TERRITORIO NEGRO

Fuenteovejuna en Villaconejos. Todos contra El Calvo

¿Quien quemó la casa de El Calvo? Villaconejos lo hizo, señor. Así, como ocurría con el crimen del Comendador en la Fuenteovejuna de Lope de Vega, todo un pueblo, en este caso madrileño, trató de hacerse responsable del incendio de la casa de su vecino más peligroso, Javier Bernuy alias El Calvo, el día de Nochevieja de 2006. Entre doscientas y cuatrocientas personas incendiaron o jalearon el incendio de la casa. La justicia ha señalado a diez de esos vecinos.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 31.10.2016 17:42

Empecemos por reflejar lo que ocurrió en Villaconejos, un pequeño pueblo de Madrid aquella tarde de furia, el fin de año de 2006.

La tarde de aquella nochevieja, un grupo de vecinos del pueblo, más de doscientos y “sin que pueda determinarse su número exacto”, acuden a la casa de digamos el enemigo público número uno del pueblo, Javier Bernuy, alias El Calvo, que estaba a las afueras del pueblo. Cuando llegan allí, rompen la puerta de la valla de entrada, entran al patio, al garaje, al tejado y luego a la casa. Los informes de la Guardia Civil recogen que la turba de vecinos lanzaron petardos, palos, piedras, todos tipo de objetos, arrancaron tejas, farolas, rompieron los cristales y quemaron los coches del garaje. También rociaron con gasolina el interior de la casa.

Mientras tanto, otros tres vecinos colocaron sus coches (dos Peugeot y un Citroen ZX) en la entrada del camino rural que llevaba a la finca, de forma que cerraron el paso para cuando llegaron agentes de la Guardia Civil y, luego, los bomberos.

El Calvo no estaba allí aquella tarde. Había sido detenido por la Guardia Civil el día anterior después de su última fechoría. Un joven se le había enfrentado y el 30 de diciembre de 2006 el delincuente entró en el bar Cachete con doce amigos en su busca. No lo encontraron, pero destrozaron el bar y le dieron una paliza al dueño. Esa noche, un grupo de vecinos ya fueron a su casa a buscarlo, pero El Calvo salió con una escopeta y con su perro, según recuerda la teniente de alcalde del pueblo, Margarita Velasco, del PP. Delante de los vecinos cogió el arma, mató a su animal y luego gritó: “voy a hacer lo mismo con vosotros”. Los vecinos se echaron atrás y volvieron a sus casas, la guardia civil detuvo horas después al Calvo, pero empezaron a correr mensajes de teléfono entre los habitantes de Villaconejos, donde viven algo más de tres mil personas: se citaban a las cuatro y media de la tarde en la plaza del ayuntamiento para ir a la casa del Calvo.

Ese habia sido el último incidente provocado por El Calvo. Pero cuando la turba de vecinos llega a su casa, sí que hay personas dentro. En la casa estaban su pareja y madre de sus hijos, Rosa, que además estaba embarazada entonces de cuatro meses. También estaban, en el momento del asalto, sus suegros, –dos ancianos–, y una tía suya. La mujer declaró que vieron el tumulto de gente asaltando su casa y que oyó como le decían: “os vamos a matar”, “vais a morir como cucarachas” y “te voy a dar patadas para que eches el bastardo que tienes dentro”. La pareja de El Calvo explicó que en su casa entraron muchos hombres y que las mujeres se quedaron fuera. Vio entrar a un vecino, conocido como El Mochuelo, que quemó incluso la colcha de su cama.

Imagínense la escena, doscientas personas, quizá más, rodeando y asaltando una casa. La casa de un delincuente peligroso, sí, pero una casa con su familia dentro.

La Guardia Civil salvó la vida de la mujer, de sus suegros y de su tía, que no fue poco. Cuando llegó la primera patrulla, según sus informes, la gente empezó a insultarles, a lanzarles piedras y otros objetos al coche patrulla, les cerraron el paso, incluso algunos vecinos se tiraron sobre el capó del coche. Empezaron a zarandearlo y no les dejaron llegar. Los vecinos llamaron a los guardias civiles, leemos textualmente, “hijos de puta, sinverguenzas, ahora venís, tenemos que hacer vuestro trabajo”.

Los cuatro guardias civiles no pudieron impedir la entrada de medio centenar de personas en la casa. Ven como incendian un quad que El Calvo tenía en el garaje, luego un ciclomotor y entonces un agente decide llevarse a los familiares por la parte de atrás de la casa, campo a traves en dos coches para salvar sus vidas.

El agente conduce el coche del suegro y se los lleva. Cuando se están yendo, el humo de la casa ya se eleva hacia el cielo. Todo está ardiendo y se oye el griterío y los festejos de los vecinos. Dentro de la casa mueren quemados un perro y un loro de la familia. Los coches que varios vecinos habían colocado en el camino impiden que los bomberos lleguen hasta media hora después de iniciadas las llamas.

El informe de los guardias civiles es demoledor. Han evitado un linchamiento. Logran identificar a algunos de esos vecinos

El atestado habla de que había allí entre cuatrocientas o quinientas personas, de ambos sexos, mayores de edad, también adolescentes, e incluso niños menores que participaron “de una forma u otra en los disturbios”. Los agentes logran identificar entre los asaltantes hasta a 27 vecinos mayores de edad, que son los que finalmente fueron llevados ante la justicia. Entre esos 27 vecinos identificados estaba, por ejemplo, el que entonces era alcalde de Villaconejos por el PSOE, Andrés Lope Benavente y el marido de la concejal del PP, Margarita Velasco.

Posiblemente todos pensaron que la guardia civil y la justicia no iban a actuar contra todo un pueblo, contra ese Fuenteovejuna. Había motivos para odiar a El Calvo

El Calvo era casi el dueño del pueblo y hacía imposible la vida a mucha gente. Hablar con vecinos de Villaconejos de él revela el miedo que le tenían. Se avisaban unos a otros de dónde estaba tomando copas para no encontrarse con él, los niños se iban del parque para no verlo, los ancianos dejaban la tertulia cuando le veían llegar… Amenazaba a la gente, amagaba con atropellarlos, robaba en locales, destrozaba otros, así durante más de un año. Llevaba una pistola en el bolsillo y pedía siempre el dinero de la caja en algunos negocios. A veces lo detenían, pero algunos retiraban la denuncia y en otras ocasiones eran faltas menores, con lo que volvía a su casa, y al pueblo al día siguiente, ante la impotencia de todos.

Y era así de verdad. En interviú publicamos, meses después de ese incendio salvaje, una entrevista con El Calvo. Todo indica que la mayor parte de las cosas que se decían de él era verdad. En aquella entrevista, en 2007, Bernuy, que entonces tenía 33 años, solo reconocía que era conflictivo, pero porque tenía problemas con las drogas. Aseguraba entonces que solo había tenido incidentes con gente del pueblo vinculado al tráfico de cocaína. No era verdad, ni mucho menos. Y anunciaba, recién salido de prisión, que no perdonaba ni olvidaba y que volvería al pueblo. Eso sí, decía que confiaba en la justicia para castigar a los culpables de arrasar su casa.

Y la justicia ha acabado condenando a diez de esos vecinos. La Audiencia Provincial de Madrid ratificó en septiembre del año pasado la sentencia del juzgado de Getafe. Solo hay pruebas para condenar a diez vecinos de Villaconejos. Les cayeron entre 15 y 24 meses de prisión (ninguno tendrá que ir a la cárcel) y eso sí, una multa importante, casi 433.000 euros que tendrán que pagar a la familia de El Calvo. Entre esos diez condenados están los que dejaron sus coches taponando el camino para que no llegaran los bomberos y algunos de los que fueron identificados por la Guardia Civil y la mujer de Bernuy

Esos vecinos, claro, pensarían que no estaban haciendo nada malo quemando la casa de El Calvo incluso con su familia dentro. Uno de ellos, Gerardo Sánchez, un hombre que ahora tiene 35 años, se lo contó así a Vanesa Lozano, una joven reportera de sucesos: “Veías al pueblo unido apedreando la casa de El Calvo y sentías que eso era lo correcto”. Guzmán Fernández, alias El Jaro, otro de los condenados, insiste en una excusa algo tópica, el que prendió el incendio no era de Villaconejos. Otro de los que deben pagar, Sergio Castellanos, dice que se quedó gritando en la entrada de la finca… En fin. El alcalde no fue condenado, pero sí tres jubilados del pueblo.

Tres jubilados participaron en el asalto a la casa de un vecino con otros dos jubilados dentro. Eso dice la justicia. Gabriel Sánchez, un hombre de 72 años, explicó que regresaba al pueblo con su mujer, que habían estado en el cementerio visitando la tumba de su hijo y que vieron humo negro. Entonces se acercaron a la finca con su coche. Dicen que se quedaron allí atrapados mientras todo ocurría, pero los jueces creen que dejaron el vehículo allí para que no pasaran los bomberos.

O sea, que Villaconejos no fue Fuenteovejuna. ¿O sí?

Los diez de Villaconejos, como les llaman, lo tienen claro. Dicen que les han cargado a ellos con lo que hizo todo el pueblo. Lo cierto es que ellos han callado y no han dado ni un solo nombre de otro vecino que participara en el ataque. Uno de ellos, Guzmán, se arrepentía ahora, porque si hubieran sido más los condenados, dice, tocarían a menos dinero para pagar. Mucha gente les recomendó que no dijeran nada para no acusar a nadie más del pueblo y que todo quedaría en nada, pero no fue así. De hecho, el ayuntamiento comenzó pagándoles el abogado (el alcalde al final quedó en libertad y no fue procesado).

Y ahora estas diez personas tienen que pagar una fortuna (tocan a 43.000 euros cada uno) al Calvo y su familia. No tienen ese dinero, ni mucho menos. Uno era el frutero, otro el panadero, otro tenía una discoteca pequeña. Hemos dicho que dos de los condenados son jubilados. Uno de ellos, por ejemplo, cobra 1.050 euros de pensión de los que vive también su hija y sus tres nietos. Hay otro condenado que ya tuvo problemas con la justicia por no pagar la pensión a su ex mujer y tiene su nómina embargada por ese motivo, otros tres son menos que mileuristas… Desde que la sentencia se hizo firme, abrieron una cuenta bancaria para que los vecinos les ayudaran. En ese sentido, Villaconejos sí fue un poco Fuenteovejuna

Consiguieron mucho dinero de los vecinos, porque algunos, unos doscientos, podían estar ahora en su situación. En mayo pasado organizaron un torneo de fútbol para recaudar dinero. Fue un poco discutible que hicieran jugar por esa causa a niños infantiles y benjamines del pueblo y de otros cercanos. Uno de los diez condenados, Heliodoro Gil, hizo el saque de honor. Rifaron jamones y canarios entre el público. También se hizo un concurso de recortes taurinos en la plaza de toros del pueblo, recibieron ayuda de las cofradías católicas del pueblo y hasta un gimnasio hizo clases de spinning para recaudar fondos para ellos. Lograron recaudar unos 7.000 euros para pagar la condena

Sus abogados han negociado también una rebaja. El Calvo y su familia aceptaron digamos perdonarles cien mil euros y que pagaran a plazos. Así que solo le deben 333.000 euros. El problema es que el primer plazo (80.000 euros) debían entregarlo, como fecha límite, hoy. Y no lo van a poder hacer. Creo que solo habían reunido unos 35.000 euros. La ironía ahora es que su futuro va a depender de la voluntad de El Calvo y, esta vez, no por miedo, sino con todas las de la ley

El Calvo recuperó la libertad en mayo de 2007. Se fue con su mujer y sus tres hijos a un pueblo de Toledo, El Casar de Escalona. Allí, apenas unos días después de instalarse, atracó una joyería y mató al dueño. Fue detenido y condenado a veinte años de cárcel, que está cumpliendo.