusado del asesinato de María José.

Durante el registro de una finca de su propiedad, les decía a los guardias civiles que allí no iban a encontrar lo que buscaban y les pidió a los agentes si podía seguir cambiando el aceite del coche, que era lo que estaba haciendo cuando la Guardia Civil le comunicó que estaban allí para acusarle del asesinato de María José. Los agentes encontraron una colección de recortes de prensa que hablaban de la desaparición, facturas de sacos de cal y grilletes. Pero nada más. Ramiro pasó un mes en la cárcel y un año después, el caso se archivó, de momento, de manera definitiva.

Es decir, ese año, 2011, en el caso de María José pasó lo mismo que pasó la semana pasada en el caso de Sonia Iglesias. Se registró una propiedad del sospechoso. La semana pasada, la Policía acudió a una vivienda de la calle San Mauro, a las afueras de Pontevedra, en busca de los restos de Sonia Iglesias. Julio, su pareja, estuvo presente en el registro y al día siguiente la Policía le tomó declaración en calidad de investigado por la desaparición de Sonia. Naturalmente, igual que Ramiro en su día, se negó a declarar. Los agentes, igual que en el caso de María José, recorrieron la propiedad con un georradar, buscando variaciones en el terreno. No hallaron nada significativo, aunque Julio Araujo sigue hoy como investigado.

El juez ha declarado secretas estas actuaciones, pero algo sabemos. La versión de Julio sobre la mañana de la desaparición sostiene que tras bajarse Sonia del coche, él regresó a casa. Sin embargo, hay una cámara de control de tráfico que capta la imagen de un coche muy similar al de Julio –un Daewoo Lanos, un vehículo muy poco extendido– en dirección opuesta, a unos 300 metros de la casa ahora registrada. En esa vivienda, propiedad de la familia de Julio y actualmente abandonada, residieron Julio y Sonia en sus cinco primeros años de relación. En su día se hizo un registro allí, pero de manera superficial. Ahora se miró en un pozo y en una fosa séptica, pero de momento no hay ni rastro de Sonia.

Esos fueron los indicios que posibilitaron el registro en esa finca propiedad de la familia Araujo. ¿Y qué hizo posible el registro en casa de Ramiro e incluso su encarcelamiento quince años después de la desaparición de María José Arcos? El empeño de Rosa Arcos, la hermana de María José, una mujer que ha empleado todas las herramientas que la ley pone a su alcance para que el caso de su hermana no se cerrase y que siempre ha estado convencida de la implicación de Ramiro. Cada vez que cambiaba el juez o el fiscal de Ribeira –el competente en este caso–, Rosa y su abogado acudían a entrevistarse con ellos para tratar de dar un nuevo impulso a las pesquisas. Y en 2011 convencieron al juez Fernando Ferreiro para que retomase las pesquisas. Éste se las encargó a la Guardia Civil –hasta entonces el asunto lo había llevado la Policía– y los agentes recabaron nuevos testimonios y elaboraron una lista de indicios muy similar a la que ya había hecho la Policía años antes, pero que al juez Ferriero sí le sirvieron para dictar esa orden de registro y esa orden de prisión, aunque a la postre el caso quedó de nuevo en vía muerta.

Dos casos prácticamente gemelos. Dos sospechosos que siguen impunes. ¿En los dos casos hay un móvil para que Julio y Ramiro quisieran hacer desaparecer a sus parejas? Vamos por partes. En el caso de Sonia Iglesias, la Policía tiene claro que el móvil era la inminente separación anunciada por la mujer y que todo su entorno ha confirmado. Sonia quería separarse de su pareja, que llevaba más de dos años en paro y pasaba el tiempo bebiendo y jugando a las tragaperras. La misma semana de su desaparición, Sonia tenía pensado pedirle a Julio que se marchase de casa. Así se lo anunció a la familia y a los amigos, aunque él lo ha negado siempre tajantemente. Incluso, le dijo a la Policía y a la familia de Sonia –que apuntó hacia él desde el primer minuto– que en la basura guardaba un preservativo que usó la noche anterior a la desaparición de Sonia para demostrar lo bien que le iba su relación. Lo sorprendente es que en ese condón el laboratorio de Policía Científica solo halló su ADN. Ni rastro del de Sonia, lo que puede hacer pensar que Julio puso su semen en ese preservativo para simular una relación sexual que nunca existió.

En el caso de María José, el juez Ferreiro, en el auto con el que le mandó a prisión, dijo que fue un móvil económico. María José Arcos le había prestado a Ramiro un millón de pesetas –6.000 euros– para que el cámara comprase un punto de amarre para su barco. Así lo contó la mejor amiga de la mujer, que le insistió para que no le dejase el dinero a aquel hombre. Ramiro, por su parte, siempre negó haber recibido ese dinero. Los investigadores demostraron que la mujer sacó ese dinero del banco y luego la policía encontró 1.300.000 pesetas en metálico en casa de Ramiro, que él dijo que procedía de sus trabajos al margen de TVE. Las investigaciones permitieron averiguar que Ramiro quería romper su relación con María José. De hecho, en esa época él tenía relaciones con otras mujeres, algo que desconocía María José. La idea de los investigadores era que ella quería mantener su relación y, si no, al menos, quería recuperar su dinero.

¿Qué han hecho estos dos hombres con sus vidas mientras todo el mundo les apuntaba?

Ramiro ha continuado trabajando con normalidad, aunque después de salir de prisión, donde estuvo sometido a un protocolo antisuicidios, pasó un tiempo de baja por depresión. Julio ha seguido con su vida con normalidad, rota esta semana con el registro de su vivienda, ocupándose del hijo que tuvo con Sonia. Y en este tiempo ha tenido actitudes, cuanto menos, sorprendentes. El sumario recoge varios de estos momentos. A unos familiares, cuando le preguntaron si había avances en la desaparición de Sonia, les dijo que le dejasen en paz, que estará por el Caribe, en referencia a una posible relación de la mujer con un hombre que reside en Venezuela, al que conoció en la tienda donde trabajaba. En otro momento, cuando un familiar le preguntó, preocupado, por Sonia, le contestó: “sin novedad en el frente, mi teniente”, entre risas, algo que casa muy mal con la preocupación que debería tener alguien que ha perdido a su pareja y madre de su hijo.

De momento, ni Sonia ni María José han aparecido, ni la justicia ha podido hacer nada con estos sospechosos… ¿Será así siempre? El caso de María José Arcos está archivado desde 2012. El caso quedará prescrito para siempre en 2031, porque el tiempo de prescripción vuelve a comenzar tras la última diligencia. El caso lo han investigado buenísimos agentes de Policía y Guardia Civil, pero no han podido hacer más. El caso de Sonia no se ha aparcado, por parte de la Policía, tanto de Pontevedra como de la Comisaría General de Policía Judicial, ni un solo día desde el 18 de agosto de 2010. El caso está ahora bajo secreto sumarial y es más que probable que en las próximas semanas, la Policía busque en más lugares el cuerpo de Sonia, con la esperanza de que los dos casos, el de Sonia y el de María José, dejen de ser casos gemelos.