TERRITORIO NEGRO

El topo que perforó la célula yihadista de Antonio el peluquero

No sé si alguna vez conoceremos al protagonista de la historia que vamos a contar, pero es uno de los personajes más apasionantes que hemos traído en las 328 semanas que llevamos con Territorio Negro. Hablamos del agente encubierto, el infiltrado, el topo que hizo posible la desarticulación de una célula yihadista radicada en Terrassa, en el corazón de Cataluña, que lideraba un español converso, un peluquero que pasó a llamarse Aali. Organizaban viajes para combatir en Siria e Irak y preparaban atentados en Barcelona.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 15.06.2015 18:58

Hablamos de la operación Caronte, la primera gran operación contra el yihadismo hecha por la comisaría general de información de los Mossos d’Esquadra. Caronte era el barquero de Hades, el dios griego de los infiernos, el barquero que cruzaba las sombras errantes a uno y al otro lado del río Aqueronte hasta el inframundo… El nombre de la operación responde a que el verano pasado, los Mossos tuvieron noticia de que en Cataluña estaba operando un grupo dedicado a enviar a yihadistas a las zonas de conflicto, Siria e Irak, y alistarlos en organizaciones afines al Ejército Islámico. Es decir, tipos que mandaban a jóvenes a matar y también a una muerte segura.

La operación comenzó en verano y dio sus frutos la pasada primavera, en los primeros días de abril, los Mossos detuvieron a diez personas y los pusieron a disposición del juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, que mandó a siete de ellos a prisión. Previamente, en diciembre, y gracias a las investigaciones de los Mossos, los servicios de inteligencia de Bulgaria arrestaron a tres jóvenes que habían salido en coche desde Barcelona y que estaban a punto de cruzar la frontera de ese país hacia Turquía, el paso previo para entrar en Siria, su destino final.

Cuando se conocieron las detenciones, varias cosas llamaron la atención: la cantidad de conversos al Islam que había entre los detenidos –españoles, brasileños, paraguayos…– y el hecho de que, además de enviar a yihadistas a zonas de combate, la célula, según se dijo entonces, estaba preparando atentados en suelo español, en Barcelona.

En aquel momento, es cierto, no hubo mucha información, pero ahora se ha levantado el secreto de sumario, veinte tomos que contienen abundante y jugosa información y que revelan el papel fundamental de ese agente encubierto, de ese infiltrado.

En esta operación hay, como en otras tantas antiyihadistas, varios testigos protegidos, personas que dan información puntual, que colaboran y que temen que se descubra su identidad, por lo que se les concede el estatus de testigos protegidos. Pero en este caso, el pasado mes de octubre, los Mossos pidieron permiso al juez Pedraz para meter en la red investigada un agente encubierto al que llamaremos Joseph. Los Mossos tuvieron que justificar la petición, razonarla…

Lo ideal es que siempre que se emplea un agente encubierto hay que solicitar autorización el juez, lo ortodoxo, lo legal, aunque muchas veces no se hace. Y por eso es necesario justificar su necesidad. En este caso, lo que los Mossos argumentaron es que el grupo investigado celebraba siempre sus reuniones en casas particulares o locales privados, inaccesibles si no era con un agente infiltrado. Además, ninguno de los sospechosos tenía perfiles en redes sociales, una fuente de información valiosísima en los últimos tiempos. Así que los Mossos pidieron permiso al juez para colar en el grupo a un topo, un hombre musulmán, Joseph, que se acercaría a todos los dirigentes del grupo, se ganaría su confianza, se haría pasar por un islamista radical más y podría enterarse de lo que tramaba la célula, que en aquel momento tenían ya bastante bien definida.

Los Mossos ya habían detectado que la célula había pagado el viaje desde Barcelona a Siria de Abdelatif Chamout, que el 22 de abril llamó por teléfono para decir que estaba en un campo de entrenamiento de Siria. Además, la investigación permitió saber que al menos dos de los integrantes del grupo, Lahcen Zanzami e Ismail Brichi, habían pagado billetes de avión a otras 15 personas, sospechosos de haber salido hacia zonas de conflicto. Los Mossos, antes de meter a su topo, ya sabían que Zanzami y Brichi estaban acompañados por otras tres personas en la dirección de la célula: Reda Hazem, Taofiq Mouchouch y Antonio Sáez, el peluquero.

No había nada sólido, apenas unas conversaciones telefónicas en las que se hablaba de que morir por Alá era como una picadura de avispa, que no dolía… De ahí la necesidad de acercarse a la célula con un topo. Lo más preocupante es que había indicios de que los sospechosos podían estar preparando un atentado en Barcelona, concretamente contra intereses judíos. Los Mossos identificaron el 18 de julio a Abdelaziz Darkaoui, un indigente que merodeaba por una sinagoga de Barcelona. El tipo despertó las sospechas de los vigilantes del templo, que avisaron a la policía. El hombre, habitual de los refugios y de los comedores sociales, contó a los agentes que un converso español al que había conocido en una mezquita le había encargado que vigilase la sinagoga y viese qué medidas de seguridad había.

Y ese converso, claro, era el peluquero. Antonio Sáez, convertido al salafismo y ahora llamado Aali. Además, los Mossos sabían que el peluquero, a través de otro converso, Jacobo Orellana, llamado ahora Yacoub, había intentado contactar con dos chechenos que presuntamente le iban a proporcionar explosivos. El 13 de septiembre, los agentes detectaron una reunión en la peluquería La Románica de Barberá del Vallés, donde trabajaba Antonio. Varios miembros de la célula celebraron entonces la conversión al Islam más rigorista de Gonzalo Cabezas, convertido en Suleimán. Y a esa cumbre salafista acudió un viejo conocido de los servicios de información de los Mossos.

Taoufiq Mouchouch estaba siendo vigilado por los Mossos desde 2013, porque las autoridades penitenciarias avisaron de su radicalización en prisión. Taoufiq era un delincuente que comenzó su carrera carcelaria siendo menor de edad y entre rejas se convirtió al Islam más radical. Los Mossos le entrevistaron varias veces para saber en qué punto andaba y el informe es demoledor: repudiaba a su familia por no ser religiosa, elogiaba a Bin Laden por poner su riqueza al servicio del Islam, criticaba a sus compatriotas marroquíes que habían venido a España a trabajar, porque consideraba que el Islam solo permite abandonar el país de nacimiento para hacer la Dawa, es decir, para hacer proselitismo.

Y así estaban las cosas, con esa información, cuando entra en acción Joseph, ese agente encubierto. Tiene unos 30 años, es natural de Malí y ha hecho un buen trabajo. Semanalmente, desde la semana del 24 de noviembre, Joseph iba dando novedades a los responsables de la investigación, un diario hecho con detalle en el que recogía todos sus encuentros, sus citas, lo que veía, lo que le enseñaban, lo que escuchaba… Leyendo ese diario, se aprecia todo el trabajo que hizo, cómo se fue ganando la confianza de los yihadistas, a los que accedió a través de Mouchouch. Leemos parte del primer día de su diario: “Al regresar de la mezquita encuentro en la tienda hablando a Kayke Luan Ribeiro –un brasileño converso– y a Taofiq Mouchouch. Puedo escuchar algunas frases de la conversación. Kayke quiere hacer un viaje, Taofiq le insiste en que espere y que sea paciente, que todo llegará porque está escrito, pero Kayke le insiste en que no debe esperar, que a pesar de que está todo escrito hay que buscar el destino de cada uno. Presumo que hablan de marcharse a hacer la yihad”.

Es casi como de película… Joseph asiste a reuniones en la tienda de Mouchocuh, va a la mezquita con los investigados y aunque ellos saben que pueden ser objeto de seguimientos, no sospechan de él. Leemos otro fragmento de su diario, esta vez del 31 de octubre: “Al salir de la mezquita hablamos de religión hasta llegar a hablar de la yihad y comentan que en la mezquita hay que tener especial cuidado al hablar de estos temas, ya que existen informadores de la policía o incluso policías en el interior de la mezquita”.

Poco a poco se fue ganando la confianza del grupo y, además, debe ser un tipo muy despierto, porque captaba matices muy importantes. Leemos un fragmento del 24 de noviembre: “me resulta de interés que Taofiq Mouchouch y Kayke Luan Ribeiro me digan que me cuide mucho y me toquen el hombro y la espalda con afecto. En ninguna ocasión se habían despedido así de mí, es por ello que me llama la atención”.

Unos días después, Kayke, Taofiq y un tercer hombre, Mohamed Garbi, emprendieron por carretera un viaje que acabó en Bulgaria. Allí fueron detenidos el 15 de diciembre pasado, gracias al aviso de los Mossos, cuando estaban a punto de cruzar hacia Turquía, el paso previo hacia Siria. La detención de los tres componentes de la célula revolucionó al grupo, pero también sirvió para que el topo acumulase más información. El 19 de diciembre, Joseph escribe: “durante el paseo hablamos de las detenciones de los tres hermanos. Me recuerdan que debemos seguir con las coartadas y si alguien nos pregunta debemos decir que Mouchouch se encuentra en Marruecos, en la boda de su hermana, y Kayke, de crucero”.

Es decir, los sospechosos están nerviosos y asustados, pero le siguen dando confianza al agente encubierto. Tanta, que le empiezan a hablar del jefe de la célula, del peluquero. Ese mismo 19 de diciembre, Joseph escribe: “Me comentan que hay un converso español, de nombre Aali, que tiene un pensamiento muy radical y es un apasionado de la guerra. Me dicen que hace tiempo Aali les dio folletos, documentos, revistas, material digital, todo relacionado con Al Qaeda. Me cuentan que algunos de los documentos son formularios para rellenar y constituir una célula terrorista”.

A esas alturas, los Mossos ya habían recibido la documentación que los servicios de inteligencia búlgaros habían encontrado a los tres detenidos allí y entre los papeles que Mouchmocuh llevaba había varios textos cuya escritura se atribuye a Antonio y están firmados con el nombre del grupo fundado por él: Fraternidad islámica. Son de textos que justifican la yihad, que aleccionan sobre cómo hacer proselitismo o listas de lecturas recomendadas, en la que hay nombres como Abu Musab al Suri (Mustafa Setmarian), Abu Qutada o Sayd Qutb…

El agente encubierto, ese Joseph, en algún momento llega a conocer al peluquero, en la semana del 10 al 14 de enero, el agente escribe: “Antonio me explica que si por él fuese estaría en Siria, pero no puede hacerlo, está casado y ese compromiso se lo impide. Yo le contesto que también estaría dispuesto a irme a Siria”. Esa misma semana, el peluquero le va confiando más cosas a su nuevo amigo. Seguimos leyendo: “me enseña un manual de reclutamiento de Al Qaeda, traducido al castellano. Me dice que no me puede contar dónde lo ha conseguido pero que me lo va a dejar. Me explica que su idea es poder expandir ese manual de reclutamiento por las mezquitas”.

A esas alturas, Antonio anda con la mosca detrás de la oreja e incluso en febrero le habla al agente encubierto de dar una apariencia legal a sus actividades: “nos dice que el grupo conocido como fraternidad islámica va a dejar de existir, que debemos dejar de hablar de este grupo. Su idea es formar una asociación cultural legal, para que así pueda autofinanciarse el grupo, establecer contactos en Palestina y poder llegar a contactar con Hamás o incluso traer gente de Palestina para que nos guíe en nuestras acciones”.

Lo cierto es que los Mossos lograron detener a la célula antes de que pudiesen llevar a cabo acciones. Hay bastantes indicios de que fueran a cometer un atentado. El testigo protegido B1, que declaró el 18 de marzo, dijo textualmente: “los objetivos que Aali proponía era atentar contra una librería judía o una sinagoga en Barcelona”. Para conseguir dinero con el que comprar armas y explosivos “planeaba secuestrar a una directora del Banco de Sabadell” o incluso pretendía hacer bombas de fabricación casera. Y lo cierto es que en los registros, los Mossos encontraron en el domicilio del peluquero varios dibujos de artefactos artesanales obtenidos del libro de cocina del anarquista, un manual que anda por Internet.

Y en medio de todo esto, también a aparece un neonazi catalán. Diego José Frías Álvarez, un hombre vinculado al Movimiento Patriótico Catalán, organización de la que surgió un grupo armado llamado Batzegada, responsable de la colocación de una bomba en la estación de Sants en 2001, durante la celebración de un concierto a favor de los presos de ETA. Diego y Antonio el peluquero eran viejos conocidos y el peluquero confiaba en el para que le proporcionase armas o explosivos. Su enfermizo antisemitismo les unía y lo cierto es que en poder de Diego los Mossos encontraron una granada, una escopeta y abundante munición.

Lo que no está claro, aparte de esa sinagoga o esa librería judía, eran los objetivos terroristas del grupo. En el teléfono de Said Touay, otro de los detenidos, los Mossos encontraron fotografías de lo que los investigadores deducen que son objetivos: el hotel Catalonia Barcelona Plaza, el centro comercial Las Arenas y una comisaría de los Mossos. En las conversaciones entre ellos también hablan de políticos catalanes, de la sede del Parlament… Pero es cierto que estaban en una fase aún muy temprana.

No hemos comentado la polémica surgida cuando los Mossos acusaron directamente a la policía de haber puesto en peligro la operación por avisar a alguno de los investigados. Porque en la parte del sumario desclasificada solo hay un informe de diez folios en el que se habla de policías vigilando a policías y unas cuantas cosas más bastante sucias y que merecen, por sí solas, otro territorio negro…