SE PUBLICA LA NOVELA 'NOSOTROS, LOS DE ENTONCES', DE PLANETA

Marta Rivera: "La cultura es mucho más que subvención y bohemia"

Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) narra en esta ocasión la historia de un grupo de amigos que se reencuentran pasados los 40. Enclaustrados durante todo un fin de semana en un pequeño hotel rural de la Provenza francesa, la circunstancia les servirá para hacer balance de su amistad y de las aspiraciones que cada cual dejó por el camino. 'Nosotros, los de entonces' (Planeta) es la octava novela de Rivera de la Cruz quien confiesa que, en este momento, está más volcada en su labor como diputada de Ciudadanos en el Congreso. Aprovechando la coyuntura, le preguntamos también cómo ve el patio cultural.

ondacero.es

Madrid | 09.02.2016 18:40

'Nosotros, los de entonces', de Marta Rivera de la Cruz
'Nosotros, los de entonces', de Marta Rivera de la Cruz | EFE

P.: En el relato hay seis personajes, de más de 40 años que, a raíz de su reencuentro, acabarán cuestionándose sus propias trayectorias. ¿Cuál es, para usted, la esencia de esta historia?

R.: Quería hacer una revisión de lo que fue la vida, lo que queríamos y de lo que tenemos… y luego una llamada a recuperar a los viejos amigos. Los protagonistas de esta novela son seis amigos que se han cuidado poco. No se han enfadado, pero han ido perdiendo el contacto. Y de repente, hay una oportunidad de dos días para recuperar esa confianza que hubo, en el marco idílico de un hotel rural de la Provenza francesa.

P.: Todo lo que tiene de idílico ese entorno, ¿no lo tiene también de peligroso? Es un sitio cerrado, quieran o no se van a tener que enfrentar a sí mismos.

R.: De hecho muchas de las preguntas y de los reproches que surgen los dirigen a sí mismos. Hay mucho de autocrítica y también es importante el hecho de que están en una casa pequeñita en la que ellos son los únicos huéspedes, con el aeropuerto más cercano a dos horas. Eso te obliga a encerrarte más y a enfrentarte más. Y, aunque empieza mal, la convivencia entre ellos irá mejorando a medida que avanza el fin de semana.

P.: ¿Es una novela generacional?

R.: En cierta forma sí. Yo tengo la misma edad que los personajes y la mía es una generación muy particular. Crecimos en la prosperidad, en el país de la Exposición Universal, de las Olimpiadas, el AVE, el progreso… Teníamos unas expectativas muy altas, vivimos mucho mejor que nuestros padres y, de repente, llegó el Milenio y hubo una especie de parón. Y luego se nos echó encima la crisis. Nuestra crisis de los 40 llegó con la crisis social.

P.: Eso se aprecia de manera especial en los tres personajes femeninos. De alguna manera, las tres han visto sus vidas venirse a menos...

R.: Son tres mujeres que fueron chicas privilegiadas y que han acabado enfrentándose en sus vidas a los mismos problemas que aquellas otras que las envidiaban en la Universidad: una de ellas es madre soltera (no tiene pareja y adopta un niño); otra es una mujer que lo ha dejado todo por seguir a un hombre (lo cual es un modelo muy antiguo pero sigue sucediendo en el siglo XXI); y la otra, una mujer que ha visto cómo fracasaba una historia de amor en la que tenía puestas todas sus esperanzas.

En definitiva, las tres tienen un fracaso. Y una cosa que sucede y que es inevitable cuando uno se reencuentra con alguien que hace tiempo que no ve, es la comparación. Eso de: "fíjate lo que esperábamos de este y no lo ha conseguido y mira aquel otro cómo está". Y eso, que tiene un lado muy mezquino, es también muy humano. Todos lo hemos hecho y nos lo han hecho.

P.: ¿Tenía claro cómo iba a definir a cada personaje o han ido autodefiniéndose a lo largo del proceso?

R.: Para mí, el reto principal en este trabajo era hacer una novela coral: que el lector pudiese llegar a conocer y a distinguir a cada personaje. Pensé que me iba a costar más y al final no ha sido así. Al final de la novela, nos damos cuenta de lo diferentes que son todos. Todos tienen su pequeño mundo. Y todos van a experimentar su propia catarsis y a cobrar conciencia de qué cosas han hecho mal y de qué tienen que corregir. Porque aquí todos han patinado.

P.: ¿Qué le ha aportado a usted esta novela con respecto a las anteriores?

R.: En primer lugar, ser consciente de que hay técnicas narrativas que puedo asumir. Y luego me ha hecho pensar en muchas cosas con respecto a mis años jóvenes.

Al final, las cosas que ocurren en esta novela nos pueden pasar a todos: la conciencia del fracaso, del éxito, del desamor. Mi anterior novela estaba protagonizada por señoras de 80 años y la leyó mucha gente que tenía la mitad de años y yo espero que con esta novela pase lo mismo.

P.: Cambiando de tema, y ya que estos son días de intensa actividad política, ¿cuáles serán, a su juicio, los principales retos culturales en esta legislatura?

R.: Lo que le hace falta a la cultura en este país es que desde la Administración se le dé mucha más importancia, que se vea como sector productivo. En España, la cultura se asocia a la bohemia, a la subvención… y es muchísimo más: si hablamos de que queremos traer turismo de calidad, ese es turismo asociado al fenómeno cultural. Y no hay que inventar nada: España tiene un patrimonio histórico brutal, un cine que interesa fuera y no lo estamos aprovechando.

Creo que es importante avanzar en el Estatuto del Artista y del Creador: no puede ser que la fiscalidad actual condene a muchos a la indigencia cuando llega la jubilación. Creo que hay que encarar un plan real de fomento de la lectura. Y tenemos el reto del español, un idioma que hablan 500 millones de personas en todo el mundo, y del Cervantes como buque insignia de nuestra lengua. Me preocupa que mientras el español crece, el Instituto Cervantes empieza a declinar: se cierran sedes, hay menos programas y menos alumnos, no se presta suficiente atención a Asia.

Además, el español hay que sostenerlo a base de hacer películas en español, libros en español y obras de teatro en español. No puede ser que haya compañías que se llevan la pre-producción a Francia porque es más barato, porque entonces el puesto de trabajo se crea allí. Y un sector que es absolutamente ninguneado es el de la animación y los efectos visuales, que también crea un empleo de extraordinaria calidad que se está yendo fuera de España.

Creo que posibilidades hay y que el momento creativo es muy bueno, pero es necesaria una política financiera que nos permita competir con los países de nuestro entorno. Porque además todo eso luego revierte. En el caso del cine, por ejemplo: por cada euro que se invierte se generan tres, y el 85% de los gastos de una película son sueldos. O sea, que ese dinero vuelve a la rueda de los ingresos.

A mí me gustaría que al final de esta legislatura nos hubiéramos dado cuenta de todo ello y exploremos todas las posibilidades. Tenemos los mimbres, pero falta la voluntad de hacer el cesto. Y quizá sea más fácil con un parlamento fragmentado. Quizá sea más fácil ponernos de acuerdo entre muchos, que entre un gobierno con mayoría absoluta y los demás.